Las entrañas del esqueleto
Los arúspices romanos, cuando querían predecir el futuro, leían las entrañas de los animales sacrificados (en su significado primitivo, el término arúspice equivalía al de adivino, y auspiciar pasó a significar tranquilizar o dar confianza y serenidad a un cliente). Si alguien tratase de ejercer como arúspice hoy día y leyese en las entrañas del esqueleto de la economía mundial, ¿qué significado tendría que darle a las noticias dispersas que se producen aquí y allá?, ¿qué trazos esenciales podría distinguir?, ¿qué previsiones podría realizar acerca del futuro, tanto a corto como a largo plazo (una década)?[Nota bene: Cuando hablo de previsiones no me refiero a predicciones, porque estas últimas son la expresión de una opinión sobre determinados hechos. Una predicción es la intersección de cambios estructurales (tendencias de desarrollo a largo plazo o cambios sectoriales) y de contingencias (hechos sorprendentes o la carta inesperada en una partida de naipes).
La contingencia actual más obvia es Irak y la cuestión de la guerra o el arreglo negociado. Cualquiera de ambas salidas afectará en gran medida a la economía mundial y, sin embargo, no podemos predecir el resultado. ¿Cuál sería entonces el valor de las previsiones si utilizásemos como guía los cambios y ciclos estructurales? La respuesta es que ambos factores actúan como líneas directrices o condicionales, que son los parámetros de las posibilidades económicas, y que si las previsiones fuesen esencialmente correctas habríamos puesto un conjunto de límites a los cambios contingentes].
Cambios financieros
Volviendo a nuestras entrañas: el mes pasado hemos visto que se producían un cierto número de cambios financieros y económicos cruciales que afectan a los parámetros de nuestros equilibrios económicos. Lo que yo me propongo hacer aquí es analizar estos cambios y ver después si de ellos podemos deducir los nuevos trazos esenciales del sistema económico y financiero mundial.
En octubre de 1990, el Reino Unido decidió adherirse al Sistema Monetario Europeo (SME) y someterse a la disciplina del mecanismo de control de los tipos de cambio conocido popularmente como la serpiente monetaria. Durante más de un año y medio el Reino Unido estuvo indeciso respecto a si dar o no ese paso. Nigel Lawson, canciller del Tesoro, dimitió hace un año cuando la señora Thatcher rechazó su pretensión de que el Reino Unido se adhiriese al Sistema Monetario Europeo y ahora, ante la sorpresa de los mercados financieros, el Reino Unido ha dado el paso.
El SME se estableció en 1979 a fin de crear una zona de estabilidad monetaria en el interior de la Comunidad Europea. El SME incluye el ecu, una cesta de cantidades específicas de cada una de las monedas de los países miembro, (con la excepción del dracma griego y del escudo portugués), que sirve como unidad de cuenta del sistema, y un mecanismo de control de los tipos de cambio basado en el ecu, mecanismo que permite un margen de fluctuación de más / menos el 2,25% para la divisa de cada país miembro (en el caso de Italia y España, el margen de fluctuación es del 6%).
Lo que el Gobierno británico ha dicho en realidad es que no es capaz de controlar su propia inflación (que alcanza actualmente casi el 11% anual) y que se someterá a la disciplina de la serpiente. En la práctica, lo que esto significa es que el marco alemán se convierte en el ancla del Sistema Monetario Europeo y que la política económica alemana, una de cuyas principales prioridades es reducir la inflación al mínimo (aunque esta prioridad se pondrá a prueba en los próximos años a causa del coste de la absorción de la Alemania Oriental), será la política básica para toda Europa.
A finales de octubre de 1990, la Comunidad Europea, con una votación de 11 contra 1 (es decir, con la única oposición del Reino Unido), se comprometió a poner en marcha un banco central común a principios de 1994. La decisión tiene un carácter más político y psicológico que económico dado que en los tres o cuatro próximos años pueden suceder muchas cosas que retrasen o modifiquen su puesta en práctica. Sin embargo, se trata de una clara declaración de intenciones: si se materializa, la moneda única europea podría ser una realidad a finales de esta década.
La señora Thatcher objetó que una moneda supondría un sacrificio demasiado grande para la soberanía nacional. No obstante, el problema real es el control de la tasa de inflación y la armonización de las políticas económicas en el seno de la Comunidad.
En el Reino Unido la tasa de inflación de precios al consumo, como señalé anteriormente, es de casi el 11 %. En Alemania es del 3,3%; en Francia, del 3,8%; en Italia, del 6,4% (en Japón es del 3,2% y en Estados Unidos del 6,3%).
