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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Rumania, el primer golpe fructífero en el Este

ENVIADO ESPECIALRumania ha sido escenario del primer golpe de Estado con éxito en la Europa poscomunista. Cinco semanas después del fracasado intento en la URSS, una amplia alianza de fuerzas antirreformistas han logrado derribar al Gobierno de Petre Roman utilizando como fuerza de choque a los mineros de] valle de Jiu. Bajo el lema aquí tan popular de "abajo el comunismo", las fuerzas involucionistas han dado un golpe al débil núcleo de reformistas apiñados en torno a Roman.

Éste y sus seguidores buscan ahora desesperadamente la forma de lanzar una contraofensiva para impedir lo que en Bucarest muchos creen ya consumado, la puesta en marcha atrás del curso de la historia.

La presencia de miembros de una fantasmal organización militar (CADA) junto a los líderes mineros, la pasividad del ejército durante los ataques contra la sede del Gobierno y el Parlamento y la complicidad de los diputados del Frente de Salvación Nacional y de la oposición con la violencia minera son algunas de las piezas del rompecabezas conspirativo. Las fuerzas involucionistas han dirigido un amplio abanico de compañeros de viaje para poner fin a los intentos de modernización que ponían en peligro los intereses de las castas dominantes en la dictadura.

Han liquidado al Gobierno, vaciado de la última legitimidad y credibilidad al Parlamento surgido en mayo de 1990, han humillado y convertido en su rehén al jefe del Estado, Ion Iliescu, y han forzado a la incapaz, confusa y desorganizada oposición a adherirse al golpe. "Adiós a Europa", sentenciaba ya el jueves el diario Tineretul Liber la suerte de Rumania. "Los mineros han metido al país en sus pozos. La reforma económica parece ya muerta. Esto es un desastre y Europa deberá tomar medidas", señalan fuentes diplomáticas occidentales.

Misión cumplida

Cuando los últimos mineros abandonaron el sábado Bucarest, su tarea principal había concluido. Había caído el Gobierno de Petre Roman. Éste había sido aupado al poder por el aparato comunista que, integrado en el Frente de Salvación Nacional (FSN), había logrado ganar las elecciones de 1990. Sin embargo, su reformas bajo los auspicios del Fondo Monetario Internacional (FMI) chocaban ya abiertamente con los intereses del propio partido.

Los mineros de Jiu, hoy los trabajadores mejor pagados de todo el país -con sueldos de hasta 18.000 leis, cobran prácticamente lo mismo que los ministros- fueron traídos a Bucarest por las mismas fuerzas que les llamaron en junio de 1990, es decir, el aparato comunista y los agentes de la antigua Securitate que desde la represión minera de 1978 bajo Nicolae Ceausescu tienen controlados a los mandos sindicales de estos pozos.

Como principal instigador de la llegada de los mineros a la capital, fuentes cercanas a Roman acusan al reconstruido PSM (Partido Socialista de los Trabajadores) dirigido por Ilia Verdet, antiguo colaborador de Ceausescu. Sus agentes han contado con la colaboración de medios del FSN que acusan a Roman de "vender el país" con sus reformas, de los servicios secretos (SRI) integrados por antiguos miembros de la Securitate y de la derecha tradicionalista.

La actuación de los 10.000 mineros en Bucarest aporta numerosas claves sobre la trama involucionista, a la que a última hora se han unido diversas fuerzas, ya por, ceguera política, por miedo y una falta de caracter típica en esta sociedad aplastada durante décadas de implacable dictadura. Los resultados demuestran que los objetivos del aparato burocrático / policial / militar, paralizar la reforma política y secuestrar al Estado para el futuro próximo, han sido alcanzados.

Los mineros, que controlan el principal factor estratégico en la producción de energía, el carbón, ahora que los suministros soviéticos de gas y crudo han dejado de llegar, se han hecho por la fuerza con un derecho a veto sobre la política del país. Congelación de precios, aumento de salarlos, reanudación de las subvenciones, fin a la "privatización", no a "especulación", todas las reivindicaciones de una masa mísera, ignorante y violenta de mineros manipulados forman parte del catálogo programático clásico de las fuerzas golpistas en el este de Europa.

El líder de los mineros, Miron Cosma, un oscuro personaje con dotes populistas, hizo firmar a Iliescu un acuerdo de cinco puntos en el que éste se compromete a "investigar al Gobierno de Roman" por una supuesta violencia contra los trabajadores que llegaban a Bucarest arrasando todo en su camino. "lliescu llamó el año pasado a los mineros para acabar con la oposición. Entonces fue el instigador, esta vez simplemente un pelele de la trama", señala un diplomático.

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