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Tribuna:A LA INTEMPERIE
Tribuna
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El botín de Esquinache o cómo obtener una licencia

Juan José Millás

Le oí decir a Ramón Mendoza por la radio que para construir la famosa esquina del Bernabéu había tenido que engañar al Ayuntamiento, pero no di crédito a mis oídos: como en el coche tengo todo el rato fantasías eróticas, que suceden invariablemente alrededor de una esquina, pensé que se había mezclado la información de la radio con la de la cabeza alumbrando una noticia disparatada.-Oiga, que voy a construir en mi esquina una cosa grande para equipamientos sociales -dice que le dijo al de la ventanilla.

-Pues aquí tiene la autorización -respondió amablemente el funcionario.

El presidente del Real Madrid cogió el papel, se fue a su esquina y, en lugar de equipamientos y tonterías así, que no dan un duro, empezó a construir locales comerciales como un loco. El caso es que, si no lo confiesa públicamente, aquí no se entera ni Dios. O sea, pensé, que si el vendedor de kleenex de Velázquez, esquina a María de Molina, se presenta en el municipio y dice que quiere levantar en su esquina un centro para la tercera edad, le dan un papel con el que puede inaugurar una farmacia y forrarse, que en esa zona hay mucho hipocondriaco.

Al día siguiente, leí la noticia en el periódico, y entonces no daba crédito a mis ojos. Al olfato y al tacto hace tiempo que no les hago caso, y el gusto lo perdí comiendo en restaurantes chinos de tercera, de manera que me quedé a solas con mi sexto sentido, y lo que me dijo mi sexto sentido es lo que viene diciéndome desde la infancia: que las esquinas son un negocio. Lo que pasa es que han estado siempre muy mal vistas, porque de las esquinas, tradicionalmente, sólo han sabido obtener ganancias las putas, los chulos, los mendigos, los desorientados y los traficantes de drogas; había que tener mucho valor para coger una esquina y reivindicarla para clases sociales que ignoran lo que es el esquinamiento, porque nunca se han dado un esquinazo. Sé lo que digo: me han dejado tirado en la esquina más de una vez y me he dado contra la esquina más de dos.

El valor de Mendoza consiste en sacar negocio de lo que conoce, porque Mendoza ha sido un niño pobre que en lugar de empeñarse en hacerse un pasado, que es a lo que se dedican los recién llegados, ha decidido crearse un porvenir. Y el porvenir se levanta sobre la propia experiencia. Si has sido repartidor de ultramarinos, por ejemplo, a lo que debes aspirar es a tener un supennercado y no un despacho de tráfico de influencias. De igual modo, si te has pasado la infancia en una esquina, tu obligación moral es sacarle partido a esa esquina, o sea, convertirla en un emporio. A lo mejor, al principio te desprecian, porque no hay nada más tira do que trabajar en una esquina, pero cuando des el sal to cualitativo, cuando a la esquina vaya a recogerte un chófer en un Jaguar, te lo perdonan todo y te hacen marqués de Esquinache o portavoz de algo.

O sea, que esto no es una crítica, sino un panegírico, porque lo que ha conseguido don Ramón, además de forrarse con su esquina, es que el Ayunta miento le pida perdón, o casi. Quiero decir que, en lugar de presentarse los municipales al día siguiente de su confesión para sacarle a palos de la esquina, se han limitado a afear su conducta urbanística. Vamos, que no es que no se enteren, es que cuando se enteran le dicen que, por favor, legalice la situación, porque es que es un escándalo, y hasta le dan 60 días, mientras que a una vieja desahuciada la ponen en la calle con su colchón en 48 horas. Y yo, que me he pasado la vida jugando a las cuatro esquinas, intuyendo que ahí había una pasta, he dejado que el bussines se me escapara vivo. Qué desastre.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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