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"No queremos una política nacional, sino una política europea"

El liberal Jürgen Möllemann, ministro de Economía alemán, ha conseguido, en los escasos nueve meses que lleva en el puesto, convertirse en candidato natural a suceder a la vieja guardia del FDP, representada por el conde Otto Lambsdorff y el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher. Este hombre de 46 años, maestro de profesión, natural de Münster, en Westfalia, católico, casado y con tres hijas, se ha caracterizado por airear sin tapujos todos los temas en los que discrepa con la política del Gobierno de Helmut Kohl.

El pasado mes de abril Jürgen Möllemann fue el artífice del pacto de Gobierno de su partido con la socialdemocracia en el land de Renania-Palatinado en perjuicio de los verdes, que se perfilaban como los aliados naturales del SPD. Un pacto que puso los nervios de punta en la CDU del canciller Kohl. Sus últimos movimientos en la arena política parecen abiertamente encaminados a convertirle en el hombre que encabece el partido cuando los liberales repitan a la inversa la jugada que supuso la caída del Gobierno socialdemócrata de Helmut Schmidt en 1982 y ofrezcan su grupo parlamentario al SPD para formar Gobierno. Hay quien dice, incluso, que lo que Möllemannn quiere es ser el sucesor natural de Hans-Dietrich Genscher en el Ministerio de Exteriores.Pero dos cosas son necesarias para que se salga con la suya. Primero, debe conseguir el liderazgo del partido desplazando a Genscher y a su actual presidente, el conde Otto Lambsdorf. Y segundo, debe romperse la coalición entre liberales y democristianos. En ambos temas, Möllemann se muestra lo suficientemente ambiguo y conciliador como para no romper la baraja.

Möllemann no duda ni un instante en repartir mandobles a la oposición: "Lo que se puede observar en estos momentos es que no puede haber una comunión de espíritu con el SPD, porque no sabemos lo que el SPD quiere. No podemos decir de manera objetiva que exista una proximidad entre el FDP y el SPD".

"Cuestiones centrales"

"En las cuestiones centrales, el acuerdo entre la CDU-CSU y el FDP es muy grande", añade el ministro tras una pausa, "pero hay dos cuestiones centrales en las que no estamos de acuerdo". Las dos grandes fisuras abiertas en la coalición, que Möllemann no puede silenciar y que han enfrentado a liberales y democristianos en el Bundestag, son el famoso artículo 218 de la Constitución, que regula el derecho al aborto y sobre el que el FDP se niega a aceptar la regulación restrictiva que quieren imponer la CDU y sus aliados bávaros de la CSU, y la modificación del famoso artículo 16 de la ley fundamental, que regula el derecho de asilo y que también quieren restringir los conservadores.

Sobre el tema del aborto, asegura, "existe división en el seno de todos los partidos pero nosotros, como liberales, no estamos bajo la influencia clerical."

En cuanto al derecho de asilo, "estamos totalmente en contra de cambiar la Constitución y aún menos de suprimir garantías procesales". Möllemann acepta que la discusión actual sobre el derecho de asilo esconde el tema mucho más importante de los extranjeros en Alemania, que se produce en el marco de una epidemia de racismo y xenofobia sin precedentes en la posguerra.

Kohl argumenta el cambio del artículo 16 con la afirmación de que Alemania no es un país de inmigración, ni tiene una tradición de asimilar extranjeros. Pero numerosas estadísticas y encuestas de la patronal aseguran que la industria alemana necesita hasta un millón de trabajadores extranjeros al año para seguir su crecimiento.

Tradición

Möllemann no está de acuerdo con Kohl. "Tenemos una gran tradición", dice. "El propio Federico el Grande, a quien acabamos de reenterrar en Sansouci, abrió el mercado de trabajo a los extranjeros en el siglo XVIII. De hecho, ahora tenemos un mercado de trabajo abierto, por lo menos, a los 12 países miembros de la CE. "Hay un segundo grupo", matiza, Ios turcos, y aquí ya hay limitaciones, porque si no las tuviéramos habría en estos momentos tres millones de turcos suplementarios que habrían llegado ya a Alemania en busca de trabajo".

"La mayor parte de los refugiados políticos que vienen aquí vienen por razones económicas y no por que sean perseguidos en su país de origen", dice dando la razón a Kohl, y cuenta la anécdota de su colega liberal, el ministro de Justicia Klaus Kinkel, cuando en una reciente visita a un albergue para extranjeros preguntó a un paquistaní y a un tamil por qué se encontraban en Alemania. En su ingenuidad, los dos supuestos refugiados políticos le dijeron claramente que esperaban mejorar económicamente. "Pero "estaban ustedes perseguidos", les dijo Kinkel, "No, no", le respondieron.

