China, el siglo que viene
Hoy día, China tiene una población de 1.100 millones de personas. La tasa anual de crecimiento de su economía ha venido siendo de entre un 8% y un 10%. El crecimento de China es tan impresionante que The Economist vaticina que en 20 años podría ser la mayor economía del mundo. Tiene armas nucleares y está modernizando sus Fuerzas Armadas. ¿Se convertirá China en el coloso del siglo XXI?En 1930, lord Birkenhead, una de: las principales figuras políticas del Reino Unido, escribió una fantasía futurista titulada The world in 2030 (El mundo en el 2030), 100 años antes de esa fecha. Al especular sobre los cambios en las configuraciones del poder, pensó en Asia, y en particular en China, de la que dijo que podría ser la principal y nueva fuerza del siglo próximo. "Actualmente", escribió, "China está inmersa en un hervidero desesperado, con disensiones internas y señores de la guerra". Pero, al igual que Alemania, también dividida anteriormente en mil y un pequeños principados, pudo bajo Bismarck "transformar ese conglomerado en la organización militar más formidable que el mundo haya conocido", "una transformación similar en China no es en absoluto imposible".
Señalando la "genialidad práctica" de los chinos y los "capaces administradores y sagaces hombres de negocios que mantuvieron la complicada maquinaria del antiguo imperio chino", lord Birkenlhead especulaba con las posibilidades futuras. Así, escribió: "Se necesita... un Napoleón para transformar el aparente caos de China en una amenaza formidable para el mundo... Si fuera principalmente un militar y pudiera disponer del material bélico necesario para las grandes campañas modernas, sus ejércitos podrían arrollar Asía. ( ... ) Sí el Napoleón chino estuviera inspirado por ambiciones... pacíficas..., un hombre así concentraría sus esfuerzos en equipar a sus compatriotas para crear riqueza a través de la industria, estableciendo una gran cadena de fábricas por todo el país. ( ... ) Para hacer esto, por supuesto, se vería obligado a atraer capital extranjero a China y, por consiguiente, a restringir en cierta medida sus propias ambiciones. Pero una política así, llevada a cabo con todas sus consecuencias, capacitaría a China para derrotar a cualquier competidor industrial en los mercados mundiales...".
Mao Zedong unificó China mediante un partido único y una única ideología, pero fracasó en su "gran salto adelante" en lo económico, y la Revolución Cultural, como las purgas estalinistas, diezmó a una generación de intelectuales y cohibió a las personas con formación. Deng Xiaoping ha tratado de dar a China una segunda oportunidad. En 1978 abrió las puertas a los inversores extranjeros y fomentó la privatización y las fuerzas del mercado. De 1979 a 1992, el número de empresas de propiedad individual creció de cero a 14 millones. Las empresas privadas de propiedad múltiple aumentaron hasta seis millones y el número de compañías extranjeras, hasta 60.000. En 1991, las empresas extranjeras invirtieron en China 11.000 millones de dólares. En1992 se prevé que la producción industrial del sector privado chino sobrepasará la de las empresas estatales por primera vez desde el comienzo del régimen comunista, hace más de 45 años.
El gran problema ha sido la falta de reformas políticas. En 1989, los estudiantes de Pekín, y luego de todo el país, empezaron a exigir derechos democráticos. Se les respondió con la matanza de la plaza de Tiananmen.
Igual que en la Unión Soviética, donde ya no era posible controlar una economía compleja a través de un pequeño grupo planificador en el centro, también en la nueva China, abierta al mundo a través de los medios de masas y los estudiantes chinos en el extranjero, los estudiantes desafiaron el derecho del partido a dictar sus vidas y sus carreras.
¿Qué será lo próximo que ocurra? Deng Xiaoping está ahora al final de su vida; no sabemos las luchas de poder que podrían desencadenarse. Pero es muy probable que las reformas económicas continuarán y se ampliarán. Pero ¿podrán los sucesores de Deng evitar la reforma política y la pérdida del monopolio del poder del partido?
