El momento de elegir
( ... ) En ocasiones anteriores, The Economist se ha comprometido en las elecciones americanas y ha fijado sus preferencias, y a veces ha elegido. En 1988, cuando George Bush se enfrentó a Michael Dukakis, nos pareció que no podíamos recomendar a ninguno de los dos.Cuatro años después, Bush no ha hecho nada para demostrar su capacidad. Está gastado, y con él su partido. Los republicanos, aturdidos, sin ideas, se han convertido en presa de una extrema derecha cuya panacea económica consiste en anatematizar los impuestos, y muchas de cuyas ideas sociales servirían para restregar sal sobre las heridas del país. La cuestión de las ideas es fundamental.
El Partido Demócrata, en puridad, no ha demostrado todavía que su horizonte vaya más allá del de Bill Clinton y sus allegados. Pero ha estado trabajando durante 12 años para convertirse en un plausible y moderno partido de gobierno, y merece recibir una oportunidad.
Durante la campaña, Clinton ha demostrado ser mucho más que un candidato. Es inteligente, diligente, enérgico, y ha percibido la gran mayoría de los problemas y encontrado soluciones convincentes para alguno. Él puede poner punto final a un Gobierno dividido y, si emplea con acierto la presidencia, empezar a acercar más a los americanos, blancos o negros, pobres o ricos. A pesar de los riesgos, merece la pena luchar por esa posibilidad. Nuestra elección recae en él.
, 31 de octubre
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