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Reportaje:

El Prado y el Valle de los Caídos son los lugares mas visitados por los turistas

Dirigirse a una oficina de turismo suele ser el primer paso de mchos visitantes. En la de la calle del Duque de Medinaceli, frente al Hotel Palace, tres señoritas atienden de forma exquisita al forastero. Proporcionan un detallado plano de Madrid y tras desplegarlo, indican los lugares más recomendables: "Aquí está el Museo del Prado, el Reina Sofía, el Thyssen, la Puerta del Sol, las estatuas de Botero, el Retiro, la Plaza Mayor, el Palacio Real...".El plano, editado por unos grandes almacenes, recoge los puntos de mayor interés de la capital. Pero, ¿y el resto de la Comunidad? "Sí, aquí lo puedes encontrar todo", responde amablemente una chica sacando un folleto de Madrid y alrededores. "El Escorial, el Valle de los Caídos, Aranjuez, Chinchón, Toledo, La Granja, Segovia... ¿Tienes coche? Pues en coche no tardas más de una hora en llegar a estos sitios". Muchas gracias, y a otra oficina.

Monosílabos

En la de la plaza de España esquina Princesa, el trato no estan encantador. La oficina está vacía y un joven atiende indolentemente al turista. Lo despacha poniendo un montón de planos y folletos sobre la mesa. "Aquí viene todo" es la única respuesta no monosilábica que emite. Cuando se le solicitan sugerencias sobre pueblos, pone cara de aburrimiento, extrae otro tríptico del cajón y lo deja con los otros sin decir palabra. Ante tanta amabilidad, no extraña que la oficina esté vacía.El pasado jueves, belgas, lngleses, norteamericanos y japoneses eran las nacionalidades más representadas entre los que descendían de los autocares en la plaza de Oriente, frente al Palacio Real. El edificio que gobierna la plaza de Oriente ha ganado visitantes en julio de este año, mientras muchos reclamos turísticos pierden aforo. "Madrid, O.K., mucho maaaarcha", farfulla en su particular español un grupo de adolescentes londinenses. Sus caras de sueño a las dos de la tarde indican que hablan con conocimiento de causa.

Manolo, un guía encargado de velar por una ruidosa cohorte de yanquis, comenta que les encantan las piedras y todo lo que denote antigüedad. "Les dices que algo es del siglo XVIII y se quedan boquiabiertos, aunque sea un pestiño" asegura.

Muy cerca de allí se encuentra el Monasterio de la Encarnación, que lidera la clasificación de los recintos menos visitados pertenecientes a Patrimonio Nacional. Si en julio de 1993 recibió a 1.226 visitantes, el mes pasado sólo 655 personas desfilaron por allí. Estas cifras no son de extrañar dado el peculiar horario del monasterio: sólo abre miércoles, sábados y domingos por la mañana. Pero el museo que más visitas ha perdido comparando las cifras de este año y del año pasado, es el Museo Reina Sofía. El año pasado, el templo del arte moderno de la ciudad recibió más de 150.000 visitantes. En julio de 1994, la afluencia de turistas ha descendido vertiginosamente a poco mas de 54.000.

Por el contrario, el Valle de los Caídos, el monumento construido tras la Guerra Civil por el bando ganador, tumba del general Francisco Franco, el anterior jefe del Estado, ha sido el destino no museístico más concurrido este mes de julio, con más de 70.000 visitantes. A diferencia de otros sitios, la relación entre turistas españoles y extranjeros está casi igualada.

Un señor de Reus (Tarragona) acudía, según dijo, "porque mi padre murió construyendo este símbolo de la dictadura". A Tashomi, una joven japonesa en viaje de fin de carrera, lo único que no le gustaba era el macarrónico inglés del guía. Su compañera lkiro, cámara en ristre como mandan las cánones, no perdía detalle del paisaje y disparaba sin cesar.

Le gusta Madrid, aunque opinaba que "todo es muy caro y en muchos sitios, como restaurantes y tiendas de recuerdos, engañan a los turistas". Lo dice ella.

Sangría y paella

Aunque parezca sorprendente, los grandes almacenes también son un importante punto de peregrinación turística. A ellos acuden sobre todo extranjeros en busca de recuerdos y ropa de verano acorde con el calor madrileño, según manifestaba una dependienta de una de las sucursales.Frank, un muniqués de 31 años, se llevaba unas bermudas a rayas y, ajeno a la revolución de Valdano, una camiseta del Barça. "Para mi hermano, que es fan de Stoichkov", decía el hombre. Pero la novia del muchacho de Munich estaba impaciente por probar otras cosas. "Yo quiere probar sangría y paella típico España", añadía en un español rústico. No todo van a ser piedras.

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