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Fallece Giacomo Manzú, el escultor comunista amigo de Juan XXIII

Su última obra, "Himno a la vida" está en la sede de la ONU

Juan Arias

Giacomo Manzú, a quien Carlo Pietrangeli, director de los Museos Vaticanos, ha definido como "el mayor escultor italiano del siglo", falleció de infarto a los 83 años de edad, la noche del jueves, en su chalé de Ardea, cerca de Roma. Manzú, comunista y premio Lenin de la Paz, fue amigo personal del Papa Juan XXIII, quien le encargó para la basílica de San Pedro la talla La puerta de la muerte. La desaparición del artista ha dejado un profundo vacío en el mundo del arte y en la misma sociedad, ya que a su pasión por la escultura había unido siempre un limpio empeño ético y político.

Giacomo Manzú, llamado el "escultor de la sensualidad", hombre de izquierdas y amigo personal del Papa Juan XXIII, cuyo busto había esculpido. Reconocido corno el artista de la paz, falleció el jueves mientras en el rnundo soplaban de nuevo los vientos de la guerra. "Por suerte, él, que tanto amaba y tanto había. trabajado por la paz", dijo ayer su viuda Di Giacomo, "se fue sin darse cuenta del nuevo fragor estallado en el golfo". El escultor será enterrado hoy en el jardín de su casa de Ardea, a 40 kilómetros al sur de Roma.Manzú había llegado en los años 30 a Milán en busca de fortuna, cuarido era joven y Pobrísimo. Francesco Messina, director de la Academia de Bellas Artes de Brera, descubrió su talento y le lanzó al mundo de la escultura. Milán, su segunda ciudad después de Roma, fue escenario hace tres años, al cumplir el artista su 80 cumpleaños, de la mayor antología de su obra, en el Palacio Real.

Pulgar feliz

Arnaldo Pomodoro, el escultor de moda de la nueva generacion italiana, afirmó ayer que ha muerto el escultor "del pulgar feliz", aludiendo a que Manzú ha sido considerado siempre como "el mago de la modelación de la arcilla".Curiosamente, el escultor fallecido, comunista de toda la vida, había sentido siempre una profunda pasión por los temas religiosos, sobre todo por los relacionados cor, el dolor de la crucifixión de Jesús, como símbolo de todas las opresiones del hombre. En la entrada a la basílica de San Pedro, Manzú dejó, con su estupenda puerta de bronce sobre la paz, un monumento histórico.

Su última obra monumental, Himno a la vida, fue regalada por el presidente Francesco Cossiga a las Naciones Unidas en nombre de Italia en 1989, como símbolo de paz y fraternidad entre los pueblos.

Y fue seguramente aquella fuerza moral suya lo que llevó al Papa Juan XXIII a escoger a Manzú como el escultor que, según la tradición vaticana, fuera el encargado de hacerle el busto para la historia. En aquella ocasión, Manzú, el comunísta y no creyente, quedó profundamente sorprendido de haber sido llamado por el Papa, y acabó más tarde revelando algunas de las sabrosas conversaciones mantenidas con el el llamado Papa bueno, durante las largas horas en que Juan XXIII tuvo que posar con paciencia para él. El Santo Padre le contó, por ejemplo, que los primeros días de pontificado no conseguía dormir, porque le despertaba continuamente una persona que paseaba por el pasíllo delante de la puerta de su habitación. Se levantó para ver de qué se trataba, y supo que era un gendarme que, según los reglamentos vaticanos, debía vigilar toda la noche ante la estancia del Papa. "Es mejor", le dijo el anciano Juan XXIII, "que se vaya usted a dormir, porque así, además de descansar, me dejara dormir a mí".

En otra ocasión, hizo asomarse al escultor a una de las ventanas que dan a los formidables jardines vaticanos, y le dijo: "Me gustaría poder abrirlos para que viniesen a jugar en ellos los niños de los barrios de Roma que no tienen un metro de verde donde correr. Pero yo soy ya demasiado viejo para estas batallas. Espero que lo haga otro Papa más joven y con mayores energías para luchar".

Los funerales de Manzú se celebran esta mañana en Roma por Monseñor De Bonis, un alto prelado del Vaticano quien le asistió en los ultimos momentos, a pesar de que el escultor no era creyente.

El secretario comunista Achille Ocehetto, dijo ayer que las obras de Manzú hablarán a "la conciencia de creyentes y no creyentes, llevando al mundo el mensaje de una civilización fundada sobre el rechazo de la guerra, la tolerancia y el respeto recíproco de los pueblos".

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