"Tenernos que limitar el número de los que llegan", dice Möllemann; "hasta ahora ha sido siempre el sector de la gastronomía el que pedía trabajadores extranjeros. Ahora el problema es menos grave, ya que hay trabajadores de la ex RDA que vienen a Occidente para trabajar. A partir de 1993 habrá la libertad absoluta dentro de la CE, y a partir de ese momento será un problema que habrá que regular a nivel de la Comunidad Europea. Porque la diferencia entre países ricos y pobres hará que siempre haya un flujo de trabajadores imposible de asimilar y que deberá ser restringido. Europa ha sido siempre una tierra de emigrantes, por eso nos hace falta un reglamento europeo para la emigración".

Al ministro de Economía le parece absurdo pensar, como se ha sugerido últimamente desde algunos círculos, que ha situado de nuevo al país en su lugar geográfico centroeuropeo, que Alemania no vaya a reforzar la unidad europea. "Sería estúpido no reforzar ahora la unidad europea", sentencia. "El Gobierno alemán es extremadamente activo en este proceso. Y hay algo que hay que reconocer: Alemania se aprovecha enormemente de la CE, entre otras cosas porque es un inmenso mercado de 340 millones de consumidores. Nosotros no queremos una política nacional, queremos una política europea. Estoy completamente a favor de la unidad monetaria europea, pero con la condición de que se cree una banco central independiente". Y repite: "independiente".

Optimismo económico en la ex RDA

Cuando, tras las últimas elecciones, Möllemann sustituyó al también liberal Helmut Haussman al frente del Ministerio de Economía se convirtió en el encargado de levantar el desastre económico en la antigua Alemania comunista, que había acabado con la carrera política de su predecesor. Finalmente, tras unos momentos muy duros, parece empezar a conseguirlo. "Quedan aún síntomas de problemas económicos, como, por ejemplo, el cierre de,empresas", admite el ministro, "pero a su lado hay síntomas de una renovación que se nota especialmente en el campo de la pequena y mediana empresa, donde surgen iniciativas por todos lados. Se han creado cerca de 400.000 nuevas empresas y hay 2,5 millones de nuevos puestos de trabajo, la mayoría pertenecientes a estas empresas".Reconoce que la inversión pública es el gran motor del desarrollo económico, pero añade que lo importante es el dinamismo que se está creando. "Hemos hecho sondeos entre los trabajadores y los nuevos empresarios, y el ambiente es cada vez más optimista. En realidad, hay mucho más optimismo en los nuevos lánder que en los viejos. En 1992 habrá ya un crecimiento destacado en el Este, que podría llegar al 10%.

El precio económico y financiero de la unificación, sin embargo, ha sido uno de sus caballos de batalla, que le ha enfrentado en más de una ocasión con el ministro de Hacienda, Theo Waigel. "Hay que ser más económicos", dice. "Las transferencias del Oeste al Este son hasta el momento de 160.000 millones de marcos [10 billones de pesetas], una cifra enorme, y no hay ninguna razón para suponer que no hará falta un dinero similar el año próximo. Esto exige una gran disciplina presupuestaria. Habrá que aumentar el IVA, ya que la CE lo fija en un 15%. Podría ser incluso un poco más, pero no va a serlo, y hay absolutamente que disminuir las subvenciones para poder pagar todo esto. Si no se hace esto habrá que endeudarse aún más, lo que es imposible. Tampoco podemos aumentar los impuestos, y hay que bajar la deuda pública a un máximo de 24.000 millones en 1994 [1,5 billones de pesetas]. Pero la cuestión decisiva es la de cómo y en qué medida podemos provocar las inversiones en la ex RDA".

Privatizaciones

La Treuhand, el holding público que privatiza las empresas de la ex RDA, ha vendido hasta el momento 3.400 empresas y ha tomado decisiones para inversiones por valor de 70.000 millones de marcos [4,3 billones de pesetas]. "La velocidad de las privatizaciones era muy lenta al principio, después se ha ido acelerando y ahora ya tiene una velocidad considerable y en aumento. Gastamos los primeros seis meses en crear las condiciones financieras y de infraestructura para que fuera posible invertir. Como, por ejemplo, los teléfonos o las comunicaciones".

"Pero mientras que el Bundestag no decida sobre la suma de los créditos para los inversores, no podemos esperar que venga ningún japonés", añade. "Tampoco podíamos esperar que los inversores extranjeros llegaran más deprisa que los alemanes, y es cierto que hasta ahora hay muy poco capital extranjero en la ex RDA. En las últimas semanas ha habido muchos franceses, y tras ellos una serie de países medianos y pequeños de Europa; más lejos viene EE UU, y, por último, Japón. Pero no hay que desdeñar a los japoneses". Según Móllemann, "han analizado muy bien el mercaáo alemán y observan también muy atentamente el mercado de los otros países del Este. Los extranjeros son muy reservados con respecto al mercado del Este".

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