Cristina de Borbón
La Infanta desayuna en París con periodistas españoles
Hace unos días, la infanta Cris tina fue a ver la exposición con sagrada a la escultora Camille Claudel en el Museo Rodin, de París. Había tal cola que la Infanta optó por renunciar a su proyecto. Más suerte tuvo con la muestra del pintor puntillista Seurat, en el Grand Palais. Y también en fechas recientes, con las películas Despertares, Bailando con lobos y Matrimonio de conveniencia.
Y es que cuando termina su trabajo en la sede central de la Unesco (de las nueve de la manana a las seis de la tarde) y los fines de semana, la hija menor de los Reyes de España va al cine, visita museos, monumentos y exposiciones, cena con amigos y escucha música.
La infanta Cristina contó ayer ésas y otras cosas de su vida profesional y privada en un desayuno con corresponsales españoles en París celebrado en la residencia del embajador en la Unesco. Era su primer contacto directo con la prensa, y antes de atacar el café con leche y las tostadas admitió que no estaba muy segura de poder tragar bocado. Pero finalmente lo hizo. Y también respondió a todas las preguntas y se rió e hizo reír a sus interlocutores.
Cristina contó que en un par de ocasiones se ha encontrado con grupos de turistas espanoles en París. Les ha visto dudar sobre su identidad al verla haciendo una cola ante un museo o esperando un tren. Pero en ambos casos los turistas optaron por interpelarla directamente, y en ambos casos la Infanta dijo, muy divertida, que, en efecto, era ella.
Ayer vestía una blusa color mostaza y una falda estampada, ajustada y cortada a la altura de las rodillas. Era un conjunto lo suficientemente chic para no desentonar en París y lo suficientemente discreto para no despertar habladurías. La Infanta, que jugó constantemente con un anillo de erro, quizá para calmar los nervios, se rió mucho cuando alguien le preguntó si tenía asesor de imagen y dijo que ella misma seleccionaba sus vestidos y sus actividades, en el conocimiento de los límites que le impone su pertenencia a la familia real.
La Infanta está realizando un cursillo de relaciones internacionales en la sede de la Unesco. Es un modo de completar sus estudios en Ciencias Políticas y también un paso más en el camino hacia el futuro desempeño de un trabajo. Cristina, que en la Unesco cobra un dólar a título simbólico, piensa ejercer una profesión. No ve ninguna razon por la cual tenga que llevar una vida ociosa.
Estos días, está espantada por el drama de los kurdos y piensa que todo el mundo debería hacer algo por aliviar sus miserias. Ella no quiere ni puede meterse en debates políticos, pero la suerte de los pueblos sin patria le preocupa.
La Infanta, que vive en un apartamento en París, vuelve a reírse, esta vez a carcajadas, al saberse colocada por las revistas del corazón francesas en uno de los primeros puestos de las princesas casaderas de Europa. Dice que no sufre presiones de ningún tipo y que se casará cuando encuentre al hombre del que se enamore. Por el momento, no parece tener prisa.
Antes de despedirse, la Infanta hizo a los periodistas una pregunta que le quemaba. Quería saber qué imagen tenían de ella antes de haberla conocido. Temía que el hecho de que la mayoría de las fotos la presente en actos oficiales o competiciones deportivas haga creer a los españoles que ella no hace otra cosa que eso. Y deseaba subrayar que la hija de los Reyes también estudia y trabaja.
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