Y de premio, Madrid
Vacaciones pagadas para 180 escolares del Este 'sobresalientes' en español
"Si no supiéramos español... ¿Cómo dicen ustedes? ¡Ah!, sí, por un tubo, no estaríamos aquí". Quien así habla no es ningún extraño turista a quien las fiestas de San Cayetano le estén pasando factura. Se trata de Tsveta, una joven búlgara de 17 años que ha vivido en Madrid, junto a nueve compañeras, "los diez días más bonitos de mi vida". Además de la nacionalidad y la edad -tienen entre 15 y 18 años-, todas hablan español con una facilidad pasmosa. Fue precisamente el conocimiento del idioma lo que les granjeó su estancia en la capital. Tsveta y sus nueve compañeras estudian en el Instituto Miguel de Cervantes de Sofía, un centro bilingüe. A principios de año participaron en una especie de olimpiada de español celebrada en toda Bulgaria, y el premio, "el inolvidable premio", se llamaba Madrid.Y en Madrid, durante diez días han podido comprobar que las fotos de los libros que estudian "no hacen honor a lo que es el palacio Real", comenta Micaela. "Ni a El Escorial, ni al Museo del Prado", matiza Silvina. Pero el número uno del ránking de preferencias anda lejos de los libros de cultura. "La verdad", interviene Dragomina, la encargada del grupo, "es que lo que más les ha emocionado ha sido el Parque de Atracciones".
El Ministerio de Educación y Ciencia tiene la culpa de tan inolvidable viaje. Pero no ha sido únicamente Bulgaria el país agraciado. Porque los más olímpicos habladores de español de Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania también han tenido oportunidad de pisar las calles de su segundo país idiomático completamente gratis. En total, 180 jóvenes de tan lejanos lares pueden presumir de conocer Madrid gracias a que optaron por el español como segundo idioma. "Te sirve para mucho más que hablar inglés", dice Tsveta.
De su paso por esta ciudad destacan opiniones tan curiosas como que en Madrid no hace calor o que el tráfico es una maravilla y que las motos deben ser muy baratas, "hay tantas...", explica Anelia. Pero lo más significativo es su opinión sobre los madrileños: "Son encantadores, amables y divertidos. No sé por qué, pero siempre se están riendo". A este comentario de Sibila le pone la guinda Tsveta: "Lo que es incomprensible es lo de las terrazas. ¿Qué hace tanta gente apoyada en una barra a altas horas de la madrugada? Parecen búhos".
Pero las rarezas de los madrileños no acaban ahí: "Aún peor es eso que llaman piropos", interviene Tania. "Vas por la calle, te cruzas con un niño y te dice no sé qué de maciza. Sigues andando, aparece un viejo y, hala, otra de lo mismo".Para todas ellas, la estancia en la ciudad ha sido una gozada. Les gustaría haber encontrado madrileños que conocieran algo más de Bulgaria: "Hablas con la gente, les dices de dónde eres y todos hacen lo mismo. Se dan la vuelta, avisan a sus amigos y les dicen emocionados: ¡son búlgaras, como Stoichkov! Y luego te preguntan si tienes tan mala leche como el jugador del Barcelona".
Ellas tienen mejor carácter que el futbolista. 0 al menos eso parece. Sonríen por cualquier cosa, todo las impresiona y nunca habían visto tantos jardines como ahora. En este tiempo han ampliado conocimientos: las cosas que les gustan son dabuten, se lo han pasado pipa y han flipado con los madrileños. Su residencia durante su estancia en Madrid ha sido el Colegio Mayor San Juan Evangelista. Cuando no hacían turismo, se movían por la zona de Moncloa. En este tiempo sólo hubo una experiencia desagradable, la de ser testigos de un tirón.
Ayer por la tarde hicieron sus maletas y pusieron rumbo a Sofía. Su único pensamiento es regresar, "como sea, pero volver", clamaba Tsveta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.