La sirena dorada
La genial caricata Fanny Brice dijo de Esther Williams: "Mojada es una estrella, seca no es nada". Mala leche que tenía la dama. Pero Esther rió la última. A base de remojos, se convirtió en la artista más taquillera de los años cuarenta y, gracias a sus singulares piruetas, entró a formar parte de la memoria sentimental de una generación. A los niños educados en la penuria de la posguerra española, sus piscinas nos parecían el colmo de la suntuosidad. Al crecer, vimos que no eran para tanto. En el recuerdo, Esther personifica como nadie la entrañable imagen de sueñs que mezclaban la ingenuidad y el kitsch a partes iguales., Su cabeza asomando entre lotos y nenúfares,, sus bañadores de lamé, su eterna sonrisa inalterable aun debajo del agua, se convirtieron en el anuncio viviente de una felicidad que sólo se realizaba en los cines de barrio. Además, era una real moza: una belleza sana e incontaminada.Y un último detalle; por mucho que se mojase, mantuvo el peinado y el maquillaje intactos durante 10 burbujeantes años. Era invicta pero, al cabo, fue vencida por los avatares de la historia. Estaba escrito que las sirenas no son de este mundo.
Terenci. Su última película, La fuente mágica, data de 1963 y se rodó precisamente en España, bajo la dirección de su marido Fernando Lamas. Constituyó un desastre financiero y usted no volvió a hacer cine...
Williams. Mi retiro coincidió con el final de una época. Con el auge de la televisión todo cambió demasiado. También la mentalidad de los productores. Yo tuve que mantenerme en mis trece, a fin de preservar mi dignidad estelar. Me dije: "Si ellos no quieren hacer mi género, yo no quiero hacer los de ellos".
T. ¿Cómo recuerda sus años de superestrella en la Metro?
W. Fueron años inolvidables. ¿Tiene presentes nuestras películas? Escuela de sirenas, La hija de Neptuno, Juego de pasiones... Dábamos un poco para todo el mundo: la orquesta de Harry James, los ritmos tropicales de Cugie, los bailes de Cyd Charisse, la apostura de Ricardo Montalbán o Van Johnson, las bromas de Jimmy Durante y Red Skelton... ¡Todo en una misma película! Y mis piscinas, por supuesto. Pero lo más importante es que nos tomábamos el trabajo con alegría. Parecía que todos fuésemos compañeros de escuela. Aprendíamos a la vez. Además, los de la MGM tenían un sistema basado en la búsqueda del talento dondequiera se encontrase. Sabían descubrirlo y colocarlo en el sitio adecuado. Cuando quisieron hacer el mejor Tarzán de la historia descubrieron a Johnny Weissmuller. Si querían hacer películas acuáticas me descubrían a mí. ¿Cómo sabían que yo aspiraba -a hacerlas? ¡Misterio! Lo bueno es que coincidimos en un mismo deseo la MGM y yo.
T. Hollywood ha tenido estrellas de todo tipo, pero sólo hubo una Esther Williams...
W. ¡Es cierto! ¡Sólo una! Claro que esta originalidad se debe a razones obvias. Sin ser campeona de natación me habría sido imposible dar lo que se espera de mí. Fue el caso de Sonja Heine y sus películas de patinaje artístico. ¿La recuerda? Tuvo mucho éxito en los años cuarenta. Pero antes de pasar al cine necesitó ser campeona mundial. En el mundo del deporte decíamos que todo campeón es un caso único.
T. Esto es lo que usted quería ser, campeona olímpica. En cambio, acabó convertida en nadadora de cine. ¿No se sintió un poco frustrada?
W. ' Bueno, cuando una se entrena arduamente para una olimpiada y llega una guerra mundial y todo queda paralizado, resulta un poco frustrante. Tenía que ir a Finlandia en 1940, pero mister- Hitler hundió mis naves. De todos modos, dicen que la mejor venganza es vivir bien, y yo viví estupendamente en la MGM. Cuando llegaron las siguientes olimpiadas, ya figuraba entre las diez figuras más taquilleras del Hollywood de todos los tiempos. En cambio, mister Hitler había desaparecido del mapa.
