Consumidores
Los representantes de los consumidores están a favor de que exista plena libertad de horarios comerciales, porque eso favorece a sus asociados. La carita de inocente que pone el que lo comunica es como para pegarla en una postal y tenerla encima de la camita, junto a los cuatro angelitos que hay en cada esquinita.O sea, que los consumidores, protegidos por el señor que pone la carita de bueno, estamos mejor si las grandes superficies abren sus puertas a cualquier hora de cualquier día y nos da lo mismo que los pequeños comercios cierren porque no pueden competir.
Pues a mí no me da lo mismo. Y soy consumidor. Y no me arrastra en semejante toma de postura la nostalgia del tendero de ultramarinos de mi barrio, con el que siempre me he llevado mal, ni del ferretero que se niega a suministrarme cierto tipo de herramienta que por pudor no menciono.
De lo que se trata es de algo mucho más simple. Si las grandes superficies acaban con las pequeñas superficies no estamos hablando sólo de que tendré que ir en coche a comprar, y en pleno fin de semana (todos en chándal, jubilosos, por Majadahonda, cantando una de Aute, codo a codo con algún ministro), sino de algo más serio: voy a tener que comprar lo que las grandes superficies quieran. Porque no se trata de que se constituyan en oligopolio de minoristas, sino en monopolio de la distribución.
Por dar un ejemplo simple: las grandes superficies de capital francés tienden a vendernos aceite de empresas de capital francés y patatas francesas. ¿Y si yo las quiero italianas o belgas? ¿Y si el aceite que más me gusta es español, aunque eso sea una casualidad? Yo no quiero ir en chándal a comprar los fines de semana patatas que no me gustan.
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