"El integrismo es toda una desviación del islam"
Nacido en 1910 en Argelia y residente durante buena parte de su vida en ese país, en Marruecos, en Egipto y en Líbano, autor de más de 20 libros eruditos y de millares de artículos de prensa, catedrático jubilado del Colegio de Francia, Berque es desde hace décadas un polo de referencia intelectual obligado en la política árabe y mediterránea de Francia. En la actualidad continúa sus trabajos en la región de las Landas.Pregunta. ¿Cómo ha vivido usted la guerra del Golfo?
Respuesta. Con mucha tristeza. Francia y Europa han hecho una guerra contra natura. Francia ha traicionado toda su vieja política árabe; Europa ha demostrado una penosa falta de autonomía respecto a Estados Unidos.
P. ¿Cree que esa guerra ha sido la de Occidente contra los árabes?
R. En un artículo que publiqué en Libération el pasado 18 de agosto la definí como una guerra del Norte contra el Sur. Yo nunca la interpreté como una guerra en defensa del derecho internacional. El derecho internacional ha sufrido muchas otras violaciones, sin que los occidentales hayamos hecho guerras para restablecerlo. Es evidente que Irak abusó de la fuerza al invadir Kuwait. Tal agresión era injustificable. Dicho eso, creo que la respuesta de los norteamericanos ha sido desproporcionada e irresponsable. Desproporcionada porque sobre Irak han caído en unas semanas tantas bombas como sobre Alemania en cuatro años de guerra. E irresponsable porque los norteamericanos -si, como afirman, quieren pacificar Oriente Próximo- están obligados a cooperar con los árabes, y es irresponsable despertar tanto rencor, tanta humillación, tanto complejo de inferioridad.
Aplicar las resoluciones
P. ¿Qué puede hacerse para calmar esos sentimientos de humillación?
R. Aplicar con extraordinaria energía las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas sobre la retirada israelí de los territorios ocupados en 1967. Pero yo soy muy pesimista al respecto.
P. La guerra ha resucitado la vieja cuestión de saber si de veras existe o no un mundo árabe desde Marraquech a Basora.
R. El mundo árabe existe negativamente; no positivamente. Las esperanzas de unida del mundo árabe se hundieron cuando Nasser perdió la guerra de 1967. Sin embargo sigue existiendo una comunidad afectiva entre los países árabes que sólo se despierta en situaciones negativas, en las crisis, en las derrotas, en las humillaciones compartidas. Acabamos de ver cómo las gentes de Mauritania se mostraban tan apasionadas ante los bombardeos de Bagdad como las de Jordania.
P. ¿Cuántos mundos árabes positivos tiene usted registrados?
R. En primer lugar, Egipto, la más vieja nación del mundo, excepción hecha de Mesopotamia. Egipto es también el primer país árabe que en los tiempos modernos emprendió el camino de la modernidad. En 1923, Egipto erigió por sus propios medios un parlamentarismo de tipo burgués, y eso pese a estar ocupado por una potencia extranjera. Nasser terminó con esa experiencia. Luego hay el Magreb, que ha sufrido durante más de un siglo una gran influencia occidental, en particular francesa. Esa influencia se ha enraizado en sus viejas particularidades arabo-bereberes. Existe el bloque de Arabia, reconocible por su dialecto y sus características geográficas y políticas. Y por último hay el Creciente Fértil. Lo que supone como mínimo que se hable de cuatro grandes regiones árabes.
P. Usted ha culminado su carrera de arabista con una traducción al francés del Corán. ¿Cree que existe una oposición fundamental entre la religión basada en ese libro y la modernidad?
R. Si usted me hubiera hecho esa pregunta en el siglo XIII, la respuesta hubiera sido evidente. En esa época el islam representaba el progreso, y la cristiandad, el atraso. Los españoles deberían saberlo mejor que nadie, puesto que era la Escuela de Toledo la que traducía al latín las grandes obras de Avicena y Averroes. Ahora yo estoy traduciendo una obra árabe del siglo XII llamada Kitab al Arani, el Libro de los Cantos, que trata de los tiempos de Harum al Rachid. Al lado de su contemporáneo Carlomagno, Harum al Rachid representaba la civilización. Pero para volver a su pregunta, no hay nada en el Corán que preconice un rechazo del progreso. Del Corán, como de los Evangelios o la Torah, pueden hacerse lecturas racionales y retrógradas, y también lecturas de evasión, lecturas místicas o lecturas puramente literarias. Yo reivindico una lectura racional. ¿Sabe usted que en sus 6.232 versículos la palabra "razón" es pronunciada 44 veces, mientras que la raíz "sagrado" sólo aparece siete veces?
P. Para ser más concretos, ¿cree que el Corán es incompatible con la democracia y los derechos humanos?
R. Al contrario. Según el Corán, Dios ha creado al hombre como su lugarteniente en la tierra. Pero el hombre es un ser colectivo y si los ulemas musulmanes lo quisieran, podrían considerar que son los seres humanos en su conjunto los que toman las decisiones sobre las cuestiones terrenales. La consulta, la chura, es una palabra clave del Corán, el título de una de sus suratas. En términos estrictamente coránicos, la consulta de todos los seres humanos y no sólo de los notables y los ricos es el sistema preferencial de gobierno.
P. ¿Cómo interpreta usted el islamismo político? ¿Puede tratarse de un modo de defensa frente a Occidente de la propia identidad cultural?
R. De modo general puede afirmarse que el islam ha salvado la identidad de los países árabes y musulmanes, y pienso en particular en Argelia, en el periodo de la colonización europea. Tras la descolonización, ante los fracasos de los modelos liberales y socialistas imitadores de Occidente, las masas de esos países han recurrido a lo que tenían de más específico, es decir, su cultura, y dentro de esta cultura, el islam. Dado su nivel de desarrollo no podían recurrir a otra cosa. Pero en cuanto a la ideología integrista o islamista, la considero una interpretación tendenciosa del islam. No es un regreso a las fuentes, ni tan siquiera una interpretación conservadora o tradicionalista del islam. El islamismo es toda una desviación del islam. Y no dudo en calificarlo de una ideología fascistizante abusivamente basada en el islam.
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