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Entrevista:

"Madrid suena a tabla de madera para cortar queso"

Apasionado de la música desde su más tierna infancia, a Luis Paniagua le entró el ritmo en el cuerpo a los 12 años: "Cuando mis padres me llevaron a un concierto de sitar [guitarra india]". Desde entonces, todo fue ponerse manos a la música. A los 15 años debutaba en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Luego, de un sitio a otro, buscando sonidos y nuevas posibilidades, especialmente en cuerda y percusión. Madrileño de toda la vida -"hasta hace seis años, que me enamoré de una mujer y me fui a vivir a Cataluña"- y cumplidos ya los 37, ha visitado la capital esta semana para ofrecer dos conciertos. El primero fue el pasado martes en la Sociedad General de Autores; el segundo lo ofrece hoy en Alcorcón.Pregunta. Un músico étnico como usted, que se ha formado tanto en la música occidental como en la oriental, ¿cómo ve acontecimientos como la guerra de los Balcanes o las últimas matanzas en el Líbano e Israel, lugares donde conviven diversidad de etnias y culturas?

Respuesta. Las guerras, sean donde sean, son un infierno. Sólo hay buenas y malas personas, por encima de razas y culturas. Además, para entenderse, sólo hace falta hablar y para hablar con alguien tienes que aprender primero a hablar contigo mismo.

P. Estuvo seis meses en el norte de la India aprendiendo a tocar el sitar con un maestro hindú. ¿Qué le parece la fiebre que se ha desatado en torno al budismo?

R. Pues todavía no he visto la película de El pequeño Buda, pero cualquier tema oriental me interesa, como me interesa todo el mundo. Aunque todo tema, por profundo que sea, se va a tocar con mucha ligereza para llegar a la gente. Por ejemplo, yo me tomo con mucha ligereza la política porque no me interesa. Me parece bien que haya posibilidad de conocer las cosas buenas tanto de Oriente como de Occidente y rechazar las malas.

P. Toca instrumentos muy poco habituales: juegos de sartenes, cencerros, llaves, cascabeles, uñas de cabra... ¿Por qué?

R. Toqué instrumentos tradicionales occidentales antiguos, de la Edad Media. Luego, orientales y objetos cotidianos, como copas de agua. Todas las cosas sirven para la música. Hay que sentarse y pedir que vengan.

P. ¿Cómo suenan las páginas amarillas?

R. Muy bien. Las coges por donde están cosidas y las mueves como si fueran un abanico. Suenan a papel y tienen un efecto que enriquece el conjunto.

P. ¿Y cómo suena Madrid?

R. Madrid suena precioso porque brilla el sol [la entrevista se realizó el martes pasado]. Me gustan sus calles, sus edificios, aunque siento una presión fuerte de agresividad en las personas. La gente lo está pasando mal.

P. Si Madrid fuera un instrumento, ¿cuál sería?

R. Sería una tabla de madera, de las que sirven para cortar el queso, que, colgada de un hilo por el mango y si le pegas un golpe, suena a seco y penetrante.

P. Su discografía como compositor e intérprete dura ya más de 12 años. ¿Se puede vivir de esto?

R. Depende de lo que sea vivir. Yo soy un privilegiado porque me apasiona lo que hago y encima me dan dinero. Como garbanzos e invierto en aparatos y estudios de grabación. Claro que en esto las puedes pasar doradas y moradas.

P. ¿A pesar del bajón en las ventas discográficas del mercado español, o no le afecta?

R. Sí afecta. Mucho es psicológico y físico, pero es lo que me gusta hacer. Tiene que ponerse todavía más feo para que luego sea más precioso. Es como la flor que necesita estiércol para lucir. Aquí el que aguante verá el sol.

P. ¿Hacia dónde va la música?

R. Pues no lo sé, porque ando muy encerrado en mi música. De todas formas, si no hubiera sido músico hubiera sido escuchador, me gusta mucho. Me gusta la banda sonora que ha hecho Michael Nyman para la película El piano y los últimos éxitos de Bach y Stravinski, que es lo que más bailo en mi casa.

P. Ahora que están de moda los duetos, ¿le gustaría tocar con alguien?

R. Con cualquier persona que vaya en la misma dirección que la que yo llevo. Que coincidamos en el mismo camino. Así no hay compromiso y no hay problemas.

Luis Paniagua, esta noche a las 21.30 horas. Auditorio de música de Alcorcón. Calle Carballino, s/n. Entrada: 500 pesetas.

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