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Reportaje:RECUERDOS FAMILIARES DE LA HERMANA DE GALA

Gala, Éluard y Dalí, tres seres de otro mundo

Lidia Jarolymek rememora sus días junto a su hermana y los hombres con los que ésta compartió su vida

Helena Deluvina Diakonova nació en Kazán en 1893. Lidia, ocho años menor, no guarda ningún recuerdo de la bella ciudad fundada por los tártaros a orillas del Volga. Su primera imagen de Gala se localiza en Moscú, donde la familia -Lidia era la menor de los cuatro hermanos- se había instalado no sabe si antes o después de la muerte de su padre. No conoció a este hombre -"tenía tres años cuando murió", dice- y nadie le habló nunca de él. Sí tiene noticia, en cambio, de su ascendencia materna: "Nuestra madre tenía sangre noble. La abuela pertenecía a la aristocracia rusa y el abuelo era copropietario de una mina de oro en Siberia".Lidia se acuerda mejor de su padrastro, Iván, un abogado con el que su madre se unió en segundas nupcias en Moscú. "Nos iba muy bien cuando mi madre volvió a casarse. Podíamos asistir a muy buenos colegios. Mi hermano mayor [Vadim] y yo fuimos a un colegio estatal muy selectivo y muy severo. No era fácil ser admitido en este colegio. Nikolái iba a un colegio privado más tranquilo, en el que se hacía mucho deporte. Gala también iba a un colegio muy bueno, en el que se enseñaba latín, algo muy raro entonces. Y era un colegio que tenía famosos alumnos como, por ejemplo, la poetisa rusa Marina Tsvietáieva".

Gala mantuvo una estrecha amistad con la hermana de esta poetisa; una relación que se prolongó "durante muchos años", recuerda Lidia. Debía de compartir con ella su afición por la literatura; Dostolevski y Tolstoi eran los autores preferidos de la que más tarde sería la esposa del poeta Paul Éluard, que, entonces, "tenía más interés por la prosa que por la poesía". Gala acudía a clases especiales de literatura y su hermana intuye que su interés por el autor de Ana Karenina no era ajeno a la influencia de determinado profesor: "Se llamaba Grivzov. Gala estaba muy enamorada y creo que también había cierto interés por parte de él, aunque no puedo afirmarlo con seguridad. Al terminar las clases siempre se quedaban juntos hablando. Yo vi una o dos veces a este profesor. Era un hombre maduro, muy guapo, y a pesar de mi corta edad me di cuenta de que Gala no sólo iba a las clases por la literatura". Fue un amor juvenil, platónico, que derivó, según Lidia, en una larga amistad: "Se escribieron durante muchos años. Tengo copia de las cartas que él enviaba a Gala a Paris", dice Lidia. ¿Son cartas de amor? "No son cartas de amor; hablan de literatura. No sé cómo eran las de Gala".

Gala tenía entonces 17 o 18 años. El viaje al balneario que cambiaría su vida estaba ya próximo. Gala no gozaba de buena salud. "Tenía problemas con los pulmones y la mandaron a Suiza". El viaje era largo y el tratamiento, caro. Pero los balnearios suizos eran los mejores o, al menos, los de mayor prestigio, y los Diakonov podían perinitírselo: "Nosotros, jóvenes todavía, no notamos que la familia hubiera hecho un esfuerzo económico especial".

Gala se marchó en otoño de 1912. Tenía 19 años. Lidia no recuerda la despedida ni cómo se enteró la familia de que su hermana había conocido a Paul Éluard, dos años menor que ella. "No me enteré directamente de que había encontrado a alguien que quería. Supongo que escribió a mi madre", dice Lidia. Gala regresó a principios de 1914 enferma de amor. Quería marcharse a París. No hizo confidencias a su hermana sobre su relación con Paul Éluard. Pero Lidia observaba: "Se escribían cada día". Y afirma: "Gala era muy infeliz con la separación".

"Uno de los signos externos de esta infelicidad", dice Lidia, "es que le subió la temperatura; siempre tenía fiebre. Entonces la familia consideró que antes que perjudicar su salud era mejor dejarla marchar". Gala abandonó Moscú a principios de 1916. "Estaba triste y feliz a la vez", señala Lidia. No recuerda qué se llevó Gala a París, pero sí que lucía un collar de perlas porque ella reclamó otro igual. Las dos hermanas no volvieron a verse hasta 1924, en París. Lidia había salido también de Rusia. Había vivido, con su segundo marido, en Teherán y en Berlín. Las dos se fueron de Moscú por amor. Gala, subyugada por el atractivo de Eluard; Lidia, seducida por el encanto de un amigo de su primer marido, que llegó a Moscú en viaje de negocios. "Fue un flechazo".

Lidia visitó a Gala en la casa que ésta compartía con su esposo, Paul Éluard, y con Max Ernst en Eaubonne, en las afueras de la capital francesa. "Ernst era amigo de la familia", dice para explicar la presencia del pintor alemán en la casa. Una explicación menos precisa que la que ella misma facilitó en una entrevista con la periodista francesa Chantal Vieuille en 1987: "Era un trío de amor", aseguró entonces en alusión a la estrecha relación física e intelectual que existía entre la pareja y el pintor alemán.

"Tener varios romances le ocurre a cualquier mujer", señala Lidia cuando se le pregunta por los numerosos amantes de Gala. "En esto ha habido exageraciones. Admito que Gala pudo tener cierto interés por algunos de los hombres que conoció, pero nunca me habló de sus relaciones sexuales. En una familia normal no se habla de estas cosas".

