Entre el arte y la desesperación
Como siempre, Rafael Amador se pasó buena parte de la actuación mirando sonriente al público, como diciendo: "Escuchad qué bien toco". Como siempre, cuando mejor tocó fue cuando no miraba. El líder de Pata Negra continúa una carrera que puede convertirle en el Curro Romero de la música, porque ofrece su arte y sus enormes posibilidades con cuentagotas."Quedaros allí, en Sevilla, que aquí nos cuesta", gritó al final del recital un espectador indignado, después de haber esperado inútilmente durante 15 minutos a que Pata Negra regalase una canción de propina y saborear alguna gota más de una música excelente pero tacaña. Rafael Amador convirtió su recital en una aventura en busca del instante feliz. En la primera parte, acústica y flamenca, hubo pocos. Unos villancicos por bulerías, una improvisación mientras se sustituía una cuerda de guitarra rota, y poco más. En la segunda, eléctrica y con blues, la cosa fue algo mejor.
Pata Negra y Aurora
Pata Negra: Rafael Amador (voz, guitarra flamenca, guitarra eléctrica), Emilio Fernández (guitarra flamenca), Juanjo Pizarro (guitarra eléctrica), Diego Amador (teclados. percusión), Antonio Rodríguez (batería, Juan Nieto (bajo). Aurora: Aurora Losada (voz), El Bola (guitarra flamenca), Ramón Losada (guitarra flamenca), El Negri (percusión), Antonio Ramos (bajo), Amador Losada (palmas, coros), Miguel Losada (palmas, coros). Aforo: 1.500 personas. Precio: 1.200 pesetas. Sala Universal Sur. Madrid, 27 de diciembre.
Sentimiento
Rafael Amador es un excelente guitarrista de blues. Para quien domina la complejidad de los palos flamencos, la estructura del blues es pan comido. Y Amador tiene sentimiento, fuerza, dominio del frasco y lógica en el desarrollo de las improvisaciones. Junto a esto, muchos minutos de vacío y largas exposiciones sin ningún interés. Como en muchos grandes artistas, el precio de un segundo de gran altura creativa es un minuto de lugares comunes.Pero cuando toca la guitarra flamenca, Rafael Amador no es Paco de Lucía. Cuando coge la eléctrica, no es Jimi Hendrix, y cuando canta, no es Camarón. No le hace ninguna falta, porque solo se basta y sobra para ofrecer ratos magníficos, pero para intentar llegar a la altura de los grandes primero hay que dar el callo, y Rafael Amador quiere comenzar la nueva etapa de Pata Negra, sin su hermano Raimundo, en limousine. Excesivo para alguien que puede ser considerado como un enorme artista en potencia, pero con una irregularidad puede dar al traste con la carrera del más pintado.
Aunque Aurora anda en utilitario, su actuación tampoco fue brillante. Esta mujer de 19 años, con la experiencia que dan los tablaos flamencos, tiene poderío, voz, expresión y capacidad interpretativa. Se entrega, a veces en exceso, pero el planteamiento de su recital fue deficiente. Mal sonido, poco ensayo y desajustes en la interpretación deslucieron unas canciones que parten del flamenco, buscan una mayor riqueza armónica y al final se quedaron en algo confuso. En directo, Aurora no consiguió igualar el preciosismo de su reciente disco, Besos de caramelo, aunque también mostró sus cualidades dentro del desorden.
Como tantos artistas gitanos, Rafael Amador y Aurora viven en un mundo propio, lejos de las leyes del mercado. Esto significa una particular manera de entender la música, del tiempo escénico y del desarrollo de los recitales. Actúan como si estuvieran en su casa, en el tablao o en el local de ensayo. Son naturales, espontáneos y verdaderos. Esenciales y profundos. únicos. Hasta aquí, magnífico.
Pero para los ajenos, que quieren el todo y no la fracción, pueden llegar a ser irritantes. Larguísimas presentaciones, tiempos muertos inconcebibles, interminables minutos sin interés y descontrol total. Es su grandeza y su problema, como todos los que se balancean entre el arte propio y la desesperación ajena.
Babelia
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