Woodstock 94 acabó en el caos absoluto, pero sin violencia
Los organizadores amortizaron su inversión sólo con la venta de entradas
La celebración del 250 aniversario del histórico festival de Woodstock a lo largo del -pasado fin de semana fue sin duda una experiencia irrepetible para las 350.000 almas que dieron vida y luego muerte a una pradera de vacas en Saugerties (Nueva York). Pero en la cara de muchas de estas personas, que abandonaban el recinto el domingo esperando en colas de seis horas para coger un autobús de regreso al aparcamiento, podía leerse un clarísimo mensaje: nos queremos ir a casa. Como muestra del caos en que degeneró un festival en principio calculado con precisión, queda una cifra de dos muertos (uno menos que en Woodstock 69).
Pero la violencia no fue una nota predominante este fin de semana, e incluso las bestias blancas (la presencia de ciudadanos de raza negra era realmente escasa) que crecieron bebiendo Budweiser en la América profunda supieron respetar al prójimo y convivir en paz.Ir a Woodstock para dejar constancia de haberlo visto con los propios ojos ha sido para muchos una experiencia que no tiene precio, pero los millones de espectadores que han seguido el festival por televisión han disfrutado de una mejor calidad de sonido, han podido presenciar las distintas actuaciones en dos escenarios simultáneos y, sobre todo, no se han calado de barro hasta la médula ni han sufrido lesiones. Al final del domingo nadie estaba libre de una capa de lodo en alguna parte del cuerpo, y los que se habían rebozado en el suelo con premeditación y alevosía se ofrecían para la obligada foto. Y es que Woodstock 94 ha sido una ocasión perfecta para retratarse de cara a la historia, y los dedos índice y medio sólo se han levantado en gesto de paz en el momento de posar.
Oficialmente han muerto dos personas durante el festival, una por complicaciones de diabetes y otra por lesión de bazo. Otras dos han fallecido con posterioridad al concierto, así que Michael Lang puede dormir tranquilo sin temor a que nadie practique a su costa el deporte más popular en Estados Unidos junto al béisbol, la demanda judicial. Dos mujeres que regresaban a Chicago murieron en accidente de tráfico cuando la que conducía se quedó dormida al volante.
Lang y el resto de los promotores amortizaron con la venta de entradas los 4.000 millones de pesetas que habían invertido en el montaje, pero la venta de bazofia en forma de hamburguesas y perritos calientes, la retransmisión televisiva por un canal de pago, la inminente película y la inevitable banda sonora les garantizarán un retiro de lo más envidiable.
La necesidad de consumir algún tipo de estupefaciente -el que fuera- a lo largo del festival llevó a muchos a prenderse un cartel al cuello solicitando que alguien les vendiera alguna dosis, pero aún así este fin de semana nadie ha pasado a mejor vida por culpa del uso y el abuso de drogas. De modo que los fundamentalistas cristianos que en las puertas del recinto repartían folletos en los que se recordaba a la juventud que Dios es el camino, la verdad y la vida, podrían haberse ahorrado sus horas de guardia.
Mutación lógica
Por lo que respecta a los supervivientes del festival, hay que decir que su actitud experimentó una mutación bastante lógica en la mañana del domingo. El sábado, Woodstock era una gran fiesta en la que todos bailaban, saltaban, gritaban, reían, se tiraban por el barro y parecían extras de una hipotética película ambientada en 1969. Pero el domingo, tras una noche de lluvia, los sentimientos de paz, amor y alegría parecían haberse fundido en el inmenso barrizal en que se había convertido el gran prado de Saugerties. Salvo aquellos a los que aún les duraba el colocón de la víspera, a todo el mundo se le había puesto una cara de mala uva francamente notable. En sus rostros podía leerse la siguiente declaración: bueno, ya hemos hecho bastante el hippy y ahora que estamos cansados, sucios y destrozados física y moralmente, lo único que queremos es volver a casa con papá y mamá a comemos nuestros cereales y a poner MTV sin sonido. Así empezó el éxodo y ni la esperada aparición de Bob Dylan pudo quitarles de la cabeza a muchos el deseo de escapar de allí. Probablemente porque al cabo de dos días de música cualquiera considera que ya ha tenido bastante.Musicalmente hablando, Woodstock 94 no pasará a la historia ni dará origen a un disco especialmente brillante. Casi todos los grupos se conformaron con ofrecer actuaciones correctas y, en algunos casos, rutinarias. Seguramente porque el rock and roll funciona mejor en espacios más pequeños y con una duración limitada. La alternancia de viejas glorias como Bob Dylan y Crosby, Still and Nash con jóvenes valores como Spin Doctors o Porno for Pyros ha servido exclusivamente para demostrar que la música pop es ya una industria que se renueva constantemente y que está perfectamente asentada. Pero sin duda alguna es mejor que esa industria plante sus cimientos en algo más sólido y más cómodo que el descomunal montón de barro en que se convirtió Woodstock 94.
Babelia
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