Huelga
Como diría Gertrude Stein, una huelga es una huelga es una huelga. Es decir: una huelga. Ni la tercera guerra mundial, ni el día que nací yo qué lucero regiría, ni bajo el volcán, ni ahí viene Martín Corona, escóndanse los malvados, ya saben que él no perdona a todos los desalmados. Ni una guerra civil ni una guerra incivil, ni una ejecución al amanecer, ni un polvo salvaje, ni una película de Spielberg, ni una canción de Fofito: "Con unas tijeritas córtale las orejitas a la patronalcita".
Un patrono es un patrono es un patrono, no Bernadette Soubirous arrodillada a pie de Lourdes, ni Médicos sin Fronteras, ni we are the world ni we are the people, ni Manos Unidas contra el Hambre, ni el cordón de mi corpiño, mi niño, ni La edad de la inocencia, de Scorsese. Un patrono es alguien que te descuenta el día de huelga, si estás en nómina, y que, si trabajas en precario, te pone ojitos de piquete empresarial para que no te juegues las 40.000 al mes por jornada de diez horas.
Un Gobierno del Psoe es un Gobierno del Psoe es un Gobierno del Psoe, o sea, una sociedad anónima que ha llevado a cabo el mejor y más acabado proyecto de reconversión de un país en una fábrica manual de polvorones esteparios. Y un Psoe es un Psoe es un Psoe, no un partido -que ni siquiera está dividido: coinciden en todo, menos en el sillón que quiere ocupar cada cual-, ni socialista ni obrero, y, en cuanto a español, como mucho lo es al estilo de Carlos V.
Un esquirol es un esquirol es un esquirol, pero yo no llamaré nunca tales a quienes mañana no sigan el paro por temor a perder lo poco que tienen, aunque eso les condene a perder todo lo que tienen. Y una noticia es una noticia es una noticia: el 22% de la población activa no hará huelga porque ya está paraíto sin remedio.
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