Norman Lamont deja la puerta abierta al regreso de la libra al Sistema Monetario Europeo
El ministro de Finanzas del Reino Unido, Norman Lamont, arrojó ayer en la conferencia conservadora de Brighton un jarro de agua fría sobre los euroescépticos al sugerir un futuro retorno de la fibra al Sistema Monetario Europeo (SME). El Gobierno de John Major no piensa alejarse demasiado de la CE. En un discurso cargado de vaguedades y demagogia partidista, el canciller del Exchequer afirmó que la libra volverá al SME "cuando convenga a los intereses británicos". Poco antes, Margaret Thatcher había llegado a Brighton y su aparición puso de relieve la división tory: un sector de la audiencia, muy numeroso, se mostró entusiasmado por ella, pero el resto la recibió con frialdad.
Major y su Gobierno están furiosos contra Thatcher, y conforme avanza la conferencia y proliferan las declaraciones anticomunitarias desde las bases tories, se fortalece el propósito gubernamental de acabar con los euroescépticos a lo largo de este invierno, con una batalla parlamentaria sobre Maastricht devastadora y definitiva.En su intervención, Norman Lamont no fijó plazos ni condiciones concretas, pero aceptó implícitamente que la libra debería regresar algún día al redil comunitario. ¿Cuando? Se limitó a referirse a una imprecisa convergencia de los tipos de interés alemanes con los británicos. Y eso, tras una decena de intervenciones en las que se repetía una sola frase: "nunca más". Un miembro del Gobierno señaló a EL PAÍS que la moneda británica retornará al SME "en algún momento a lo largo del próximo año".
El discurso de Lamont fue acogido fríamente por la conferencia, a pesar del esfuerzo de la tribuna gubernamental, puesta en pie para aplaudir durante largos minutos. Tampoco aclaró las dudas de los mercados financieros, que le tributaron una simbólica ovación de. compromiso con un repunte de la libra.
Lucha contra la inflación
Lamont subrayó que su principal tarea era luchar contra la inflación, y se fijó como objetivo un 2% anual para dentro de cuatro años. Se trata de una meta accesible -el índice está ahora en 3,4%- si, como prometió acto seguido, recorta severamente el gasto público y si, como dio a entender, los tipos de interés se mantienen altos para sostener la cotización de la libra esterlina.
Los euroescépticos esperaban que Lamont diera garantías de que la libra esterlina no volvería al SME, y que anunciara un pronto abaratamiento del dinero, la única acción que hubiera supuesto una ruptura de amarras efectiva con el Sistema Monetario Europeo. Diez intervenciones previas lo habían demandado. Una compromisaria llegó a acusar al canciller de "damos patadas en la boca" con su política crediticia. Pero Lamont no cedió. Fue inconcreto, pero pragmático.
Los euroescépticos le escucharon con mucha atención, y lo que oyeron no fue de su agrado, aunque Lamont lo adornara con un llamamiento al recorte de los gastos en la Comisión Europea que, de hecho, apuntilla los previstos fondos de cohesión, si es que les quedaba aún algún hálito de vida.
En una carta al Comité de Finanzas de la Cámara de los Comunes, remitida ayer por la mañana, Lamont ofreció detalles adicionales sobre los indicadores macroeconómicos con los que se guiará mientras permanezca fuera del sendero del SME. Serán, básicamente, los utilizados entre 1980 y 1985 por Thatcher: masa de dinero en circulación e inflación subyacente, con especial atención a los precios inmobiliarios.
Si Lamont no despertó pasiones en la conferencia, lady Thatcher las avivó demasiado. Su entrada en la sala de congresos de Brighton fue acogida, por un lado, con vítores, lágrimas, aplausos y pancartas (Maggie, vuelve; Maggie, sálvanos). Por otro lado, fue acogida con silencio, miradas hoscas e incluso algún abucheo.
Cuando el entusiasmo de los thatcheristas duraba ya un par de minutos, sin atisbos de enfriamiento, el presidente del partido, Norman Fowler, le pidió personalmente a lady Thatcher que sosegara a sus fieles.
Segundos después, se anunció que lady Thatcher había expresado "su deseo de no tomar la palabra en la conferencia". La ex primera ministra hizo una mueca ligeramente sarcástica. Fueron unos minutos embarazosos para el podio de las autoridades, en el que, muy significativamente, faltaba John Major.
El primer ministro llegó más tarde, saludó con un beso y una sonrisa a su antecesora y se sentó lejos de ella.
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