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Un hombre cercano al pueblo

Con Ramiro de León, un hombre de centro progresista más cercano al pueblo que a los uniformes, Guatemala introduce un nuevo estilo y un mayor peso civil en su joven pero vigilada democracia, lejos ya de la prepotencia y el aislacionismo que presidía la vida política del depuesto Jorge Serrano.En su investidura, la madrugada del domingo, no había militares. Tan sólo dos ayudantes con traje de gala que se incorporaron precipitadamente a la escolta del nuevo presidente nada más conocerse por la televisión su elección. El mando militar se enteró de la noticia en casa.

De León, de 51 años, casado por segunda vez y padre de cinco hijos, es un profesional de la abogacía de éxito, que se formó en la universidad Rafael Landibar, de los jesuitas. Fue fundador junto a su primo Jorge Carpio del partido Unión de Centro Nacional (UCN), con el que compitió como candidato a vicepresidente en las elecciones que llevaron al poder a Vinicio Cerezo. Pronto se desvinculó de este partido y rompió con su primo, que había gastado una fortuna en la promoción electoral de la UCN alineándose con sectores corruptos. Antes había sido presidente de la Asamblea Constituyente que dotó al país de su actual ley fundamental.

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Su trayectoria, ya como independiente, está marcada por su paso por la Procuraduría de los Derechos Humanos, que se considera equitativa y ejemplar en un país con 33 años de guerra que se saldan con 150.000 muertos, 50.000 desaparecidos, un millón de desplazados, 50.000 exiliados, 100.000 viudas y 25.000 huérfanos.

Ha sido un cuidadoso receptor de la queja ciudadana, que ha defendido con vehemencia frente a quienes han llevado Guatemala a encabezar las listas negras de violaciones de los derechos humanos en el mundo. Lo mismo ha señalado al Ejército por sus brutalidades que a la guerrilla por su intolerancia. Era una de las personas inicialmente eliminadas del mapa político por el autogolpe de Serrano.

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