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La Europa del Este se resiste a la 'finlandización'

Moscú intenta evitar que sus antiguos aliados liguen su seguridad a la de Occidente

Los antiguos aliados de la Unión Soviética en el Pacto de Varsovia se ven sometidos en las últimas semanas a crecientes presiones de Moscú para el establecimiento de acuerdos bilaterales que limitarían la soberanía de estos países en materia de seguridad. Hungría, Polonia, Bulgaria y Checoslovaquia han denunciado los intentos de la URSS de imponer unos acuerdos bilaterales con sus antiguos aliados que contendrían una cláusula impidiéndoles "entrar en alianzas contrarias a la URSS".

Todos estos países temen que un acuerdo en tales términos pueda ser interpretado por la URSS en detrimento de su soberanía para cerrarles la puerta de ingreso en la Comunidad Europea, la OTAN u otras estructuras de seguridad que puedan emanar de Europa occidental.Rumania es el único ex miembro del Pacto de Varsovia que ya ha firmado un acuerdo con la URSS en dichos términos. El presidente rumano, Ion Iliescu, justificó en declaraciones a EL PAÍS su firma, señalando que "anula los acuerdos anteriores" y liquida así el "marco internacionalista" y comunista de las relaciones bilaterales. Illescu calificó de "lógico" que un acuerdo de "amistad y cooperación" incluya una cláusula que impide a cualquiera de los firmantes entrar en alianzas "contra el otro".

El acuerdo, según reveló Iliescu, había comenzado a negociarse en enero de 1990, es decir, semanas después de la caída del dictador Nicolae Ceausescu, y por parte de un Gobierno provisional rumano. La oposición en Bucarest lo considera una prueba de la connivencia soviética con la dirección rumana actual, que considera continuadora del régimen comunista.

La cláusula que la URSS quiere imponer en todos estos acuerdos bilaterales impediría a los Estados firmantes un eventual ingreso en la Alianza Atlántica que todos ellos ven de una u otra forma como la organización de la que deberá emanar la nueva estructura de seguridad global europea en el futuro.

La URSS parece temer que una Alianza Atlántica ampliada establezca sus nuevos límites en la propia frontera occidental. Por ello, intenta de nuevo crear una franja de seguridad entre la OTAN y su territorio por medio de dichos tratados bilaterales.

Endurecimiento soviético

Las negociaciones entre Moscú y sus aliados, excepto la citada Rumania, están prácticamente paralizadas ante un claro endurecimiento de la posición soviética que se ha hecho patente con la sustitución en el ministerio de Asuntos Exteriores de Edvard Shevardnadze por Alexandr Besmetrnij.

Los Gobiernos democráticos de Checoslovaquia, Polonia y Hungría intentan recabar ayuda en Occidente para frenar lo que muchos interpretan como un intento de Moscú de frenar el proceso de disolución de su hegemonía en Centroeuropa. El paso más claro en este sentido en los últimos meses fue la llamada del presidente checoslovaco, Vaclav Havel, a la OTAN a abrir sus puertas a las nuevas democracias centroeuropeas.

Por otro lado, Varsovia, Praga y Budapest han comenzado a integrar sus esfuerzos en el campo de la defensa con acuerdos como el firmado recientemente en la localidad húngara de Visegrad. Los iniciales y titubeantes pasos hacia una especie de federación centroeuropea han sido abandonados para adoptar una posición netamente occidentalista y evitar precisamente quedar como una franja finlandizada entre la Gran Alemania y la URSS.

La alarma en Varsovia, Praga, Budapest y Sofía se incrementó tras un discurso del viceministro de Exteriores soviético, Yull Kwitsinski, en Praga la pasada semana, en el que habló de la creación de estructuras consultivas para sustituir al Pacto de Varsovia, disuelto oficialmente el pasado día 1 de abril. Kwitsinski habló de los legítimos intereses históricos y geopolíticos de la URSS" en Europa central, lo que en las capitales afectadas evocó la retórica brezneviana.

Posición de Polonia

La retirada de las tropas soviéticas de estos países está en marcha, y quedará completada este verano en lo que a Hungría y Checoslovaquia se refiere. No obstante, en Polonia aún hay más de 50.000 soldados soviéticos y la posición geoestratégica de este país, arropada por el contingente de 350.000 hombres estacionados aún en el territorio de la antigua República Democrática Alemana, hacen temer a Varsovia que Moscú trate de imponer una singularización de las relaciones soviético-polacas que limiten la soberanía del nuevo Estado democrático polaco.

Los Estados ex socialistas se ven forzados a grandes equilibrios negociadores dada su continuada dependencia de la URSS en materias primas y en piezas de recambio para los equipos de sus Fuerzas Armadas, en su práctica totalidad de procedencia o licencia soviéticas. No obstante, están decididos a defender su recién recobrada soberanía, aun a costa de la irritación de Moscú, fomentada ésta por los círculos conservadores y militares hoy en alza y que han reinstaurado la imagen de la OTAN como el "enemigo imperialista".

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