Lo que no se entiende
EL PRÓXIMO año se cumplirá el centenario de la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV), y sería ofender la memoria de varias generaciones de valiosos políticos de ese partido pasar por alto, con el argumento de que son muy suyos, las incongruencias de su discurso actual o los comportamientos irresponsables de algunos de sus dirigentes. La bula de que al respecto han disfrutado en buena parte de los medios parece haber llegado a su fin, y ello ha creado cierto desconcierto en sus filas. En realidad, razonamientos similares a los expresados estas últimas semanas por Anasagasti, Arzalluz o Eguibar sobre asuntos como la autodeterminación, el Ejército o la Guardia Civil han sido habituales desde el inicio de la transición. La novedad es que ahora son menos los que se hacen el distraído como ante una barrabasada infantil.Si lo patriótico es ahora buscar salidas a la crisis económica que agobia a los vascos -discurso de Arzalluz desde hace un año-, no tiene sentido que cada dos por tres surjan voces nacionalistas que cuestionen el marco autonómico con nuevas audacias: la autodeterminación, venga o no a cuento, pero también la invocación -en el Senado- a un ideal confederal, la confusa reivindicación de una política exterior autónoma, el dramatismo de la reclamación de competencias no estatutarias en el paquete de las pendientes de transferencia (en términos de todo o nada y como si de ello dependiera la supervivencia de la etnia vasca).
El énfasis puesto en tales cuestiones contribuye a mantener un clima de incertidumbre e inestabilidad que no sólo dificulta la salida de la crisis, sino que alimenta las esperanzas de quienes tratan de desacreditar la autonomía realmente existente a fin de justificar su recurso a la extorsión y el asesinato. Si se admite que ETA es el principal obstáculo para la consecución de las aspiraciones vascas -discurso dominante a raíz del secuestro de Julio Iglesias y del posterior asesinato del sargento Goikoetxea-, no tiene sentido deslizar mensajes que no podrán dejar de ser entendidos por los violentos sino como la confirmación de su propia intolerancia: que el único obstáculo a sus razonables demandas proviene de la intransigencia del Ejército (que además estaría alentando el Rey).
No es que el resto de los españoles -incluyendo los vascos no nacionalistas- no les entiendan, sino que son ellos quienes dan la impresión de no entenderse.
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