DANIEL BELL Whitewater y Clinton
Durante los últimos meses, Washington, la Casa Blanca de Clinton y los medios de comunicación han estado ocupados con Whitewater -una serie de acontecimientos que sucedieron hace 15 años-, hasta casi dejar de lado importantes asuntos de política interior y exterior. Es una situación sorprendente y perturbadora para una nación de tan suprema importancia en el mundo.En ese periodo de tiempo, el asesor jurídico adjunto a Casa Blanca, Vince Foster, abogado que fuera socio de Hillary Rodham Clinton, se ha suicidado; Bernard Nussbaum, el asesor jurídico de la Casa Blanca, se ha visto obligado a dimitir; Webster Hubbell, el número tres del Ministerio de Justicia (la principal institución legal de la nación), ha renunciado a su cargo, por asuntos tangencialmente relacionados con el caso Whitewater (pero era un importante socio de la empresa de abogados a la que pertenecía la señora Clinton, y un asesor muy próximo a los Clinton); un asesor jurídico independiente, es decir, un abogado de investigación independiente del presidente y del Congreso, pero con poderes para presentar acusaciones penales, celebra en estos momentos audiencias ante un jurado; está previsto que empiece en mayo una investigación del Congreso, y los principales asesores de la Casa Blanca han sido citados a comparecer y declarar bajo juramento legal ante el jurado. Un destacado y prestigioso diputado republicano, James Leach, y el presidente han intercambiado acusaciones, algunas directamente contradictorias entre sí. La nación está desconcertada, sobre todo porque, como he señalado, los acontecimientos, muchos de ellos bastante insignificantes, sucedieron hace 15 años.
¿Cuáles son los hechos? En 1979, los Clinton compraron 230 acres de tierra a un antiguo ayudante de Bill Clinton, James McDougall, que se había metido en negocios inmobiliarios con vistas a explotar una urbanización de viviendas para vacaciones y jubilados llamada Whitewater. El proyecto fracasó, debido a la posterior caída del mercado inmobiliario. Los Clinton alegaron pérdidas de 70.000 dólares.
Al mismo tiempo, McDougall era propietario de una caja de ahorros llamada Madison Guaranty, que también tropezó con problemas: el fracaso de las cajas de ahorro fue el desastre más ruinoso de la era del presidente Reagan. En un principio, las cajas de ahorro se crearon con la finalidad de conceder préstamos para la adquisición de viviendas por parte de pequeños propietarios, y el Gobierno federal avalaba hasta 100.000 dólares de todos los depósitos de manera que ningún pequeño ahorrador pudiera perder dinero. Pero en la era Reagan se permitió que las cajas hicieran inversiones especulativas en prospecciones petrolíferas y arriesgados proyectos, y cientos de ellas fracasaron. El Gobierno perdió más de 50.000 millones de dólares, y se creó una agencia, la Resolution Trust Corporation (RTC), para vender los activos agotados. Morgan Guaranty había perdido 60 millones de dólares.Pero lo que se ha descubierto es que durante unas audiencias ante los inspectores del Estado de Arkansas, cuando Clinton era gobernador, la señora Clinton figuró como abogado de McDougall, y pidió más tiempo para permitir que el banco siguiera a flote. Hay acusaciones de que los fondos de Madison se malversaron para mantener la solvencia de Whitewater. Otras alegan que fondos procedentes de Madison Guaranty se utilizaron para ayudar a financiar la campaña electoral de Clinton para gobernador de Arkansas. Los Clinton han negado esta última acusación.
Todo esto llamó poco la atención -se planteó y se pasó por alto durante la campaña presidencial-, hasta que la RTC (que está bajo la supervisión del Departamento del Tesoro) decidió investigar Madison Guaranty por fraude. Llegado ese punto, parece claro que la Casa Blanca empezó a preocuparse seriamente. Puede que temieran que los republicanos utilizaran la información para atacar a Clinton. Los Clinton no habían hecho pública toda su declaración de la renta, así que empezaron a correr rumores acerca de un dinero no declarado, etcétera. Lo que confirió mucho más misterio a todo el episodio fue el suicidio de Vince Foster, quien, a pesar de estar en la Casa Blanca, había llevado el archivo personal de Clinton. Bernard Nussbaum, el asesor jurídico del presidente, intentó en un principio quedarse con el archivo alegando que era personal. Roger Altman, subsecretario del Tesoro, informó indebidamente a Nussbaum sobre la investigación de Morgan Guaranty. George Stephanapolous, un ayudante próximo a Clinton, buscó información y posiblemente bloqueó el nombramiento de un abogado de la RTC para investigar Morgan Guaranty, etcétera.
Aquí es necesario recalcar que los Clinton no hicieron nada ilegal. Se trata de una cuestión de incorrección. Pero lo que está claro es que el personal de la Casa Blanca, en su afán por proteger al presidente de cualquier revelación, cruzó fronteras éticas y posiblemente legales al intentar frustrar una investigación.
Hay implicadas algunas cuestiones de corrupción. Desde luego, si se contrastan con los escándalos en Italia y Japón, estos episodios no son comparables. Ni tampoco viene al caso compararlos con el Watergate, que provocó la destitución del presidente Nixon. Nixon utilizó indebidamente su cargo -y la CIA y el FBI- para derrotar a sus adversarios y para proteger sus delitos.
La cuestión aquí, la de la confianza en las instituciones, y en la persona del presidente, es diferente y más sutil. En los últimos 30 años, casi todos los presidentes de Estados Unidos (a excepción de Jimmy Carter) han mentido deliberadamente al pueblo estadounidense: Johnson sobre Vietnam, Reagan sobre el caso Irán-Contra, Bush sobre la venta de armas a Sadam Husein antes de la guerra del Golfo.
Clinton llegó a la presidencia como un rostro nuevo y lozano, prometiendo reformas al pueblo. Su agenda nacional ha sido impresionante, sobre todo en lo relativo a sanidad y seguridad social. Pero su modo de gobernar ha sido irregular. Se rodeó de una pequeña pandilla de amigotes de Arkansas (incluidos su jefe de personal y los dos abogados que ya no están), poco familiarizados con los entresijos de Washington. Sus asesores políticos han sido los Amigos de Bill, de los tiempos de Oxford y Yale, a menudo brillantes, pero más conocedores de la teoría que de la práctica, y otros importantes nombramientos se han hecho apelando a la "diversidad" más que al mérito.
Su personalidad también ha inquietado a la opinión pública. Como ocurrió antes con el presidente Kennedy, está la preocupante cuestión de sus relaciones con las mujeres. Y sus maniobras en el pasado para conseguir un cargo público. Pero tampoco cabe duda de que es un excelente político, un hombre con talento para llegar al público, y que se toma en serio los detalles de la política, si bien no los de la Administración.
Mucho depende del informe del asesor independiente. Si se demuestra que Clinton y su personal son inocentes de todo delito importante, Clinton tendrá libertad para ejercer presiones y sacar adelante sus importantes reformas sociales. Pero, de lo contrario, tendrá problemas. Estos días, la presidencia de EE UU es una campaña electoral permanente. Los candidatos republicanos ya están preparándose para las primarias, aunque todavía faltan 22 meses para la cita. Si Clinton comete un desliz, será una gran pérdida para EE UU, no sólo por su lado atractivo, sino porque en los últimos 30 años sólo una persona, Ronald Reagan, ha sido capaz de permanecer en el cargo durante un segundo mandato. Teniendo en cuenta todos los problemas de Estados Unidos y del mundo, el sistema Político estadounidense necesita una sólida estabilidad política.
es sociólogo estadounidense.
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