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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Lucrecia Pérez, un año después

Hoy, día 13 de noviembre, se cumple un año de la muerte de la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez. Su asesinato descubrió un aspecto de la realidad que rodea a los inmigrantes también en nuestro país y que con frecuencia la sociedad se niega a contemplar. Hoy, Lucrecía es un símbolo para muchos españoles / as que sentimos como propio el drama de su triste final.Un año después, su nombre y su memoria reclaman cómo entonces la necesidad de profundizar en las razones que empujan a la inmigración a tantos miles de personas, mientras las estadísticas oficiales nos recuerdan que los movimientos migratorios entre países y entre continentes son una constante en este final de siglo. El hambre, la carencia de las condiciones mínimas de subsistencia están condenando a generaciones y pueblos enteros a un éxodo permanente, lejos de su tierra y su cultura. La crisis económica que afecta a los países industriales amenaza en convertir a los trabajadores extranjeros en chivos expiatorios de la frustración de otros trabajadores desalojados también del sistema.

Por eso, hoy más que nunca es preciso insistir en que los inmigrantes, arrojados de sus casas de sus lugares, por un sistema injusto que permite al 20% de la población mundial agrupada en los países desarrollados disponer del 80% de la riqueza mundial, no son culpables de su condición. Son las víctimas de ese sistema tanto como puedan serlo los parados. Ahora, como hace un año, la evocación a Lucrecia nos remite a la solidaridad, como el único remedio contra la intolerancia que con duce a la xenofobia y al racismo.

Para la Federación de Mujeres Progresistas, la memoria de Lucrecia tiene un significado especial. La FMP trabaja desde hace tres años en un programa con mujeres inmigrantes que pretende ser una herramienta contra el riesgo de exclusión social y de marginación. Un riesgo que si amenaza permanentemente a la inmigración, se convierte en una amarga realidad para las mujeres; Las mujeres cuando emigran continúan siendo portadoras de las "marcas de discriminación," que arrastran en sus países de origen, basadas en razones religiosas y culturales. A este obstáculo de partida hay que sumar el riesgo a ser consideradas una competencia por parte de las mujeres nativas no incorporadas al mercado de trabajo español. Su situación se agrava también por competir en sectores de economía sumergida feminizados, que soportan condiciones de trabajo peores que los sectores masculinos. Todo lo cual puede abocarlas a ocupaciones no legales en mayor medida que a los hombres, lo que abunda de nuevo en su mayor vulnerabilidad, de la que Lucrecía es el más triste exponente.

El 13 de noviembre de 1992 será para siempre un día de luto, pero si aprendemos la lección de aquella fecha, acaso estemos aún a tiempo de que sea, a la vez, de esperanza. Porque mientras alguien pueda ser asesinado simplemente por el hecho de ser negra y pobre, además de mujer, nadie podrá sentirse libre-

Presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas.

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