Fondos
La inocencia existe. Me lloran los ojos interiores del espíritu cuando leo en la prensa que el presidente González ha llamado a varios ministros para pedirles, por lo que más quieran, que hagan un buen uso de los fondos reservados. Doce años después de ocupar la jefatura del Gobierno, admirados de que Felipe González se enterara de lo de Filesa gracias a la prensa, sólo sano estupor puede merecernos ahora que de pronto haya comprendido el mal uso que puede hacerse de los dineros secretos del Estado, dineros doblemente negros. Los medios de comunicación dan muchos disgustos a los políticos, pero de vez en cuando se produce esa venturosa comunión que le permite al señor presidente saber lo que pasa en el país sin otro esfuerzo que poner la radio o leer un periódico.Otra cosa es la meditación sobre el nada espléndido aislamiento de este hombre inocente entre los inocentes y la duda del uso que haga de tanto sociólogo, historiador y poli tólogo de cámara, proveedores de ideología de la presidencial casa y al parecer poco duchos para compensar la tendencia a la inocencia del señor presidente. Aterra pensar en cuántas tiernas ignorancias vive todavía este hombre y lo necesaria que es su inmediata puesta al día sobre el claroscuro del mundo. Por su bien y por el de todos los españoles, alguien de su entorno debería desvelarle cuanto antes los secretos más míticos de las almas y los cuerpos. Por ejemplo, que los niños no vienen de París, que los Reyes Magos casi siempre son los padres (sin des merecer ni a don Juan Carlos ni a doña Sofia), que los Clinton tienen las piernas feas y gordas bajo el chándal, que Semprún ya no es Federico Sánchez, que Alfonso Guerra nunca llegará a Córdoba. De lo contrario, el señor presidente un día puede morir de candor. Mucho más tonto que morir de éxito.
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