Democracia es compromiso
SUS ENEMIGOS han dado a Yeltsin la coartada que necesitaba, y lo que hubiera resultado intolerable hace una semana, el asalto a la sede del Parlamento ruso, no lo es tanto una vez que ha quedado claro que de él emanaron las órdenes para atacar varios edificios gubernamentales, sin hablar de los llamamientos de Jasbulátov a sus partidarios: "¡Asaltad el Kremlin!".En una situación llena aún de incertidumbres, en la que se ignora el coste real en vidas humanas del asalto de ayer, la reacción final del Ejército, hasta ahora disciplinadamente a las órdenes de Yeltsin y de su ministro de Defensa, Grachov, es una incógnita, sobre todo fuera de Moscú. En todo caso, lo importante es subrayar que esta crisis no es ni un problema militar ni un mero problema de orden público.
La única justificación seria dada por Yeltsin para su decreto de disolución del Parlamento fue la convocatoria de elecciones en un plazo de dos meses., Este compromiso debería determinar desde ahora toda la política rusa. Y para que sean unas elecciones democráticas, habrán de poder participar en ellas todas las fuerzas políticas en igualdad de condiciones. Ello implica que Yeltsin no imponga en la propaganda y en la ley electoral condiciones que privilegien a los suyos frente a sus adversarios. Sin esa condición, su golpe de timón del 21 de septiembre se quedaría en golpe a secas de alguien con fuertes tendencias autoritarias.
La necesidad más apremiante es evitar una guerra civil. El Ejército ha demostrado su resistencia a escindirse en función de criterios políticos. Si ha sido firme para restablecer el orden público y recuperar los edificios oficiales asaltados, se han notado en su seno vacilaciones cuando se ha tratado de actuar contra uno de los bandos en pugna. Los esfuerzos del ministro Grachov buscando un compromiso para poner fin al derramamiento de sangre en la Casa Blanca indican cuál es la actitud profunda de las Fuerzas Armadas. Por otra parte, la celebración de elecciones aconseja un amplio consenso entre todas las fuerzas políticas con peso real en el país. Ese consenso es necesario, sobre todo, de cara a la ley electoral. En la escena política no están solamente Yeltsin, Rustkói y Jasbulátov (un trío de fuerzas hoy desequilibrado por el hecho de que los dos últimos son hoy prisioneros del primero). Existen otras fuerzas en Rusia, y a pesar del retraso dramático en la creación de partidos, el compromiso indispensable debe no sólo propiciar su formación, sino extenderse al más amplio conjunto de personas y tendencias políticas.
El punto decisivo en este orden de cosas es el papel de las regiones y repúblicas. Moscú no es Rusia, y la reunión del Consejo Federal, con los delegados de 89 repúblicas y regiones, convocada para el viernes próximo, aportará datos esenciales, tanto por el número de asistentes como por la actitud que adopte. Sin apoyo de las repúblicas y provincias, simplemente no habrá elecciones. Aún no se conocen los efectos en la periferia del enfrentamiento de ayer. Pero cada vez que se han acrecentado las grietas en la estructura de poder de Moscú se han agudizado las tendencias de los poderes locales a actuar por su cuenta. Por el camino que van ahora las cosas en la capital, el problema mismo de si Rusia logrará subsistir como federación adquiere una actualidad dramática.
En momentos tan graves ¿serán capaces los políticos rusos de superar el vicio congénito que les lleva a poner sus diferencias personales por encima de cualquier posibilidad de acuerdo? Nadie ha sido capaz de crear un partido digno de tal nombre y este vacío aumentará las dificultades para las elecciones. Las figuras que se han distinguido en el difícil proceso de liquidar el pasado han acabado enfrentándose entre sí. Se diría que el concepto de compromiso es algo que se desconoce por completo; ello es probablemente consecuencia de unos antecedentes en los que la democracia nunca ha existido: el poder ha sido el de uno que mandaba con métodos más o menos violentos. Si ahora no se impone una política de compromiso, sólo cabe esperar lo peor.
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