Éluard causó a Lidia "una excelente impresión". Aunque le vio "un poco desengañado de la vida". Eso fue antes de la huida del poeta, que emprendió un largo viaje que culminó en Saigón, adonde Gala fue a buscarle. "Mi madre estaba muy preocupada por este viaje", recuerda Lidia. "Todavía tengo cartas de ella pidiéndome que me ocupara de Gala, que fuera a visitarla. Mi madre creía que yo era la más fuerte de las dos, pero creo que Gala también tenía su fuerza".

La relación entre Gala y Dalí se inició en 1929 y se prolongó durante más de 50 años. Lidia vio seis o siete veces al pintor catalán. En Austria, Francia, Italia y en Cadaqués, en España. "El deseo de Dalí de jugar, de hacer teatro, era tan profundo en su carácter que incluso lo hacía cuando no era necesario, cuando no tenía público".

Gala, según dicen las crónicas, era arrogante, ambiciosa, despiadada, despectiva; una forma de actuar que alcanzó su plenitud durante su relación con Dalí. "No estoy de acuerdo totalmente", corrige Lidia. "Es verdad que Gala tenía un carácter muy fuerte. Si alguien le caía mal o la molestaba, lo demostraba abiertamente y le decía que se largara. Pero también era una persona buenísima. Por ejemplo, con mi madre, con mi hermano,conmigo. Se preocupaba mucho de nostros, nos mandaba dinero. No es cierto que ella sólo fuera detrás del dinero".

Dicen también las crónicas que Gala no sentía ningún afecto por su hija. "Es muy difícil este tema", reflexiona Lidia. "Mientras Gala vivía con Éluard y Ce cile era pequeña, formaban una familia muy unida y había un gran cariño entre los tres. Luego, cuando Gala eligió a Dalí para casarse, Cecile rechazó totalmente a Dalí. Cecile amaba a su padre locamente y para ella la separación era un hecho terrible. Incluso le dijo a Gala que no se casara con Dalí. Pero Gala, como buena rusa, contestó: 'No importa".

Más tarde, las cosas "se arreglaron un poco", comenta Robert Descharnes, colaborador del Pintor hasta su muerte, presente en la entrevista. Cecile visitó algunas veces a los Dalí en Cadaqués. Pero este acercamiento no debió de calar demasiado en Gala, que en su testamento -fechado en diciembre de 1980, un año y medio antes de morir-"nada le lega a Cecile por haber recibido en vida, con creces, cuantos derechos pudiera acreditar". Pero Gala no se salió con la suya; Cecile logró un importante legado: cuadros, dibujos, objetos personales y una importante cantidad de dinero en dólares y pesetas.

La cintura de Lidia y el traje de Coco Chanel

Lidia conserva pocos recuerdos de su hermana Gala y de sus dos cuñados. Unos pocos libros y fotografías, algunas dedicatorias y un vestido de Coco Chanel. Los guarda en el piso alto de su casa, una magnífica vivienda situada en el barrio residencial de Grinzing, a dos pasos del inmueble que ocupó Bruno Kreisky y a menos de 100 metros de la parroquia de Heiligenstadt, junto a la que vivió Beethoven.Lidia tiene sus habitaciones en la parte alta de la casa, a la que se accede por una empinada escalera por la que, a sus casi noventa años, transita con inusitada agilidad. Toma los libros y las fotografías y los muestra con orgullo: "A Lidia, con todo el afecto", dice una dedicatoria de Dalí escrita en francés y fechada en 1962.

El ruso y el francés

El francés era el idioma que utilizaba Gala en suscartas. Lidia le contestaba en ruso. "Una vez me escribió diciendo que quería regalarme un traje de la famosa Coco Chanel y me pidió que le mandara mis medidas. Le contesté que mi cintura no era como antes. Y Gala me contestó: 'No me importa cómo era antes, sino cómo es ahora'. Le di mis medidas y me mandó el traje. Todavía lo tengo y aún me lo puede poner", concluye con indisimulada coquetería.

Se la ve feliz. Tiene una hermosa familia: su hijo, su nuera y los nietos, que alborotan siempre por la casa, como hacían sus hermanos. A ella, que era la menor, todos la mimaban, dice. Lidia, amante del deporte y de la danza, creció fuer te, robusta, y Gala, "rnuy esbelta, muy delgadita", comenta. Recuerda que gracias a su complexión física podía complacer a Gala cuando, ya casi adolescentes, ésta se bañaba y le pedía que la llevara al dormitorio en brazos.

En aquella época, el hermano mayor, Vadim, tenía ya claro que sería filólogo, carrera que le permitió más tarde ensenar en la Universidad como profesor numerarlo y escribir un libro sobre la obra de Turguénev. "Excepto Nikolái, que fue ingeniero hidráulico, en casa todos escribíamos. Mi madre publicó en Moscú un libro de cuentos infantiles bastante importante. Por tanto, me parece lógico que, como se ha dicho, Gala escribiera durante sus anos con Éluard y Dalí".

Los Diakonov tenían un confortable apartamento en el centro de Muscú, suficientemente amplio como para albergar con comodidad a los seis miembros de la familia, a dos primos y al servicio. Después de la Revolución debieron conformarse sólo con dos habitaciones, una para el matrimonio y otra para los hijos que quedaban en la casa. Antes de eso, la vida transcurría plácida para los Diakonov, que premiaban los éxitos escolares de sus hijos llevándoles a manifestaciones culturales, la ópera entre ellas. "Íbamos en las grandes fiestas y cuando aprobábamos un examen importante", dice Lidia. Los padres seguían de cerca las relaciones de sus hijos, especialmente de Gala: "Como mi madre no quería que regresara sola de la escuela, Nikolái debía ir a buscarla, y como no le gustaba cobraba una pequena cantidad. Eran otros tiempos, en los que era imposible que una señorita de buena familia anduviera sola por la calle".

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