El año de Almodovar
San Sebastián tributó una excepcionalmente cálida acogida al gran director español que, 13 anos después de la presentación en el festival de Pepi, Lucy, Boom y otras chicas del montón acude para recibir el homenaje del certamen. Desde su llegada al aeropuerto de Fuenterrabía, en compañía de una esplendorosa Bibi Andersen, por las extravagantes Loles León y Rosy de Palma y la cada vez más sensible María Barranco -Alaska y Eva Siva llegaron por su cuenta- Almodóvar fue mecido por la multitud. Con decir que, a pie de avión, ni Rosana Arquette ni Arconada fueron objeto de la más mínima atención.Pedro está magnífico de aspecto, muy delgado y tan vivaracho como de costumbre. Contento de volver a Donostia, porque "yo prefiero volver así que como Ingrid Bergman en La visita del rencor, aunque el rencor, como pasión que es tampoco me disgusta. Pero es entrañable volver". En el homenaje que se le tributó en el cine Principal, fue proyectada su película -"prehistórica", dice él- Folle... fo -lle... folle me... Tim, su primer largo propiamente dicho, rodado en el año 77. Asimismo, una fascinante exclusiva siguió a esta proyección: 20 minutos de Kika, su última producción, que tiene a todos sus seguidores en ascuas, con Victoria Abril haciendo de presentadora muy especial de un reality show, y con el actor norteamericano Peter Coyote.
Un cine abarrotado de periodistas y público que compartieron con Almodóvar la velada, y que le preguntaron todo tipo de cuestiones acerca de su cine. "Yo estoy acostumbrado a responder a la empresa, y he querido que esta vez también hubiera público porque, entre otras cosas, resulta mucho más entretenido. "Hablando del tiempo pasado, de Folle..., Almodóvar, que no siente ningún interés por la nostalgia -"yo a Franco ni siquiera lo recuerdo: esa es mi venganza"-, dice que como le pasa viendo, por ejemplo, Pepi..., mirándolas a veces se sorprende de las cosas que hacía entonces y de lo permisivo que era el mundo en que vivíamos.
Folle..., rodado en el 77, significó la despedida de Almodóvar del Super 8 mm. y lo hizo a lo grande, en cuanto a longitud se refiere. Hasta entonces (y desde el año 73) sólo había realizado películas de 5 a 30 minutos, y "mi aprendizaje, por autóctono que fuera, necesitaba la experiencia de una narración más larga. Como para poder convencerme a mí mismo de que era un director de cine, de verdad".
No le cabía a Almodóvar la menor duda de que es un director de verdad, y de los mejores, antes de asistir al homenaje de anoche en el festival. Pero siempre resulta agradable que le reciban a uno como a una verdadera gloria y, además, con ese punto de complicidad que pocos directores, ni nacionales ni extranjeros, obtienen de su público. La gente se agolpaba para ver al cineasta que ha cosechado éxitos internacionales, pero también para aplaudir al hombre que le ha contado los sentimientos y las vivencias de este país desde la proximidad más creativa.
Babelia
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