Golpe sí, golpe no
Los últimos atentados y la sensación de caos político que se vive en Guatemala han dado pie a especulaciones sobre un eventual golpe de Estado, práctica habitual desde la independencia del país, en 1838. Sin embargo, en esta etapa, dicen los analistas consultados, dos factores parecen alejar, al menos por el momento, un pronunciamiento militar: la división en el seno de las Fuerzas Armadas y la actitud de Estados Unidos. La pugna interna se hizo patente en el autogolpe de Jorge Serrano Elías en marzo de 1993: la negativa de los oficiales a respaldar a una jerarquía militar salpicada por las corruptelas presidenciales llevó finalmente a Serrano a un exilio dorado en Panamá.
El ascenso de Ramiro de León Carpio a la presidencia y la llegada de una nueva promoción más moderna a los puestos de mando fue todo uno.
El general Mario Enríquez fue nombrado ministro de Defensa y Marco Antonio González, participante en las negociaciones con la guerrilla, sustituyó al frente del Estado Mayor de la Defensa a uno de los duros más combativos, José Luis Quilo Ayuso. "Esta promoción ha ido cumpliendo un proyecto que diseñaron desde hace tiempo" dicen fuentes eclesiásticas que no desean ser identificadas. "Los militares controlan de hecho el poder, pero su actuación tiene un perfil bajo, de forma que además no se queman. No tienen necesidad de ningún golpe".
Los grandes avances de las conversaciones de paz con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca han levantado ronchas en un estamento que se considera vencedor de una guerra que ha durado 30 años y que no está dispuesto a rendir cuentas de sus actuaciones.
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