La prueba más inmediata es Hong Kong. Christopher Patten, el gobernador británico de la colonia, ha propuesto reformas electorales para ampliar la representatividad del Consejo Legislativo. China ha denunciado este movimiento, declarando que Pekín no aprobará ningún contrato firmado por el Gobierno de Hong Kong después hacerse cargo de la colonia de la Corona británica, en junio de 1997.
Pero es probable que se llegue a algún compromiso. China se juega mucho; casi tres cuartas partes de la inversión extranjera directa proceden de Hong Kong y Taiwan. El extraordinario desarrollo de la región costera alrededor de Cantón y Shanghai depende de Hong Kong. El 80% de las industrias de Hong Kong tiene filiales en China, que emplean a un total de más de tres millones de trabajadores. Y 50.000 ejecutivos y otros profesionales de Hong Kong van todos los días a trabajar a Cantón, a 150 kilómetros de distancia. Es la colonia la que está cambiando China.
A más largo plazo, el régimen se enfrenta a tres problemas fundamentales. Uno es que el Gobierno de la China comunista cada vez tiene menos legitimidad, es decir, menos justificación para mantenerse en el poder. La legitimidad original era la revolución y el mito de Mao, que se remonta a las penalidades de la larga marcha. Pero también existe un Mao malo además del Mao bueno, y esa ambigüedad disminuye la legitimidad del partido.
El segundo problema son las crecientes disparidades entre las regiones chinas. Hay una gran prosperidad en la parte central del sur (Cantón) y del este (Fujian y Shanghai), pero la pobreza es considerable en las zonas más áridas del suroeste, como Sichuán (con 100 millones de habitantes) y Yunnan (con 35 millones), la cuna de la revolución. En el peor de los casos, esto podría llevar a una reaparición bajo nuevas formas de los señores de la guerra, con una ruptura de esas provincias con el centro, o bien a importantes reclamaciones políticas de redistribución de los recursos y la riqueza.
La tercera cuestión, y la más importante, es la de la ideología: ¿qué razones tendría la población china para apoyar al régimen? El socialismo ya no es viable. Incluso los miembros más preparados del partido están empezando a abandonarlo para fundar empresas privadas.
Si no es el socialismo, ¿entonces qué? La respuesta probable es un nacionalismo nuevo y resurgido, cuya fuerza se remonta al fundador original de la China moderna, Sun Yat Sen, y al ejército nacionalista de su heredero político, Chiang Kai-chek.
Un nuevo nacionalismo permitiría a un futuro régimen movilizar al pueblo en nombre de un gran pasado histórico. También prometería un gran futuro histórico y posibilitaría la revitalización de las Fuerzas Armadas, lo que daría al régimen una base para sustituir al partido.
También hay buenas razones geopolíticas para esta evolución, porque permitiría a China llenar el vacío militar y político que percibe en el Pacífico, con la desintegración de la URSS y la retirada de EE UU de sus bases en Filipinas. La cuestión más importante será la decisión de rearmarse o no por parte de Japón.
Actualmente, China mantiene disputas fronterizas con, aproximadamente, siete vecinos. Reclama la soberanía sobre todo el mar de China meridional, incluidas las grandes líneas de tráfico marítimo por donde discurre el petróleo que llega a Japón desde Oriente Próximo. Los mapas de los libros de texto publicados en China muestran las grandes zonas de territorio e influencia perdidas por China en los últimos 100 años, básicamente debido a incursiones extranjeras e imperialistas. Estas zonas de influencia incluyen Nepal, la mitad de Bangladesh, Myanmar -partes de India y Birmania que estuvieron bajo dominio británico-, así como Indochina, las dos Coreas, Mongolia y grandes zonas del antiguo imperio ruso.
Lord Birkenhead especulaba con que un nuevo Napoleón chino que recurriera a la fuerza militar "arrollara Asia". Esto es poco probable, incluso en el año 2030. Pero el fantasma de China como una gran potencia ya empieza a arrojar su sombra sobre Asia, y esto plantea graves problemas para Rusia y Japón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.