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Maastricht empieza a andar

La CE ya está aplicando el tratado sin esperar a que culmine la ratificación

Lluís Bassets

El Tratado de Maastricht, que viene suscitando todo tipo de malos augurios desde el pasado mes de junio, cuando los daneses rechazaron su ratificación, ha empezado a ser una realidad en la vida diaria de la Comunidad Europea. La principal consecuencia de la cumbre de Edimburgo, celebrada los días 11 y 12 de diciembre pasados, es que el Tratado ha empezado a aplicarse aún antes de que culmine la ratificación por parte de los Doce y, de hecho, sin que existan garantías absolutas sobre el resultado del segundo referéndum danés y de los largos y tempestuosos debates en el Parlamento británico.

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De momento, la nueva Comisión Europea empezó a trabajar ayer siguiendo la pauta de Maastricht, y el Fondo de Cohesión, que tanto interesa a España, estará funcionando a principios de abril. Sólo hay un detalle donde no se avanza, aunque posiblemente es el más importante: se trata de la moneda única, el ecu, que sufre los efectos de la inestabilidad de los mercados monetarios y más en concreto de las monedas europeas.La nueva Comisión Europea, que empezó a trabajar ayer mismo, ha organizado la división de sus tareas en función del Tratado de Maastricht. Las políticas y mecanismos establecidos en el nuevo texto fundamental de la CE han sido incluidos en el reparto de carteras de la Comisión que deberá dirigir las tareas comunitarias hasta 1996.

La Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) diseñada en Maastricht correrá a cargo del ex ministro de Exteriores holandés, Hans van den Broek, a quien le ha sido encargada también la tarea más característica de la era de Maastricht, es decir, la ampliación de la CE de doce a dieciséis miembros, con la entrada en Austria, Suecia, Finlandia y Noruega.

Voluntad política

La Justicia y Asuntos Interiores, uno de los pilares de la Unión Europea previsto en el Tratado, estará a cargo del ex ministro de Justicia irlandés, Padraig Flynn. El Fondo de Cohesión ha sido encargado al alemán Peter Schmidhuber. Todos ellos deberán ponerse manos a la obra en materias que no tienen todavía existencia jurídica, pero cuentan con la voluntad política de los Doce de sacarlas adelante.

Siguiendo también la pauta establecida en el tratado, desaparecen las seis vicepresidencias, que hasta hora se adjudicaban en número de cuatro a los países más grandes directamente y dos al resto por turnos rotatorios. Los principios de subsidiariedad y de transparencia, convertidos en caballo de batalla de los euroescépticos daneses y británicos, y consagrados en la Cumbre de Edimburgo, empezarán a producir sus efectos inmediatamente.

El principio de subsidiariedad debe servir para limitar los excesos reglamentistas de las instituciones comunitarias, que han llevado en algunas ocasiones a matar moscas a cañonazos. En Edimburgo los Doce aprobaron un texto en el que se establece cómo afinar los procedimientos legislativos para evitar estos problemas, que luego levantan ampollas en las opiniones públicas más sensibles de la CE. También decidieron aplicarlo sin más dilaciones.

El principio de la transparencia debe servir para superar los obstáculos de información y de comunicación que se levantan entre la CE y los ciudadanos. La receta concebida en Edimburgo llevará a la celebración el próximo 1 de febrero de un Consejo de Ministros de Asuntos Generales (es decir, de ministros de Exteriores) abierto a las cámaras de televisión.

Pero la cuestión más importante que se adelantará a la propia ratificación de Maastricht es la ampliación de la CE, el formidable salto destinado a incorporar a los países escandinavos y a Austria de una sola tacada. Las conversaciones empezarán el 1 de febrero con Finlandia, Suecia y Austria, y probablemente el 1 de marzo con Noruega.

Así, el acuerdo tomado en junio pasado en la cumbre de Lisboa, y ratificado en la de Birmingham en octubre, que condicionaba la apertura de las conversaciones a la ratificación del Tratado, ha quedado superado, una vez cumplida la otra condición, que era la aprobación de la financiación de la CE para los próximos años.

Plena vigencia

El horizonte de una Comunidad con un mayor peso del Norte europeo y con todos los escandinavos dentro deberá facilitar también la propia ratificación del tratado por parte de daneses y de británicos.

Maastricht echa a andar antes de su propio nacimiento como texto jurídico en plena vigencia, bajo la batuta de quien puso entre paréntesis el tratado, Dinamarca, que desde el 1 de enero ocupa la presidencia semestral de la CE. Bajo dirección danesa habrá que terminar también la ratificación del Espacio Económico Europeo (EEE), que sufre retrasos gracias a su rechazo por Suiza en un referéndum el pasado mes de diciembre.

El EEE interesa particularmente a los cuatro candidatos a la ampliación, pues significa la incorporación del 80% de la normativa de la CE (la que corresponde al Mercado único) a las legislaciones de los países firmantes pertenecientes a la AELC (Asociación Europea de Libre Comercio o Efta) y confiere a las conversaciones de ampliación un carácter muy especial.

Los primeros ministros de los candidatos ya han expresado su propósito de no pedir claúsulas especiales de adhesión, al estilo de las que obtuvo Dinamarca en la pasada cumbre de Edimburgo del mes de diciembre.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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