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FERIA DE SEVILLA

Fiasco ganadero

En las seis primeras corridas de la feria, todavía no se ha producido el triunfo rotundo, ese indiscutible que hace salir a los aficionados toreando de la plaza. Lo grave es que en ese pobre balance artístico no cabe repartir responsabilidades entre los diestros y los ganaderos. Casi toda la responsabilidad es imputable a éstos, mejor dicho, a los pupilos que han seleccionado y criado en sus dehesas.La primera corrida, la de Herederos de Carlos Núñez fue descastada, y no sólo eso, sino que, además tuvo dificultades, que toreros tan avezados como José Antonio Campuzano y Manili se las vieron y se las desearon para vencerlas. Solamente la casta de Espartaco Chico pudo vencer la falta de sangre brava del último de la tarde, al que, jugándosela consiguió arrancarle una oreja.

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La segunda corrida, la de Joâo Moura sacó mucho genio. Hubo algún toro simplemente aprovechable, que sirvió para que Parada sacara algunos muletazos de buena factura. En general fueron blandos, excepto el que le tocó en desgracia en segundo lugar a Pepie Luis Vázquez, que era manso y poderoso, el arquetipo de toro contraestilo, que llaman los taurinos, para el toreo del diestro de San Bernardo.

La tercera corrida, la del conde de la Maza, colmó las más severas exigencias de los aficionados en cuanto a lámina y presentación, y sobre todo echó por tierra un tópico que circula por el planeta taurino, el de que los toros con mucho peso, necesariamente tiene que caerse. Eso es cierto cuando no tienen estructura, armazón. Los del conde de la Maza, pasaron de los 500 kilos y no se cayó ninguno. Respecto al comportamiento, llubo de todo. Dos toros bravos, quinto y sexto, otro manejable, y tres mansurrones,que no descastados. Fue un pequeno oasis, en el desierto imperante.

El cuarto encierro, el de El Torero, se disputa, por ahora, el palmarés de la mansedumbre con la corrida de Carlos Núñez.

Pocas veces hemos presenciado unos toros de lidia con menos ganas de pelea. Se libra algo de tan severo juicio, el cuarto de la tarde, que correspondió a Manzanares, y no acertó a quedarse en el sitio que había que estar.

La quinta corrida, la salmantina de Montalvo, también adoleció de casta. Fue una excepción el corrido en quinto lugar, que aprovechó Fernando Cepeda para hacerle una buena faena que no remató con la espada.

Fue en compensación al sobrero de El Torero que le tocó en primer lugar, el de los tres avisos al diestro de Gines. Un regalito.

La sexta corrida, de El Torreón, además de, generalmente, inválida, fue descastada, y varios de ellos, con peligro. Especiales dificultades tuvo el primero de Ojeda, con el que se jugó la vida, y que al no rematar con el acero perdió la oreja.

Un balance para la reflexión, sobre la situación de la cabaña brava.

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