Caminos nuevos
No SE ha prestado suficiente atención a la propuesta que, después de una larga elaboración, han presentado Italia y España ante la conferencia sobre los problemas ecológicos del Mediterráneo que se está cele brando en Mallorca. La propuesta -que desborda el ámbito propio de dicha conferencia- tiende a iniciar un proceso gradual encaminado a crear un nuevo sistema de relaciones entre los Estados de la cuenca del Mare Nostrum, inspirado en la experiencia de lo que ha sido, para Europa, la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE). El ministro Fernández Ordoñez ha tratado el tema con amplitud, trazando una perspectiva de lo que podría significar para Europa, y para la estabilidad de toda la zona, una nueva Conferencia de Seguridad y Cooperación del Mediterráneo (CSCM). Es una preocupación que responde a una necesidad percibida desde hace tiempo y que dio lugar a diversas iniciativas, una de ellas del presidente Mitterrand. Pero ahora España da un paso importante al presentar un proyecto concreto.Las dificultades son múltiples: con el actual conflicto del Golfo, y sin pasos serios para resolver el problema palestino, es evidente que no parece verosímil que pueda reunirse una conferencia de los Estados del Mediterráneo. Pero ello no es motivo para renunciar a poner en marcha las etapas preparatorias. Es más, si se empieza con reuniones de ciertos Estados del Norte y del Sur, para estudiar conjuntamente el camino por el que avanzar, el propio proceso de debate y aproximación ayudará a crear un clima positivo para ulteriores progresos. Así nació el espíritu de Helsinki, con las diferencias y salvedades evidentes.
¿Deben los trabajos in iciales enfilados hacia la CSCM abarcar las tres áreas de Helsinki, o sea los problemas de seguridad, de cooperación y de relaciones humanas? En la primera de las áreas, como hemos visto, los conflictos -hoy al rojo vivo- no facilitan el estudio de soluciones a largo plazo. Por otra parte, el aspecto referente a las relaciones humanas ofrece dificultades especiales por causas culturales y políticas. El auge del fundamentalismo las acrecienta. Sin embargo, sobre la base del respeto mutuo entre Estados, debería ser posible definir actitudes comunes que ayuden a la tolerancia y al diálogo, y formas de promoverlas y de fomentar su observancia.
En todo caso, el área esencial es la de la cooperación. Y en este orden, si Europa no muestra una voluntad seria de ayudar a disminuir el actual desequilibrio entre el, Norte y el Sur, será muy difícil que la propuesta italo-española prospere. Uno de los efectos que debería tener esta propuesta entre los aliados de la CE es ayudarlos a tomar conciencia del peligro real -quizá el más grave en la perspectiva histórica- que implicaría un Mediterráneo cada vez más conflictivo, con una emigración creciente generada por el subdesarrollo, y jus secuelas de fanatismo en el Sur y de racismo en el Norte. Es un círculo infernal que afecta a todos los países europeos, incluidos los del Norte. Muchos de los progresos alcanzados por la CE quedarían en entredicho si no se logra frenar ese proceso. ¿Y qué camino mejor para ello que la propuesta italoespañola? No hace falta ser un lince para darse cuenta de que estamos abocados a un empeoramiento serio de las relaciones entre. el mundo árabe y Europa. El conflictodel Golfo -incluso en la hipótesis de una solución auspiciada por la ONU- dejará huellas que pueden tener efectos negativos para esas relaciones. Todo aconseja buscar caminos nuevos: quizá el mayor mérito de la propuesta italo-española es que conduce hacia una búsqueda, con los países de África del Norte interesados en ello, de las posibles bases de esa conferencia del Mediterráneo.
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