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Londres condiciona su ayuda a Líbano a la liberación de los rehenes

Era ciertamente algo más que indignación lo que se percibía ayer en la jerarquía del libanés Partido de Dios (Hezbolá) mientras el viceministro británico de Exteriores, Douglas Hogg, ponía punto final a su visita a Beirut advirtiendo que, en tanto existan rehenes occidentales, el país no recibirá una sola libra esterlina para reconstruir su país.Los líderes musulmanes que asistían a una reunión en los salones del hotel Carlton hablaban de un "chantaje económico" al estilo norteamericano. El hombre de a pie se preguntaba por qué los libaneses tendrían que pagar las consecuencias de un fenómeno en gran parte ajeno.

Hasta los jeques más moderados tuvieron que admitir que el secretario general del proiraní Hezbolá, Sayed Abbas Musawi, tenía razón cuando pronosticó la semana pasada que la visita del ministro británico acarrearía 11 "males adicionales". Incluso en medios oficiales resultaba difícil disimular cierto fastidio gubernamental mientras Hogg viajaba a Damasco al término de tres días de contactos y excursiones.

Si Londres quiere sacar a sus tres rehenes, se preguntó el jeque Maher Hammud, dirigente radical de la Asamblea Islámica de Sidón, "¿por qué no emplea la misma presión con Israel para que nuestros hermanos vuelvan a casa?" Cinco años después de la ola de secuestros en Beirut, la carta de los rehenes ha perdido valor para los mentores de Hezbolá en Irán y sus fogosos adeptos libaneses. Se mire por donde se mire, no cabe duda de que la llave de las celdas del enviado de la Iglesia anglicana Terry Waite, el periodista John McCarthy y el ex piloto de la RAF Jack Mann y del resto de los cautivos están ahora en manos de Israel.

Persuadir a Israel

En una conferencia de prensa, Hogg puso en claro que también tratará de persuadir a Israel, ya que la liberación de más de 350 libaneses y palestinos encerrados en la temida cárcel de Al Khiam, en la franja que Israel ocupa en el sur de Líbano desde 1978, se ha convertido en la principal demanda de los secuestradores.

Hogg recordó que Londres insiste en que el Estado judío debe liberar al jeque Abdel Karim Obeid, el clérigo shií secuestrado por los israelíes en julio de 1989. Los británicos han condenado ese secuestro, pero jamás han insinuado medidas para dotar de dientes a esa actitud.

Como era previsible, en la conferencia de prensa que Hogg ofreció en la Embajada británica, brilló el esmero en poner de relieve los aspectos menos reveladores de lo que en círculos musulmanes se describe como la futilidad de un pomposo ejercicio diplomático británico.

El ministro habló de "tendencias alentadoras" y de "un mejor clima" en la búsqueda de una solución a la crisis de los rehenes. Pero si en los tres días de su visita hubo algo más que apretones de manos con autoridades libanesas, ello debe ser el secreto que mejor se ha guardado nunca en Beirut.

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