Un juez ególatra y justiciero
Marino Barbero replica a sus detractores: "Ca uno es ca uno"
BONIFACIO DE LA CUADRA , MadridLa intrepidez justiciera con que actúa en las últimas semanas el catedrático de Derecho Penal Marino Barbero Santos , magistrado del Tribunal Supremo designado por su Sala Segunda para instruir el caso Filesa, es considerada entre los detractores de este polémico juez una consecuencia de su inexperiencia en la investigación penal, aparte de su talante ególatra. A quienes le califican de recién llegado, Barbero -un extremeño de 63 años, padre de cinco hijos- contestaba así ayer, a preguntas de este periódico: "Por sus obras los conoceréis, ea uno es ca uno".
Muchos de sus compañeros aseguran que Barbero estará encantado de la persecución de ue es objeto en los últimos tiempos por los periodistas. Sin embargo, de la carrera de varios vehículos en pos del juez, ocurrida ayer por las calles de Madrid, el magistrado comenta: "Es angustioso. Yo respeto el trabajo de ustedes, pero ahora uno comprende a Isabel Preysler y a otros personajes".Lo ocurrido ayer, según informa Julio Martínez Lázaro, de que el juez del caso Filesa tuvo la humorada de darse una pasada en coche ante la sede del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, cuando era objeto de una implacable persecución por una veintena de periodistas a bordo de media docena de vehículos y una moto, tras salir el Palacio de Justicia a las cuatro de la tarde.
Barbero subió a su vehículo in detenerse frente al cordón de fotógrafos y cámaras de televisión que le había esperado durante toda la mañana. Los periodistas le siguieron expectantes ante la posibilidad de que el juez instructor se dirigiese a la sede el PSOE. Dos horas antes, había vencido el último plazo dado por Barbero para que el partido socialista entregase sus actas y su contabilidad.
El conductor del juez se percató desde un primer momento de la persecución, y tras dar un rodeo para pasar ante la sede del PSOE, aceleró y la caravana se disolvió.
Juez desde la cátedra
Barbero entró en la carrera judicial hace siete años directamente desde la cátedra, gracias a los votos del sector del Consejo General del Poder Judicial propuesto por el Grupo Parlamentario Socialista. Uno de los entonces consejeros, muy próximo al PSOE, se lamentaba ayer en privado de aquella propuesta como magistrado del Tribunal Supremo del hoy juez del caso Filesa. La razón de la designación fue la de tratarse de un jurista "de reconocido prestigio" y el prestigio jurídico de Barbero es poco dudoso, al menos a nivel internacional. Tiene todos los títulos, preside o vicepreside numerosas organizaciones internacionales de penalistas y está en posesión de gran cantidad de condecoraciones.
En España, su prestigio como jurista es menos indiscutible y, sobre todo, se cuestiona su cualificación como aplicador del derecho y, en especial, como juez instructor. La situación administrativa de Barbero es calificada de "peculiar", según fuentes socialistas, ya que está en la Universidad en servicios especiales, a la vez que se considera en "dedicación exclusiva" a la carrera judicial, que comparte, según él mismo señala, con Ia recepción de lauros académicos por investigaciones anteriores", el último de ellos, la imposición de la medalla de académico de Buenos Aires en la Universidad de Salamanca, el pasado 26 de octubre. Considerado como un hombre de derechas, tiene como principal mérito progresista su vieja dedicación contra la pena de muerte, en plena etapa franquista, cuando eran pocos los que se atrevían a enfrentarse con el sistema. Igualmente, se apunta en su haber la ideología de izquierdas de sus dos principales discípulos -Luis Arroyo e Ignacio Berdugo-, quienes, por cierto, siguen hablando de usted a quien para ellos es "don Marino".
Broncas
Su carácter apacible y conversador -excepto, ahora, para hablar del caso Filesa, del que no dice una palabra- se convierte a veces en crispado y, según quienes le conocen desde hace tiempo, son frecuentes las broncas que tienen como protagonista a Barbero. Una de ellas ocurrió en Roma, en 1982. Barbero había sido designado por el Gobierno de UCI) director del Instituto de Estudios Jurídicos en Roma.
Cuando llegaron los socialistas al poder y se le relevó, su irritación fue tan grande que se quedó con la llave de la sede del organismo y hubo que buscar a un cerrajero para entrar. Otra anécdota de Barbero, ésta en Alemania fue un altercado en un aparcamiento, en el que se le intentó limitar el estacionamiento de su vehículo.
Sus compañeros del Supremo le acusan de no haberse asesorado suficientemente, a pesar de ser la del caso Filesa la primera instrucción que acomete. A éstas y otras críticas, Barbero asegura que no desea contestar: "Yo no digo nada. Me parece fantástico todo lo que oigo. Si no sé, con el paso del tiempo ya aprenderé. Por sus obras los conoceréis. Cá uno es cá uno. Por lo demás, yo soy un viejo demócrata, cosa que pocos pueden decir".
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