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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pedagogía con Quevedo

Casona era un pedagogo -inspector de primera enseñanza, figura de las Misiones Pedagógicas de la República (a la que sirvió), director de un teatro ambulante de educación popular; autor de una obra sobre la necesidad de cambiar los reformatorios, Nuestra Natacha, que sería la mejor de su vida-; no es anormal encontrar en su biografia -hagiografia- de Quevedo esta especie de afán de enseñanza sobre el grandísimo poeta, político, filósofo y teólogo; y rebelde, y obstinado. La escribió próximo a su muerte, y quizá la viera ya reflejada en el Señor de la Torre de Juan Abad; y en la vida del personaje, lo que fueron sus sueños de rebeldía que se habían quedado, finalmente, en nada.La obra consiste -es más bien inconsistente- en cuatro o cinco anécdotas superficiales -la pedagogía es de muy bajo nivel-, y las palabras que en ella pronuncia Quevedo están tomadas casi fielmente de sus textos. No va más allá. Si se tiene en cuenta que está escrita durante el franquismo, aunque la posición de Casona era ya sólida al volver del exilio (y más sólida aún por la crítica que le hizo la izquierda por su moderación, su aburguesamiento, su conformidad), la rebeldía con que mostró al personaje debió parecer a su autor un atrevimiento. Hoy puede apenas servir para que los colegios se ilustren con estos datos simples de la historia literaria, previas unas clases; y posteriores unas aclaraciones sobre la realidad del poeta.

El caballero de las espuelas de oro

De Alejandro Casona (1964).Intérpretes: Manuel Galiana, Pilar Velázquez, Isabel Serrano, Arturo López, Félix Navarro, Fernando Conde, Mari Begoña, Joaquín Molina, Encarna Abad, Julio Tejela, Felipe Jiménez, Encarna Gómez, Diego Carvajal y Juan Carlos Naya. Música original: Alberto M. Peyrou. Escenografía: Gil Parrondo. Dirección- Gustavo Pérez Puig. Teatro Español. Madrid 24 de marzo

Teatro antiguo, se hace a la antigua. Es una manera que gusta al público de Gustavo Pérez Puig; y que corresponde al texto y a su simpleza. Las figuras se colocan con ejes de simetría, como en el primer cuadro, el texto se dice con claridad, pero sin necesidad de arte (ya es bastante, hoy, hacer que una obra se entienda) y los actores, numerosos y bien elegidos, se pliegan a la mediocridad del relato, tan lejos de la realidad de Quevedo como de la vida misma; y a la de la dirección.

Las cuales están hechas para la mediocridad del público -me refiero al del estreno- a quienes tanto buen nombre parece suficiente. Aplauden, muchas veces ríen, les da pena que se muera Quevedo, que ha descubierto demasiado tarde al pueblo puro (la niña, que parece un poco tonta, pero que solamente tiene el don de la inocencia) y ovacionan a todos.

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