El 'maelstrom' del Golfo / 1
Dos millones de soldados están frente a frente. La más formidable concentración de tropas y de material bélico del planeta cubre desde hace poco más de cuatro meses las naciones colindantes y los desiertos que rodean al golfo Pérsico. Desde el desembarco de Normandía en junio de 1944, que marcó la etapa final de la II Guerra Mundial con la derrota del nazismo, y desde la guerra de Vietnam con la derrota de Estados Unidos, no se ha visto pareja acumulación bélica. Sólo que ahora la potencia de destrucción de esta colosal maquinaria de guerra se ha decuplicado por kilómetro cuadrado en tierra, mar y aire.Por parte de Estados Unidos, 400.000 hombres y 2.0001anques (en su mayor parte los gigantescos M-1 Abrams, de 60 toneladas) cubren en Arabia Saudí los sitios estratégicos a un centenar de kilómetros- de las fronteras con Irak y más cerca aún de las de Kuwait. Más de mil aviones, de todos los modelos, sobrevuelan día y noche los posibles campos de batalla: aviones espía F17 A, radares volantes Awacs, los interceptores de la línea F-14 al 18, los Phantom de mandos electrónicos. El mar, erizado de siete portaaviones y 150 barcos de guerra de los 600 que forman la Navy, contornean el teatro de operaciones. A ellos hay que sumar, asimismo, los efectivos de 100.000 hombres de la coalición de los 26 países de la comunidad internacional, un millar de carros blindados y 300 aviones; una coalición que no demuestra, sin embargo, un excesivo entusiasmo por los principios que dice defender.
El puente aéreo y marítimo, formado por estas unidades de las fuerzas arrnadas norteamericanas, ha transportado en tres meses la misma cantidad de efectivos que exigieron más de tres años para alimentar la carnicería de Vietnam. La guerra puede estallar mañana. Puede durar un día, pero los aprestos continúan como si se estuviera preparando una guerra de cien años.
Satélite espía
La nave espacial Atlantis ha puesto en órbita, a 700 kilómetros de la Tierra, un satélite espía de 10 toneladas, encargado de sobrevolar la región dos veces por día. y de escudriñar con rayos infrarrojos, en plena oscuridad, las ciudades, las dunas del desierto, los puestos fortificados y las supuestas plataformas de lanzamiento de misiles con cargas químicas y nucleares. Tiene una capacidad de fotografiar objetivos de 12 centímetros de diámetro. La mayor potencia de la Tierra, ella sola, está pues en condiciones de destruir (éste es su objetivo estratégico) en acciones simultáneas y fulminantes los puntos claves del enemigo, que ya están relevados milimétricamente en la mortífera agenda del ataque.
Sacos herméticos
Por otra parte, el alto mando estadounidense (por primera vez en manos de un general negro, ¿signo de pluralismo racial en este conflicto racista?) no ha dejado de calcular escrupulosamente sus pérdidas. El puente aéreo ha transportado también, entre los millones de toneladas de alimentos, de hamburguesas y líquidos envasados, de inillones de tubos de pomada para los labios, de frascos de loción antisol, de talco para los pies, 100.000 body bags. ¿Qué es este nuevo adminículo para la guerra? Sacos herméticos destinados a la repatriación de los futuros cadáveres. Las computadoras del Pentágono han estimado como correctas estas cifras con frío, aunque fúnebre, laconismo.
Lo que el puente aéreo no puede transportar en cantidad suficiente es el millón de metros cúbicos diarios de agua, sustancia vital para los combatientes, que ya está costando, en proporción, diez veces más que el barril de crudo. La sed es su principal enemigo. Y para ganar la guerra hará más falta agua que fuego.
Las fuerzas de Irak (a cuyo poderío y modernización las potencias occidentales han contribuido con largueza, aunque desde luego no con filantropía) disponen de 1.500.000 hombres (de los cuales 430.000 están en Kuwait); 3.500 carros de asalto, 700 aviones de combate y de un apoyo logístico adecuado al terreno. Potencia de ataque y de defensa nada desdeñable, en relación a la de sus adversarios, con la ventaja de ser dueños y conocedores del terreno y de estar perfectamente adaptados y adiestrados a sus particularidades y necesidades durante los diez años de guerra con el Irán.
Diagnósticos
No se debe subestimar, por otra parte, la fuerza que entraña el fanatismo nacionalista e integrista de las masas iraquíes, exacerbado por el carisma de Sadam Husein, don subyugante propio de todos los déspotas.
Pero no son estas magnitudes comparativas las que permiten ensayar un diagnóstico más o menos aproximado de la situación y confrontar las posibilidades en contra o a favor de cada una de las fuerzas en pugna en el caso de una solución militar del conflicto. Más que la proclamada defensa de los derechos humanos, más que la dignidad, libertad y soberanía de las naciones, y, concretamente, más que la liberación del pequeño emirato del Golfo, lo que cuenta esencialmente en este conflicto es el dominio y el control hegemónico del petróleo. Ésta es la cuestión central que los comentaristas occidentales del conflicto parecen omitir con una aguda conciencia de culpa.
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