Genocidio
Están asesinando con la máxima violencia y rapidez a esos parias de la tierra que se han levantado por hambre en la antigua diócesis de Chiapas donde fue obispo fray Bartolomé de las Casas, el defensor de los indios. No pasan los siglos. Mientras los helicópteros artillados del Ejército mexicano rocían de plomo indiscriminadamente la selva de Lacantón, suenan las palabras suavonas de taimados legisladores que ofrecen clemencia a los que ya han sido acribillados. Hoy todos los corridos que canten los mariachis nos harán llorar, puesto que la izquierda del mundo ya no tiene más armas que la música y la piedad para acompañar en su agonía a esos indios famélicos que van a ser exterminados en presencia de las naciones democráticas. Como ya no existe el imperio soviético, ahora le echan la culpa a la mínima Guatemala, y en el infame cometido de enmascarar este genocidio se servirán también del bardo oficial Octavio Paz, que acaba de publicar un artículo vergonzoso, lleno de distingos escolásticos para hurtar el bulto y quedar incontaminado en su torre de marfil rodeada de sangre. Sea usted poeta para esto. Al ' parecer, todos están interesados en que el trabajo sea rápido. Que maten compulsivamente a todos los rebeldes, que se abran muchas zanjas, que los entierren con celeridad para que se olvide pronto la carnicería. Después de esta matanza de indios llegarán los fríos analistas liberales, los compungidos socialdemócratas con mala conciencia, a explicamos los índices de pobreza en el mundo. Y sobre la fosa común cantarán los pájaros. Dentro de poco, un nuevo volcán se despertará en otro lugar del planeta, otros parias de la tierra entrarán en erupción sangrienta, y la rebelión campesina de Chiapas se convertirá en una estampa sepia sobre la cual muchos llorarán al son de los mariachis. Sólo nos queda la piedad para los muertos y la maldición para los asesinos tecnócratas que, además de matar a estos indios desheredados, les han robado también las palabras y los nombres de sus antiguos héroes.
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