T. Dijo usted que sus películas sólo podían hacerse en la MGM... ¿Tal vez a causa de un estilo determinado?
W. Se debía principalmente a exigencias de producción. Un estudio como el nuestro disponía de enormes extensiones de terreno aptas para-albergar decorados estables. Estos podían ser modificados según la película, pero la estructura era siempre la misma. Si nosotros teníamos que rodar muchas películas acuáticas -¡Y fueron veintiséis!- se necesitaba un gigantesco tanque de agua siempre a punto para convertirse en el canal de la Mancha, como en La primera sirena, o en la piscina de una villa romana, como en La amada de Júpiter.
T. ¿Era muy dificil la preparación de aquellos números? Por ejemplo, la apoteosis de Escuela de sirenas...
W. Era tremendamente difícil. Sobre todo el número que acaba de citar porque se trataba de la primera película "acuática" y todos partíamos de cero. Teníamos que aprender juntos: coreógrafos, diseñadores, decoradores, nadadoras...
Tropezábamos con grandes problemas que debíamos resolver sobre la` marcha. Algunos de ellos eran muy interesantes; por ejemplo, cuando hicimos Escuela de sirenas las nadadoras tenían dificultades para bailar y las bailarinas para nadar. Así pues, tuvimos que organizar clases para enseñar natación a las bailarinas y baile a las nadadoras. Todas quedaron encantadas. En realidad inventamos lo que se llama natación sincronizada.
T. Usted provenía del entrenamiento olímpico. ¿Le resultó difícil aprender a sincronizar sus movimientos con la música?
W. Por suerte no me faltaba experiencia. Aprendí en el espectáculo de Billy Rose Aquacade, en la feria de San Francisco.Cuando las olimpiadas se fueron al traste, Billy me dijo: "Llámame si quieres nadar en mi superespectáculo". Me gustó hacerlo, pues era un espectáculo muy bonito con zambullidores, saltadores, nadadoras rítmicas...
T. ¿En alguna de sus películas se vio obligada a nadar en situaciones peligrosas?
W. En más de una ocasión.Los guionistas no sabían nadar. (Ríe). Estaban tan preocupados por los resultados visuales que ni siquiera se molestaban en averiguar cuánto tiempo podía contener la respiración bajo el agua. Tampoco calculaban que podía matarme al saltar desde lo alto de un acantilado. En La amada de Júpiter tenía que arrojarme al mar a caballo. Yo dije: "Oigan, este caballo será muy bonito, pero yo no sé cómo va a reaccionar cuando dé con la cabeza en el agua". Decidieron buscar me un doble. En un circo de Atlantic City encontraron a una chica especializada en hacer sal tos acuáticos con un caballo. Yo siempre he realizado mis proezas sin necesidad de dobles y, creo que en todo Hollywood sólo había un actor que hiciese igual: Burt Lancaster.Recuerdo una película en la que saltaba a las vías del tren y le sacaban un gran primer plano, y yo pensé: ¡Dios mío! ¡Lo ha hecho él! Pues bien: así era yo. Pero en La amada de Júpiter preferí que saltase la chica del circo porque entre mis vocaciones nunca se contó el suicidio premeditado.
T. Corrió el rumor de que en sus pruebas para el cine tuvo como pareja a todo un Clark Gable.
W. Esto no es rumor. ¡Es una verdad maravillosa! Me habían hecho unas primeras pruebas que gustaron al señor Mayer. Me llamó un día para verme actuar. Me dijo que me daría la réplica un actor de la casa. Yo pensé que sería cual quier principiante. ¡No puede imaginarse cómo me sentí cuando me recibió Clark Gable, con aquella sonrisa ancha y luminosa! Era mi actor preferido. Casi me desmayé al oírle decir: "He oído hablar mucho de usted, señorita". Y a mí sólo se me ocurrió responder: "Y yo también de usted, señor Gable". No me di cuenta de la di ferencia. Yo era una desconocida y a él le conocía todo el mundo.
