La antigua fábrica de la Fiat en Turín acoge lo mejor del arte norteamericano del siglo XX
Los años en los que se gestó la pintura genuinamente americana y en los que Nueva York sustituyó a París como capital cultural del mundo, a través de obras de 119 artistas, constituyen el tema de la tercera gran exposición organizada por la Fiat en el Lingotto. Este conjunto de edificios de 1920, situado en una barriada obrera de Turín, fue sede de la primera fábrica de la empresa automovilística turinesa y ahora está siendo reconvertido para servir como un gran centro cultural y de negocios.
En 1929, el crash de la bolsa fue una gran campanada física y moral para los norteamerianos, que de pronto se encontraron sin trabajo y sin raíces. Artistas como Stuart Davis y Ben Shahn, imbuidos en las corrientes pictóricas europeas del momento, regresaron a casa desde el Viejo Continente. Década y media más tarde, grandes artistas de Europa, como Duchamp, Mondrian, Gropius o Ernst, cruzaron el Atlántico huyendo de la guerra y mantuvieron unas conexiones estéticas indelebles.La. exposición, que se abre hoy al público, lleva el título Arte americano 1930-1970 y consta de unas 200 obras, entre esculturas y cuadros, dispuestas en. una superficie diáfana de unos 10.000 metros cuadrados. Esta es la única zona del enorme Lingotto que ha sido ya reestructurada, con unas mínimas modificaciones de fachada a nivel del piso bajo. A pocos metros se alza la estructura de un edificio de nueva construcción, que será dedicado a exposiciones industriales y que debería estar terminado este año. El resto del edificio principal de la fábrica, que tiene una longitud total de 500 metros, será remodelado progresivamente.
Attilio Codognato, asesor artístico de Fiat y uno de los cinco conservadores -los otros cuatro son estadounidenses- que han organizado la exposición Arte americano, afirmó ayer, al presentarla a la prensa, que nadie en Estados Unidos ha conseguido montar una muestra de semejante importancia sobre el tema, debido a las dificultades que allí plantea la competencia entre museos. Trece centros de arte norteamericanos, entre ellos el MOMA, el Art Institute de Chicago y, el Guggenheim de Nueva York, han contribuido, en efecto, a la gran exposición turinesa, y sólo el Metropolitan neoyorquino ha aportado a ella 19 trabajos.
La exposición se abre con un típico paisaje industrial firmado en 1930 por Charles Sheeler, y sigue con un detenido recorrido, por el precisionismo de Georgia O'Keeffe, el realismo mágico de Tooker y Gugliemi, el realismo social de Du Bois y de Soyer y el regionalismo de Hart Benton y John Steuart Curry, que puso los cimientos del primer arte declaradamente autóctono americano.
Un gran cuadro de llya Belotowsky, que muestra la influencia de Miró en el abstracto americano, y dos del expresionista Jack Levine sirven de antesala a la escuela de Nueva York de los años cincuenta, que conquistó el mundo artístico, y a las grandes figuras pictóricas del otro lado del Atlántico: hay en la muestra de Turín tres Gorky, cinco Pollock, que ilustran perfectamente la evolución del pintor desde 1942 a 1951, dos De Kooning, un Motherwell, dos Gottlieb, cuatro Newman y, sorprendentemente, un solo cuadro de Man Ray, proveniente de una colección privada.
Luego hay tres Rothko, dos Rauschenberg y cuatro cuadros de Jaspers Johns que desdramatizan la evolución hacia el minimalismo, el conceptualismo, el pop y el op art, con Liechtenstein, Segal, Rosenquist y Warhol incluidos, para concluir con la vuelta al pictoricismo de Alan Katz o Neil Jenney. La relación es prolija porque, en total, son 119 los autores reseñados.
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