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Vientos fríos entre Siria y Estados Unidos

Siria, cuyo apoyo a EE UU fue clave para la campaña aliada contra Irak el año pasado, está cada vez más decepcionada del papel norteamericano en Oriente Próximo. Analistas árabes y diplomáticos occidentales advierten un veloz enfriamiento entre Washington y Damasco. El desenlace que más preocupación provoca en Occidente es un vigoroso reforzamiento de la alianza de Siria con Irán en momentos en que Teherán se afianza como verdadera potencia regional.Una víctima del frío puede ser el proceso de paz iniciado en Madrid en octubre. Otra, la calma que reina en Líbano desde la derrota del quijotesco general cristiano Michel Aún.

Cuando el presidente Hafez el Asad aceptó el plan Baker, lo hizo confiado en que la nueva amistad con EE UU le ayudaría a consolidar su influencia en Líbano y que el posterior proceso de Madrid lograría arrancar a Israel un compromiso para negociar la paz sobre la base de la devolución de territorios árabes.

El disgusto de Asad ante la falta de avances en esa última dirección fue expresado con el boicoteo sirio-libanés de las conversaciones multilaterales abiertas en Moscú. Pero desde entonces han surgido nuevas manifestaciones de decepción. "La luna de miel se acaba", comentó un diplomático árabe, anotando que, aunque siempre fue un matrimonio de conveniencia, esa relación puede terminar mal.

De momento son pocos los que hablan de crisis inmediata, pero el deterioro es real. En menos de 10 días, Damasco y Washington han intercambiado señales que recuerdan la desconfianza mutua de la preguerra.

En la lista negra

Ofendido por el boicoteo de Damasco en Moscú, EE UU ha ignorado gestiones árabes para sacar a Siria de la lista negra del Departamento de Estado. Para EE UU, Siria, su aliado en el Golfo, su otrora indispensable interlocutor político y factor clave de la liberación de los rehenes americanos en Líbano, el Gobierno de Asad, sigue "patrocinando el terrorismo".

Es más, Washington recibió esta semana a un huésped insólito: la llegada a la capital norteamericana de Samir Geagea, el líder cristiano de la milicia antisiria Fuerzas Libanesas, cuyos viejos vínculos con Israel lo convierten en uno de los elementos que mayor sospecha despiertan en Damasco, envió una señal inconfundible a Asad.

Evidentemente, la Administración de Bush está ahora dispuesta a escuchar a los enemigos más enconados de Siria. Por una cuestión de apariencias, Geagea es ministro sin cartera en el Gabinete que Damasco apoya en Líbano. Pero el dirigente maroní de 40 años, sobre todo, representa a los cristianos que más aborrecen a Asad. En 1989, Geagea incluso obtuvo armas de Irak para luchar contra el Ejército sirio en Líbano desde 1976.

Pensar en una retirada siria mientras Israel mantenga la ocupación en el sur de Líbano resulta tan inconcebible como considerar un repliegue israelí de la franja de 800 kilómetros que Tel Aviv describe como su "zona de seguridad".

Con el trasfondo del empantanamiento de las conversaciones de paz en Oriente Próximo varios expertos en asuntos sirios se inclinan a pensar que Damasco revisará su postura.

Y Asad, dicen, no va a tener mayores dificultades en justificar el giro, especialmente ahora que el primer ministro israelí, Isaac Shamir, parece decidido a dar una nueva interpretación no sólo al proceso de paz iniciado en Madrid, sino hasta a los mismos acuerdos de Camp David.

Damasco ya ha comenzado a ventilar sospechas sobre los designios de Occidente. Faruk al Shara, el ministro sirio de Exteriores, aprovechó la reunión del Movimiento de No Alineados en Chipre para denunciar "esfuerzos occidentales por impedir que los países árabes modernicen sus fuerzas armadas y adquieran tecnología moderna".

La identidad de los argumentos sirios con los de Irán -que según versiones periodísticas norteamericanas se ha embarcado en un programa de rearme que contempla la búsqueda de armas atómicas- reafirma el estrechamiento de relaciones entre Damasco y Teherán.

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