Maljkovic derrota a Kukoc
ENVIADO ESPECIAL Maljkovic pudo con Kukoc. Será señalado como un mago de la estrategia al convertir una cuadrilla de trabajadores en un campeón europeo. Pero, al menos, el título estuvo en manos del croata, a quien correspondieron las decisiones para bien y para mal. La final resultó un pobre espectáculo. Quedó reducida a un duelo personal, casi privado, entre dos emigrantes. La posible marcha de Kukoc a la NBA y la constatación de que el baloncesto yugoslavo sigue siendo letal aun en dosis muy diluidas no deja de ser una mala noticia para Europa.
El Limoges y el Benetton no son dos grandes equipos. Sus imperfecciones pueden figurar en un catálogo selectivo. Pero uno iba a tener la oportunidad de anotarse el máximo triunfo. La grandeza de Kuko(, y el genio arquitectónico de Ma1jkovic eran los responsables del aparente desperfecto. Sí, el partido quedaba desprovisto de lujo. Los dos utilitarios tenían poco que ofrecer, salvo la pugna entre el preceptor y su discípulo más aventajado, algún detalle táctico para iniciados y el derroche de una docena de jornaleros. Así, la final fue la más discreta de las que se recuerdan. Quedará como un premio de despedida que Europa otorga a Kukoc, que cruzará el Atlántico sin la gloria al completo, y servirá para que los especialistas adjetiven hasta la exageración los atributos técnicos de Maljkovic.
Maljkovic hizo un trabajo miserable. Contribuyó a eliminar cuantas muestras de talento apareciesen. Su ejemplo fue propio de un mariscal de campo: militarizó a un cuadro mediocre hasta hacerle capaz de ganar un campeonato. Sus jugadores quedaron convertidos en piezas de tablero unas veces y otras en infantería. Abusó de la línea fronteriza que separa el contacto de la falta personal para obligar a que los últimos minutos se jugaran con la bayoneta calada. Una vez más, hizo de la estadística una ciencia exacta: ninguno de los dos conjuntos superó los 60 tantos.
Aun así, el título estuvo más cerca de las manos de Kukoc que de la dirección de Maljkovic. Kukoc trató con mimo de que el Benetton llevara adelante el partido. Sacrificó su actuación por ello y resguardó su esfuerzo para tomar las decisiones importantes si fueran necesarias. Durante la primera parte dejó para sí las estadísticas aparentemente irrelevantes con el fin de que sus compañeros adquiriesen la confianza precisa. Lo consiguió en ese periodo. Pero, cuando la final alcanzó su momento cumbre, se dio cuenta de que el Benetton no tenía otro camino que lo que hiciera o dejara de hacer él.
La respuesta del croata
Así fue a falta de tres minutos. Maljkovic había transformado la cancha en una batalla casa por casa y la pelota se convertía en un elemento marginal. Al Benetton le vencieron sus genes y puso su atención en salvar el honor de la madre en la reyerta. El Limoges aún disponía del conocimiento de Zdovc y la incotinencia de Young para sustraerse a tales acontecimientos. Kukoc estaba en desventaja, pero éste no era un problema irresuluble para él.
El croata dejó su sacrificio para sostener el marcador. Cada intento del Limoges por escaparse recibió su respuesta: un triple. Su protagonismo en las tres jugadas capitales fue absoluto: hizo los tantos, cometió los errores y causó la falta que permitió al Limoges resolver. La estrategia especulativa de Maljkovic venció, pero bien es cierto que estuvo en manos de Kukoc.
La última gran estrella del baloncesto europeo viajará probablemente a la NBA para acompañar a Michael Jordan. Kukoc pierde un títuIo, pero no el reconocimiento unánime de su talento. Su esfuerzo solitario merece todos los elogios: no se le puede pedir más.
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