Reducir inflación
El presente mes, el Bundesbank ha elevado su tasa Lombard -el tipo de interés para bancos, con valores públicos como garantía- en medio punto porcentual, alcanzando el 8,5% (el tipo de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos para préstamos interbancarios a un día es del 7,5%), con el fin de reducir el volumen de crédito y la inflación.
Inevitablemente, esto lleva a que se originen divergencias entre los distintos países y, dado el amplio diferencial existente entre, por ejemplo, Alemania y el Reino Unido, se haría dificil que los países armonizasen sus políticas uno a uno.
Es esta razón la que llevó a los líderes de la Comunidad a decidir que la convergencia de los tipos de interés se deberá producir después de que se cree el llamado Eurofed. Este banco, mediante la elaboración de una política monetaria válida para toda la Comunidad, sería el promotor de esa convergencia.
A finales de septiembre, el índice bursátil Nikkei cayó un 48%, el descenso más acusado desde el final de la II Guerra Mundial, antes de iniciar una leve recuperación.
El tipo oficial de interés se ha más que duplicado en los últimos 17 meses, llegando hasta el 6%, y el tipo de interés preferencial (prime rate) se elevó hasta alcanzar el 9%. Lo que quedó claro es que la euforia especulativa, que alimentó el boom de la Bolsa y del mercado inmobiliario, se ha terminado.
El gesto más sintomático -y simbólico- fue la dimisión en octubre de Ichiro Soda de su puesto de presidente del banco más rentable de Japón: el Sumimoto Bank Limited. Durante la última década, el Sumimoto había sido el banco más agresivo de Japón.
Sus beneficios a finales de marzo eran de 184.000 millones de yenes, los más altos de entre los bancos japoneses, y sus recursos alcanzaban la cifra de casi 57 billones de yenes, lo que lo convertía en uno de los mayores bancos del mundo. Una de las principales razones era que el Sumimoto había reorientado resueltamente sus operaciones para pasar del tradicional crédito a empresas, que produce escasos beneficios, a los créditos inmobiliarios y bursátiles. Al final del año fiscal, la cartera del Sumimoto tenía un 26% de préstamos inmobiliarios, más un 11,9% a empresas inmobiliarias y de la construcción, es decir, un total del 38%. Pero el banco se vio envuelto en un escándalo bursátil, a la vez que el riesgo de operar en esos mercados se hizo evidente al descubrirse que un banco del grupo estaba al borde de la quiebra con unos fallidos de 700.000 millones de yenes en créditos inmobiliarios.
El gran número de escándalos que afectaban a instituciones financieras de importancia llevó a Taizo Hashida, presidente del Fuji Bank Limited -el tercer mayor banco del mundo- y presidente de la Federación Bancaria, la figura más influyente de la banca japonesa, a advertir a los bancos de su país acerca del peligro de otorgar créditos con "fines especulativos" para operaciones bursátiles o inmobiliarias. Otra presión directa es el conjunto de restricciones sobre el capital establecidas por el Banco Internacional de Arbitraje, de Basilea, Suiza, que obligan a los bancos a mantener un capital social igual al 8% de sus recursos, obligación que ha forzado a los bancos japoneses, que estaban aumentando de forma espectacular sus créditos a base de hinchar el valor de sus acciones, a restringir su crecimiento.
Ola de inversiones
Sin embargo, el hecho más sorprendente es que mientras en Japón el dinero se hacía más difícil de conseguir -lo que está produciendo daños a los mercados financieros- la economía japonesa crecía casi el 7% en la primera mitad de 1990. Un hecho enormemente significativo es que, de acuerdo con encuestas bursátiles, las empresas japonesas tienen una media de 30 dólares de capital social por cada 100 dólares de recursos, una cifra extraordinariamente alta que las libera de pagar altos tipos de interés o de tener que conseguir capital vendiendo acciones nuevas a bajo precio. Esto ayudará a Japón a mantener su masiva ola de inversiones en el extranjero de los últimos años, en una nación en que, hoy día, éstas son ya más altas que en ningún otro país industrializado y suponen más del doble de las que realiza EE UU.
Y mucho más importante: lo que esto indica -y se trata de un punto crucial para el futuro del sistema monetario mundial- es que la divergencia entre economía real y economía nominal ha dejado de existir, y que la economía real tiene que ser la que guíe el análisis de los movimientos de flujo de capitales en todo el mundo. Éste es un punto al que volveré al final de este ensayo.
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