El presidente Clinton busca dar mayor dinamismo a la política exterior de EE UU
La destitución del número dos del Departamento de Estado, Clinton Wharton, un personaje mediocre que nunca contó en la elaboración de la política exterior norteamericana, no es más que el primer ejemplo de la renovación y fortalecimiento que se espera para cualquier momento en el equipo de asesores del presidente. En la cuerda floja política están ahora mismo los secretarios de Estado, Warren Christopher, y de Defensa, Les Aspin.
La caída de Wharton, cuyo relevo fue anunciado en la noche del lunes, no es, en sí, particularmente relevante. Wharton es un hombre de 67 años que venía de ocupar un cargo ejecutivo en un compañía de fondos de pensiones y la presidencia (rectorado) de la Universidad del Estado de Michigan. Christopher nunca le dio ocupaciones relacionadas con la alta política, aunque su nombre era el primero que sonaba en los corrillos del Departamento de Estado cada vez que se producía un error de política exterior.Al parecer Wharton se cansó de hacer de tonto útil sin que apenas contasen con él, y Christopher se hartó de tener a su lado a alguien en quien apenas podía descargar responsabilidades. "Las razones de la destitución de Wharton no tienen nada que ver con la discusión sobre los actuales puntos calientes del mundo, y tiene todo que ver con al forma en la que veía su propio trabajo y la forma en que lo veía el secretario de Estado", afirmó Michael McCurry, el portavoz del Departamento de Estado, al anunciar la baja de Wharton.
El objetivo del Gobierno es ahora cubrir la vacante dejada por Wharton con un experimentado y brillante diplomático. Uno de los problemas a la hora de elegir un nuevo subsecretario es el de la raza. Wharton es negro, y sería motivo de cierta polémica el hecho de que se sustituyese a un alto funcionario negro por un blanco. Una ley no escrita de Estados Unidos hace que cuando un negro asciende a un alto cargo, éste queda en poder de la misma raza para siempre. Entre los actuales contendientes para el puesto de Wharton, sólo uno, el profesor de la universidad de Georgetown Donald McHeriry, es negro.
La destitución de Wharton ha culminado el fuerte debate sobre los errores de la política exterior norteamericana surgido a raíz de la muerte en Mogadiscio de 18 soldados estadounidenses el mes pasado. Somalia, Haití y Bosnia han sido presentados desde entonces como los tres casos más palpables en los que esta Administración no ha actuado con acierto.
Parte de la culpa de esos errores la tiene el propio presidente, que tiende a dudar demasiado en la toma de decisiones y se evade con facilidad de los asuntos de la política exterior. Pero también ha sido objeto de las críticas el secretario de Estado, un veterano sin carisma ni capacidad de comunicación a quien se recrimina su exceso de prudencia y falta de personalidad.
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