Nezar, cerebro de la 'reconducción nacional'
Obstáculos en el camino para que el ministro de Defensa suceda a Budiaf
"A los que se han ensuciado las manos con la sangre de los defensores del orden les anuncio la guerra implacable hasta su destrucción total". Esta frase la pronunció hace poco menos de una semana el general mayor Jaled Nezar, de 54 años de edad, ministro de Defensa argelino, miembro del Alto Comité de Estado, hombre fuerte del país y uno de los cerebros del proceso de reconducción nacional. Jaled Nezar se vislumbra en el horizonte como el futuro presidente de la República, en sustitución del asesinado Mohamed Budiaf.
Nezar deberá contar primero con el apoyo y el voto de los otros miembros del directorio -Alto Comité de Estado-, tres civiles de firmes convicciones democráticas: Alí Harún, ex ministro de los Derechos Humanos; Peyini Hadam, ex rector de la mezquita de París, y Alí Kazi, presidente de la influyente Asociación de ex Combatientes de la Guerra de la Independencia.Para que Nezar llegue a la presidencia deberá lograr la cohesión, el apoyo y la voluntad del Ejército a asumir de forma clara un protagonismo político que hasta ahora ha intentado disimular. También tendrá que decidir si su estado de salud
-se asegura que es delicado- le permitiría desempeñar el cargo.
Jaled Nezar fue nombrado ministro de Defensa en 1990, interrumpiendo así un esquema de Gobierno establecido desde 1965 por Huari Bumedian, el último y único ministro de Defensa de Argelia que accedió al poder tras un golpe de palacio, derrocó al presidente Ben Bella y gobernó el país apoyándose en el Ejército hasta su muerte, en 1978. Chadli Benyedid respetó también la simbiosis Ejército-presidencia de la República diseñada por Bumedian. Se aseguraba de esta manera la neutralidad de la Armada y evitaba posibles desviaciones. Nezar fue nombrado ministro de Defensa dentro de un proceso de democratización de Argelia que propugnaba un nuevo esquema de gobierno, abierto, homologable y una depuración política del Ejército.
Leal y profesional
El presidente Chadli Benyedid escogió a Nezar por diferentes razones, pero sobre todo porque había dado pruebas de lealtad y profesionalidad indiscutible que le permitiría avanzar en el ambicioso proyecto de devolver a los militares a los cuarteles y otorgar el protagonismo a la sociedad civil. Nezar se había formado en la antigua Unión Soviética y en Francia, y había luchado con valentía en 1967 junto a las tropas egipcias en el conflicto de Israel. Pero, sobre todo, su carrera profesional la había efectuado a la sombra de Benyedid, que le nombró gobernador militar de la región de Constantina en 1979 y jefe de las fuerzas terrestres en 1986. Dos años después, en 1988, dirigió con firmeza y eficacia la represión de la revuelta popular argelina.
A partir de este instante, Nezar apoyó incondicionalmente a Benyedid en el programa democratizador de Argelia, abandonó los muros de los cuarteles y participó con firmeza en el debate político, fustigando a los sectores inmovilistas del Frente de Liberación Nacional (FLN), que reivindicaban una política de pasos atrás. "El Ejército jamás ha sido un freno para la democracia, al contrario", aseguraba en septiembre de 1990, en plena euforia de la primavera de Argel. "Impregnado" en las firmes convicciones democráticas, Nezar impulsó la dimisión del presidente Benyedid el pasado enero. Para este militar, el acercamiento del poder al Frente Islámico de Salvación (FIS) y el proyecto de una posible cohabitación suponían un riesgo para la democracia, la paz civil y la unidad de Argelia. Con Nezar, el Ejército recuperó un importante pero discreto protagonismo que le ha permitido dirigir desde detrás del escenario la marcha del país.
"Rechazo a quienes propugnan que el Ejército debe volver a los cuarteles", afirmó Nezar en otra de sus alocuciones. "El Ejército está dispuesto a hacer frente a los peligros internos y a poner fin a los desbordamientos que ponen en peligro la unidad de la nación". El tono de Nezar es cada vez más firme y decidido, y anuncia, 15 años después de su muerte, el renacimiento de un bumedianismo sin Bumedian.
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