_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El planeador

Movidos por un grosero impulso de frivolidad, algunos espectadores nos habíamos atrevido a señalar su habilidad para pilotar bañeras. Pero, más allá del celofán de la corte monegasca y de la prosperidad económica de su padre, un acaudalado industrial inmobiliario milanés, Stefano Casiraghi ocultaba unas brillantes cualidades para la competición deportiva y una atrayente personalidad de ganador. Había elegido una difícil especialidad en la moto náutica. Para prosperar en ella es necesario disponer de un fuerte apoyo financiero, de una potencia motora descomunal y de una de esas embarcaciones de perfil cuneiforme capaces de burlar simultáneamente las leyes de la aeronáutica y de la hidrodinámica. A bordo, obligado a permanecer sobre la superficie rizada del agua, el corredor debe desplazarse por la línea en que un vulgar pescado se convierte en un pez volador. Ha de equidistar de las gaviotas y los tiburones.En ese continuo viaje por un espacio fronterizo, todo error de cálculo deriva necesariamente en una de las dos situaciones críticas posibles: o se revienta o se naufraga. A pesar de ello, y en el uso del infrecuente sentido común que distingue a los grandes deportistas -es decir, en el ejercicio de una paradoja-Stefano Casiraghi había realizado su máxima aspiración: ganar el título mundial.

Más información
Muere el marido de Carolina de Mónica al volcar su motora en una competición

Su tragedia nos hace pensar, sin embargo, que se limitó a representar el viejo papel de pobre niño rico. Su virtud consistió en un fino instinto paira escapar de las mejores cárceles y su maldición fue carecer de un destino propio. Ayer, como James Dean, Donald Campbell o John Cobb, llegó al lugar en que suelen coincidir quienes tienen el privilegio de la prisa y la miseria de no saber dónde ir.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_