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FERIA DE SAN ISIDRO

El menudo

Uno les tiene ley a los bajitos (será por similitud). Ser bajito (vale decir bajita, naturalmente) tiene mérito. Los bajitos van por la vida con la cara alta, no tanto para proclamar su dignidad como para poder entenderse con los altos, que les dominan con la mirada. Los altos miran a los bajitos de arriba abajo, mientras los bajitos miran a los altos de abajo arriba. Una situación de inferioridad manifiesta, además incómoda, que se agrava cuando los altos no son hombres sino que son toros. Es lo que le ocurría a Luis Delgado, quizá el torero más bajito que haya figurado en los últimos censos de la tauromaquia, desde el malogrado Chiculeo II hasta nuestros días. Pero no se amilanó, y la afición decía "¡Menudo es Luis Delgado!", al verle hecho un jabato delante del toro.Luis Delgado miraba al toro como los turistas miran la estatua de Colón, sólo que en vez de decir ¡oh!, decía ¡ay, madre!. 0 quizá no decía tanto. El toro infundía un respeto imponente y con toda probabilidad dejaba la boca seca al atento observador. Y además tenía muy mala idea. El toro quería echarse a los lomos a Luis Delgado, para lo cual le rebañaba las femorales, y así estuvo un buen rato, pegando regates, tirando cornadas, rebufando, hasta que se apercibió de que, en un momento dado, las femorales se las podía rebañar Luis Delgado a él y, de paso, arrancarle lo que en la dehesa las vaquitas más aprecian.

Peñato / Vázquez, Sánchez, Delgado

Cinco novillos de Manuel Martín Peñato (3º devuelto al corral por cojo), bien presentados, inválidos y nobletones; 6º, manso deslucido. Sobrero de Couto de Fornilhios, con trapío,manso y peligroso.Javier Vázquez: bajonazo escandaloso (palmas y pitos); estocada (palmas y pitos). Manolo Sánchez: dos pinchazos, estocada -aviso- y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda); pinchazo hondo trasero ladeado y rueda insistente de peones (silencio). Luis Delgado: estocada ladeada (ovación y salida al tercio); estocada (aplausos). Plaza de Las Ventas, 11 de mayo. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

El toro -novillo, en realidad- salió de sobrero y fue totalmente distinto al resto de sus congéneres lidiados en la tarde caliente. Estos fofos y sumisos, aquél rebelde y duro de pezuña. Hubo pasajes de la lidia que causaron gran inquietud. Luis Delgado no dio nunca la batalla por perdida. Reiteró sus intentos de torear, marcó pases de pecho, intercaló un molinete, y cuando ya había agotado todas las posibílidades, se empinó sobre la punta de las zapatillas pretendiendo otear el morrillo (vanamente, por cierto), ejecutó el volapié, hundió el acero hasta la empuñadura, y el novillo avieso rodó muerto. Muerto total.

¡Menudo es Luis Delgado!, insistía la afición, impresionada por la valentía y el pundonor del torero bajito. Menudo Luis Delgado -doblemente menudo-, de quien apenas sabe nadie cómo torea pues siempre le salen toros rebecos y ha de armarles la bronca. Ni por casualidad le salen boyantitos y morcillones, a la manera de los que les correspondieron a sus compañeros, más afortunados. Bueno, quizá no tan afortunados. Pues ya el novillete boyantito y docilón en la arena, es lógica la exigencia de que los toreros lo toreen con la hondura técnica y la gracia repajolera que las circunstancias demandan; y eso también es difícil.

Dificilísimo debe de ser, porque Javier Vázquez y Manolo Sánchez no lo consiguieron, a pesar de que pegaron cientos de pases, mientras los novillitos no se cansaban de tomar dócilmente los engaños. Vázquez, que dio una larga cambiada a porta gayola, ciñó chicuelinas y banderilleó sin esmero, empezó sus faenas con un pase cambiado y un afarolado de redillas, respectivamente, siguió con algunos pases de buen corte y todos cuantos instrumentó a continuación carecieron de fuste. Sánchez toreó con el pico, la suerte descargada, perdiendo un paso y tales formas, que debieran estar proscritas, se notaban mucho con aquel ganadito inconsistente.

Los novillos carecieron de fuerza, lo cual no impidió que los picadores satisficieran su vocación carnicera, pegándoles traserísimos los puyazos y tapándoles la salida. Al sexto, lo mismo. La invalidez del animalote no impidó que el señor del castoreño le castigara el espinazo. El novillo quedó tundido, lógicamente, y pues era manso, sólo quería escapar de Luis Delgado quien estaba empeñado en sacarlo de las querencias y torearlo. Por los corrales debió correr también el mugido: "Hay ahí fuera uno bajito que menudo es, y nos puede cortar el carné de identidad a todos; cuidado con él". A ese toro tundido y manso, fue Luis Delgado y lo tumbó de un estoconazo. Caray con los bajitos.

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