T. Dicen que se desmayó al besarla "el Rey"
W. Eso no es cierto. Me sorprendió mucho, porque no estaba previsto. Yo me había aprendido el texto que debía recitar, pero Clark no ha bía leído ni una línea. No sabiendo qué decir, optó por besarme. Estaba presente su esposa, Carole Lombard, que era mi actriz favorita y un encanto de mujer. Creo que él quiso jugar un poco con ella, demostrándole que podía besar a una chica cinco a una chica cinco veces. ¡Y es lo que hizo! ¡Dios mío! Cuando Gable te besa cinco veces olvidas que su mujer esté delante.
T. Con Escuela de sirenas se convirtió usted en la sensación del año...
W. Fue algo inesperado. Ni siquiera estaba segura de que hubiese otra película después. Pensé: "No ocurrirá nada especial, todo el mundo dirá que es un espectáculo muy bonito y yo regresaré a mi casa para planear lo que debo hacer el resto de mi vida..." Además, yo me consideraba demasiado alta y de complexión excesivamente atlética para él cine. ¡Pero no sabe cuántas experiencias inolvidables fueron llegando!
T. Usted aprendió mucho, incluso a torear. La recuerdo en Fiesta brava... Salía al ruedo ocupando el lugar de su hermano gemelo, Ricardo Montalbán. Se necesitaban narices...
W. ¡Bueno, contra mi costumbre, en las escenas de toreo supliqué que me doblaran! (Ríe). Era una situación un tanto increíble, porque Ricardo y yo no nos parecemos en nada... pero ¡así era la Metro! Conseguía que todo el mundo creyese los mayores absurdos.
T. Su hijastro Lorenzo Lamas ha conseguido ser muy popular a través de la televisión. ¿Cree que este tipo de carrera es muy distinta de la suya?
W. Completamente. En la época dorada, el estudio cuidaba a los actores bajo contrato. Este solía ser de siete años, tiempo necesario para edificar una carrera sólida. En cambio, los directivos de la televisión sólo se preocupan de los resultados del día. Interesa más la acogida del público a un personaje que al actor. Cualquiera puede llegar una mañana al rodaje, le comunican que va a morir de accidente en aquel mismo capítulo y se queda sin trabajo. Es una situación muy precaria. De repente, en una oficina desconocida, alguien decreta que van a potenciar a otro personaje porque una encuesta acaba de descubrir que interesa más. El triunfo de hoy es muy frágil y la experiencia muy dura para los actores jóvenes. Esto hace que sus aspiraciones sean, también, mediocres. Cuando dicen "¡quiero ser una estrella de la televisión!" quieren decir éxito inmediato. Y esto acaba matando.
T. ¿No es usted demasiado piadosa con el pasado? Otros actores, famosos en su día, abominan del sistema que practicaban los grandes estudios...
W. Yo agradezco a todos los poderes celestiales que me deparasen la oportunidad de vivir aquellos benditos años.
T. ¿Echa algo en falta?
W. Muchas cosas, pero sería un monstruo de ingratitud si me regodease en este sentimiento. Al llegar a este punto queda la posibilidad de comprobar que el pasado no fue en vano. En última instancia, la vida me ha reservado sorpresas muy agradables. Cuando me retiré, me dije: "He pasado quince años maravillosos, he sido tratada maravillosamente, pero ya todo ha terminado. Nadie se acordará de mí a partir de ahora". Pero después, cuando he hecho alguna aparición en público, he descubierto que los espectadores de antaño todavía me querían. Y esto, creáme, ayuda a sobrevivir. .
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