Seguridad
Ciertamente no produce ninguna seguridad el hecho de que el Consejo de Seguridad de la ONU esté formado por los mayores traficantes de armas del planeta. Me refiero a los cinco miembros permanentes con derecho a veto, Estados Unidos, URSS, Francia, China y Reino Unido, que son los que cortan el bacalao en el Consejo. Como al mismo tiempo estos cinco países son los superventas mundiales de la industria mortífera, ya se pueden imaginar en qué estado de maceración tienen al pobre bacalao a fuerza de atizarle con el muestrario de bombas en la cococha.Los ciudadanos de a pie, que hemos visto demasiadas películas de espías, tendemos a creer que los traficantes de armas son unos seres narigudos y siniestros, que caminan encorvados como si siempre les soplara en contra un ventarrón tremendo y que llevan a cabo sus manejos dentro de la ilegalidad más procelosa. Pero no. Los traficantes más preeminentes de la Tierra son graves prohombres. Son ministros de Industria o de Defensa, generales con la pechuga erguida y alicatada de medallas, consejeros de bancos. También España, claro, se dedica a esta venta, aunque nuestra tecnología exterminadora ronde el nivel del tirachinas. Lo cual no mengua el asquito y la culpa: si no matamos mas es porque no sabemos.
Todo esto es sobradamente conocido, pero, no sé por qué, parece que nos empeñamos en olvidarlo. Será porque nos abruma apreciar dónde estamos metidos. Tras la guerra del Golfo, la venta de armas de los cinco traficas ha experimentado, dicen los expertos, una subida exorbitante. Espanta pensar qué tipo de seguridad (la seguridad de quién, de qué) imponen en el Consejo estos mangantes. ¡Y ahora ellos mismos hablan de moralizar la venta de armas! No he parado de temblar desde que lo he oído.
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