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Michel Tournier afirma en Madrid que la palabra está venciendo a la imagen

Traducida 'El Rey de los Alisos', parábola sobre el ogro y la guerra

La nueva obsesión de Michel Tournier vuelve a tener que ver con la espalda. En El rey de los Alisos (Alfaguara), el libro que presentó ayer en Madrid, y parábola sobre la II Guerra Mundial, aparece como motivo recurrente el mito de Cristóbal, el gigante que carga con el niño hasta la otra orilla. Ahora quiere hablar de san Sebastián, el arquero que murió en éxtasis bajo las flechas de sus soldados. Después de las profecías contrarias, "la palabra está venciendo a la imagen", dijo ayer Tournier, en su primera visita a España, país que ha traducido ya todas sus grandes parábolas sobre los mitos de nuestro tiempo.

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Tournier no las tenía todas consigo cuando terminó El rey de los Alisos, en 1970. Su anterior y hasta entonces única novela, Viernes o los limbos del Pacífico, le había hecho entrar a los 43 años por la puerta grande: Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Pero los tres primeros lectores de la segunda se quedaron deconcertados. Esperaban un relato nítido como Viernes (millones de ejemplares en la versión para niños) y se encontraban con un libro que, como han dicho los críticos, "no se puede resumir".Cuando lo recibió Bernard Pivot, que en los afios siguientes iba a ser el mandarín de las letras francesas con el programa Apostropihes, anunció a su público: "He recibido el Premio Goncourt de este año". Faltaban varios meses para la votación del premio a la mejor novela publicada en el año, y en efecto, Tournier lo recibió por unanimidad, lo que no ocurría desde antes de la guerra, y además fue elegido miembro de la Academia Goncourt -una suerte de Academia paralela- y nombrado lector de Gallimard.

Quien The New York Review of Books juzgó como el mejor escritor francés de su generación detesta que le recuerden este tipo de comentarios: "Eso minusvalora a mis compañeros y me hace sentir solo". Cree que grande, lo que se dice grande, es hoy por hoy Julien Gracq.

No es lo que era

Sin embargo Tournier está contento de que la Francia literaria de hoy no sea la de hace 50 años, y dice en broma que así menos escritores tienen que competir por la gloria. De modo que de forma indirecta concede que la vida literaria francesa "no es lo que fue". Vacila un poco como sin querer entrar en materia. Finalmente dice: "El Nouveau roman está muy pasado. Es curioso que aún suscite en algunos un fanatismo casi religioso".

Es un hombre jovial que pide un cambio de habitación al últi mo piso del hotel, pues adora la luz y el mundo desde arriba, y que mira con una permanente sonrisa achinada, un poco lobuna, desde detrás de unas gafas muy elegidas. Lleva en la solapa el botón de la Légion D'Honneur y muestra con orgullo las dos fotos que lleva en su usada billetera de cocodrilo de su casa en Choiseul, a 40 kilómetros de París: la antigua casa del cura, muy francesa, cercada por los ar bustos y flores de un gran jardín donde hace 35 años donde v¡ve desde y donde se libra a las elaboradas investigaciones de las que distila sus novelas como de un muy largo alambique.

"Elijo un tema, lo paseo, mi obsesiono por él", dice quien a los 68 años ha escrito media docena larga de obras. "Escribo con un ideal de brevedad, simplicidad, proximidad de lo concreto". De ahí que para sus novelas realice enormes encuestas, investigaciones, como si quisiera reconstruir hechos ya ocurridos, o como si su imaginación se construyera sólo con firmes realidades. "El novelista parte de lo que no conoce. Si cuenta su vida falseará su novela".

Para El Rey de los Alisos, Tournier se entrevistó con testigos y protagonistas de la Guerra Mundial, y entre otros, a su salida de la cárcel a la que les condenó Nuremberg, con Albert Speer, el arquitecto de Hifier, o el jefe de las juventudes nazis. Figuran relatos de un rigor casi académico sobre lo que era la educación en las Napolas, las escuelas nazis, y un testimonio de un niño judío de Auschwitz, inspirado en un documento que figura como referencia. Para la redacción de La gota de oro, granparábola de Toumier sobre las migraciones que se están produciendo hoy en Europa -la historia de un árabe trashumante que viaja a París para recuperar la imagen que le robó una turista con una cámara de fotos y nunca le devolvió-, Tournier hizo una encuesta entre inmigrantes.

Cultura mestiza

"iOjalá sea así", comenta cuando se le dice que la cultura francesa es ya de varios colores; mestiza. Y comenta al paso: "El verdadero problema no es Le Pen y el aumento del racismo. El verdadero problema es el abstencionismo".

Nada es sencillo con Tournier, todo tiene siempre más significados: La gota de oro es también una novela sobre el signo (la escritura) y la imagen, y sobre lo que Toumier cree es la demostrada superioridad del primero sobre la segunda. "Hace unas décadas Marshall McLuhan auguraba el fin de la era dé la escritura". Y lo que a juicio de Tournier en buena parte ha fracasado es la imagen: "la gente va cada vez menos al cine, muy necesitado de texto, y los libros cuestan cada vez menos, por lo que proliferan las editoriales artesanales. Hacer un libro hoy está al alcance de más personas".

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