Izquiérda y derecha en el socialismo español
DURANTE LOS últimos 20 años en el PSOE se realizó un serio esfuerzo de integración y armonización de posiciones. Si exceptuamos el debate sobre el marxismo de 1979, durante estos años apenas se han producido tensiones en el seno del socialismo español.Obviamente los últimos acontecimientos han cambiado esta situación. Desde el momento en que Felipe González propuso a Carlos Solchaga como presidente del Grupo Parlamentario Socialista, sin aceptar ninguna solución de compromiso o síntesis, era inevitable que en el PSOE se perfilasen públicamente una izquierda y una derecha.
Hasta hace poco tiempo, Felipe González desempeñó un papel arbitral en el seno del PSOE, por encima de las diferentes corrientes y posiciones. Es cierto que una función política como la suya es muy difícil que se pueda desempeñar siempre al gusto de todos. Por ello no han faltado durante estos años los que discreparon o no entendieron muy bien las, razones por las que no se pudo -o no se quiso- integrar en las tareas políticas del PSOE a una persona como Luis Gómez Llorente, o por qué no se dio un papel más relevante a dirigentes como Fernando Morán u otros intelectuales socialistas de orientación socialdemócrata de izquierdas. Tampoco fue bien aceptado por todos el desencuentro con la UGT y, sobre todo, el empeoramiento de relaciones con Nicolás Redondo.
Lo ocurrido en la reunión de la comisión ejecutiva del 25 de junio implica una situación nueva, que no debe dramatizarse, pero que debe ser entendida en sus términos exactos. Cualquiera está en su perfecto derecho de presentar un candidato del perfil de Carlos Solchaga a la presidencia del grupo parlamentario. Y cualquiera está en su perfecto y legítimo derecho a no coincidir con la oportunidad de dicha propuesta, desde el máximo respeto a todas las personas. Se trata simplemente de dos puntos de vista con orientaciones políticas distintas, una social-liberal y otra socialdemócrata y socialista, que se han resuelto de acuerdo a la más estricta lógica democrática: votando. Más allá de la ubicación que dentro del PSOE tenga Carlos Solchaga, lo que ha triunfado durante estos últimos días ha sido una nueva forma de entender las relaciones internas, que si se desarrolla adecuadamente puede conducir a una mayor madurez y equilibrio en el PSOE.
Habrá quienes podrán considerar que se ha producido un gesto de "apertura a la derecha" que contradice nuestra reciente propuesta electoral, o quienes piensan que la votación se ha rodeado de elementos de dramatización y de presión excesivos e innecesarios en una organización democrática madura. Pero lo verdaderamente relevante es que las diferencias se han resuelto con una votación cuyos resultados hay que respetar y acatar. El tiempo dirá si es una buena o una mala decisión. De momento, con esta votación se ha inaugurado una nueva etapa en la dinámica del PSOE, que clarifica y perfila mejor las posiciones.
La transición desde un modelo de democracia interna de consenso a un modelo de democracia interna pluralista plantea algunas cuestiones que deberán ser resueltas de una manera constructiva.
En primer lugar, es necesario que lo que hasta ahora ha sido un liderazgo arbitral no sea sustituido por un liderazgo arbitrario, empeñado en imponer sus criterios a la organización en términos de "aceptación o incertidumbre".
En segundo lugar, es necesario que las posiciones estratégicas y políticas se manifiesten de manera clara, evitando debates opacos o indirectos. Los debates deben ser claros en la forma y en el fondo. En la forma hay que ser capaces de generar un clima de verdadera libertad, evitando alineamientos en términos de simple lealtad personal o de estricta obediencia, más propios de organizaciones premodernas que de partidos y personalidades políticas capaces de tener criterios propios. En el fondo, los debates deben estar referidos a las cuestiones pertinentes. ¿Qué modelo de alianza se prefiere? ¿Un Gobierno de alianza socialista-nacionalista, que por su propia lógica estará más sesgado hacia la derecha? ¿O un Gobierno de alianza progresista abierto a otras fuerzas políticas y sociales progresistas? ¿Qué opciones y modelos de salida de la crisis se postulan desde las diferentes opciones existentes en el PSOE? ¿Qué papel debe jugar el Estado y las políticas de estímulo del sector público? ¿Cómo se va a incentivar la creación de puestos de trabajo? ¿Cómo se van a facilitar los procesos de ajustes laborales de las empresas? ¿Mediante un pacto con los sindicatos y otros sectores de izquierdas, o con una nueva legislación laboral que facilite el despido? ¿Qué va a pasar con la ley de huelga, etcétera?
En tercer lugar, es necesario trabajar en una nueva cultura política de partido que evite la tentación de recurrir a la práctica de exclusiones o segregaciones. En este país, cuando las cosas han ido mal, hemos recurrido con demasiada frecuencia a la política de segregaciones. Hemos expulsado a los moros, a los judíos, a los jesuitas, a los masones, a los rojos... Por ello, no deja de ser preocupante escuchar voces que desde algunos círculos de opinión reclaman nuevamente una política de exclusiones y de limpiezas. En el PSOE no sobra nadie, y no entenderlo así es una irresponsabilidad que no conduciría sino a abrir peligrosas fisuras internas en uno de los partidos en que actualmente se sustenta la estabilidad de la democracia española.
En definitiva, lo ocurrido en el PSOE no debe ser dramatizado, ni minusvalorado. La existencia de un sector más de derechas y otro de izquierda moderada, que recurren a las votaciones internas para dirimir sus diferencias, es algo normal en un partido democrático y plural. Ahora lo importante es que los debates sean claros y que se pueda llegar a un equilibrio responsable y constructivo entre los diferentes sectores del PSOE. Es posible que algunos analistas se sientan desorientados ante la nueva situación. Pero me temo que más de uno deberá apresurarse a revisar sus latiguillos y sus estereotipos clasificatorios. ¿Quiénes son, o van a ser, los verdaderos renovadores? ¿De qué renovación vamos a hablar? ¿Quiénes aplicarán -o aplicanlos denostados valores del aparatismo clásico? ¿Qué papel van a jugar los sindicatos? ¿Cómo reaccionarán algunos sectores socialistas de izquierdas y algunas personalidades políticas, hasta ahora poco influyentes?
Si todos supiéramos aprender algo de las nuevas experiencias, todos podríamos hacer algo para mejorar el funcionamiento de un partido que ahora tiene una nueva oportunidad de emprender una nueva etapa de pluralismo constructivo y de genuina renovación organizativa y política.
es catedrático de Sociología y secretario de formación de la CEF del PSOE.
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