El Madrid se gana el derecho a redimirse
El Madrid se ganó ayer el derecho a redimirse en Tenerife, escenario de un borrón inolvidable. Es una oportunidad rara, poco frecuente en el fútbol, siempre tacaño con estas moralejas. Pero ahí está el Madrid, embarcado en la misma aventura que el pasado año, frente al equipo que dejó insomnes a los madridistas. En el duelo de vecinos, el Madrid se concedió el pasaje para volver al lugar (le la pesadilla. Lo consiguió con un gol tremendo de Hierro, uno de esos tiros explosivos que le dan nombre como futbolista. El pelotazo tuvo la virtud de refrendar la superioridad del Madrid frente a un enemigo ruinoso.El partido comenzó árido, y así murió. No hubo sitio para los detalles y nunca se permitió el juego cadencioso. Estuvieron los dos equipos muy apretados por la tensión, entregados a un fútbol de desgaste, cada uno a su manera. El Atlético sacó a la tropa de jornaleros que le queda después de la depuración de las estrellas. Su fútbol reprodujo todas las limitaciones del equipo y su pobreza de miras. El Atlético se tapó en su trinchera, aguantó el chaparrón y sacó la cabecita de vez en cuando, por si escampaba. Al Madrid le pudo durante mucho tiempo la trascendencia del partido. Es un equipo que sufre las angustias del final de temporada y el peso de las urgencias históricas. Pero su nómina de jugadores era muy superior a la de su vecino, tanto como la organización en el campo. Nunca el Atlético ha parecido tan rácano y desmembrado.
El Madrid siguió una curva ascendente. Le costó vulnerar el dibujo cuartelero del Atlético: diez futbolistas metidos en su casa con la bata de guata y los rulos. Un equipo hortera. Al Madrid le costó hincarle el diente por razones de todo tipo. Tuvo problemas para abrir claros en el bosque rojiblanco y encontró dificultades para leer el juego de ataque. Su interés por trillar la banda izquierda no encontró nunca recompensa en la primera parte. Lasa y Luis Enrique comenzaron muchas cosas y no terminaron ninguna.
Las inconveniencias del juego madridista venían también por la clausura de la banda derecha. Michel mantuvo allí una larga tertulia con Tomás en la primera parte, medio aburrido por la falta actividad. en su territorio. Y luego se hacía visible la confusión en el centro del campo, donde Milla y Hierro no tenían bien repartidos los papeles. Hierro está para. llegar y Milla para tocar. Pues no. Tocaba Hierro y el otro se quedaba sin cuaderno.
La piel del encuentro cambié en la segunda parte. El Madrid comenzó a mezclar su juego y a buscar las mejores cualidades de cada futbolista. Milla se puso a escribir con esa letra pulcra que le caracteriza. Corta y muy limpia, la pelota iba de aquí para allá, incluida la banda derecha. El equipo salió muy beneficiado del nuevo reparto. Hierro se dedicó a lo suyo, donde provoca grandes daños. Sus irrupciones se hicieron incontrolables para el un gallinero en la segunda parte. Era un equipo desorganizado, de vuelo cortísimo. Su suerte quedó echada cuando el partido se hizo trepidante. Más o menos, el cuarto de hora que se dio el Madrid para derribar la barricada. En esos momentos, Butragueño se dedicó a operar entre líneas y nadie pudo detenerle. Su facilidad para tirar paredes y buscar situaciones imprevisibles fue determinante para doblar el partidohacia e lado madridista. El Madrid había elegido por fin la línea más sensata para ganar: Milla manejaba el juego, Hierro cabalgaba y Butragueño abría unas cuantas heridas en la defensa rojiblanca.
La proximidad del gol se hizo evidente. Las recuperaciones del balón fueron constantes, cada vez más cerca del área de Diego. Al Madrid sólo le faltaba el golpe ganador. Llegó muy pronto, después de una aparición eléctrica de Butragueño entre varios defensores y la dejadita para Hierro. La violencia del remate sólo fue comparable a su precisión.
Nunca tuvo el Atlético la posibilidad de abrir otro partido. El equipo de Heredia sólo valía para esconderse. Remataron dos veces los rojiblancos contra Buyo, por decir algo. Su juego fue decepcionante en todos los aspectos. La ausencia de varios jugadores no le salvó de su falta de estilo. Algunas cosas están por encima de los nombres de los jugadores. Fue un Atlético menor, casi inexistente, un adversario de medio pelo frente a este Madrid nervioso, pero firme, un equipo que quiere redimirse en el escenario de su gran pesadilla.
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