¿Qué hacer con el CDS?
El autor cree que el CDS -que celebra un congreso extraordinario este próximo fin de semana- se encuentra "al borde de la extinción", por lo que es preciso un cambio drástico, que implique la sustitución de su actual equipo directivo.
No es exagerado afirmar que, políticamente, el CDS está al borde de la extinción. De ahí la necesidad de que el próximo congreso extraordinario genere un cambio drástico de su desfalleciente imagen. Sustituir al equipo de dirección es condición indispensable para renovar el perfil político del partido y trasmitir a la opinión pública que todo en el CDS va a transcurrir de manera muy distinta a como hasta ahora había transcurrido. Los electores no entenderían que los afiliados reeligieran a los responsables de la situación de quiebra en que se encuentra la formación centrista. No habría posibilidad real de resurgimiento porque sería casi imposible recuperar la credibilidad.El CDS, sin embargo, no se enfrenta sólo a un problema de sucesión de sus dirigentes. Recuperar la credibilidad para concurrir en condiciones adecuadas a la próxima consulta electoral requiere algo más. Al menos estas tres cosas: proyectar una identidad clara, hasta ahora diluida por el carisma arrollador de Adolfo Suárez como fuente de atracción de los votos del CDS, para que el elector sepa con certeza lo que vota cuando emite su voto a favor del CDS; dar coherencia, constancia, y rigor a su acción política, de tal modo que el votante centrista sepa que su voto no se va a pasear erráticamente de un lado a otro en apoyo de no se sabe qué o quién; lograr ser percibido como un partido, serio, de gobierno, es decir, con proyecto propio y capacidad para contribuir al progreso, a la justicia, al bienestar y a la estabilidad política de España. En suma, reconstruir un partido útil volcado hacia afuera, hacia los problemas reales de los ciudadanos, que aspire a representar a un segmento de la sociedad española, nutriéndose así de un electorado estable. Todo ello implica un profundo cambio de estilo, talante, actitudes y comportamientos. Exige asimismo una amplia modificación de los estatutos del partido para descentralizar su organización, colegiar la dirección en mucha mayor medida y reequilibrar o sustituir un presidencialismo excesivo.
Problemas reales
Desde un punto de vista ideológico-programático, la renovación demanda una profundización y desarrollo de los rasgos y orientaciones que aparecen en sus ponencias y programas. No sería conveniente, a mi entender, cifrar las perspectivas del partido en una redefinición ideológica, no sólo porque la evolución del mundo y del pensamiento hacen cada vez más difíciles o imprecisos los enunciados meramente ideológicos, sino porque resulta preferible ahondar en el estudio y reflexión sobre los problemas reales de nuestro tiempo y de nuestro país en un marco antidogmático, flexible y abierto en el que la creatividad y la innovación encuentren terreno abonado. Sumergirse en un debate ideológico abstracto es en los tiempos que corren bastante estéril. Enlazar conceptualmente, como propone algún sector del partido, con lo radical, lo burgués-ilustrado, lo pequeño burgués o expresiones de similar índole es, en el fondo, incapacidad para sustraerse a un planteamiento decimonónico ajeno a la naturaleza real de la sociedad posindustrial. La unión monetaria europea, el pacto autonómico, la proyección exterior de España, la inflación, las dificultades de la pequeña empresa, la droga o el paro no pueden encontrar soluciones viables, rigurosas y coherentes en unos planteamientos de épocas pasadas. Los objetivos de profundización de las libertades, de disminución de desigualdades sociales o de justicia distributiva, reclaman hoy enfoques, caminos y métodos muy diferentes de los que se han seguido hasta hace escasos años. Hay una cierta retórica que probablemente ha muerto para siempre, aunque todavía circule como residuo un lenguaje de nada fácil sustitución.
Definido pues como está el marco ideológico, ser útil en la actual coyuntura política española implica ofrecer al electorado soluciones propias para afrontar los problemas más importantes: el deterioro de las instituciones, muy acusado en algunos supuestos como el de la Administración de Justicia; la competitividad del aparato productivo, el empeoramiento de los servicios públicos 0 la inadecuación de nuestras infraestructuras; el replanteamiento de la relación Estado / sociedad y la redefinición del irrenunciable Estado de bienestar; la disolución gradual del concepto de interés general, sin el que es imposible levantar una Administración moderna, y la corrupción que se extiende por la vida pública; la recuperación de un sentido nacional no patriotero y la recomposición de una mínima moral social sin la cual la sociedad es terreno abonado en momentos de crisis para diversas formas de autoritarismo. La ejemplaridad y la austeridad de quienes encaman los poderes públicos, la profesionalidad o el sentimiento de lo colectivo o de lo público como algo propio; el sentido de la responsabilidad y de la solidaridad son puntos de referencia hacia los que hay que orientar la vida española. Sólo así se tendrá autoridad para pedir a los sindicatos que acepten la moderación salarial o a los contribuyentes que paguen sus impuestos. Sólo así España alcanzará la modernidad.
A través de este planteamiento se puede y se debe relanzar la identidad de un partido de centro, liberal-progresista, riguroso en sus propuestas, abierto y de progreso, con capacidad para movilizar a sectores más o menos amplios de la sociedad española, pero en todo caso activos en la vida pública e imprescindibles como apoyo social del contrapunto a un socialismo que tras una década de gobierno empieza a estar desgastado.
Los números que arrojan las últimas elecciones hablan por sí solos de la necesidad de un partido centrista. La sociedad tendrá que valorar y decidir si el equilibrio político en la gobernación de España, después de las próximas elecciones generales, lo determina una agrupación de izquierdas como Izquierda Unida, una pluralidad de partidos regionalistas y nacionalistas, o un partido de centro, liberal-progresista, de ámbito nacional que recoja lo mejor de la herencia de Suárez y sirva para construir un gobierno estable y de progreso. Los compromisarios tienen la palabra.
En la edición de ayer, este artículo se publicó con varios párrafos intercambiados. Esta es la versión correcta.
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