Son molinos
Mienten los que dicen que España no es un país de inventores. En este, final de milenio unas cuantas plumas celtibéricas han descubierto al mismo tiempo un flamante género literario y una original concepción de la historia. Ni uno ni otro producto son demasiado exportables, pero aquí venden muy bien.En los años sesenta, Tom Wolfe calificó al buen periodismo de literatura de no ficción. Tres décadas después, esas exitosas plumas españolas están practicando una mala literatura que podríamos llamar periodismo de ficción. Describen con todo lujo de detalles ambientales y gran precisión en los diálogos escenas imaginarias en las que personajes de carne y hueso se confabulan para decidir los destinos de la patria. No cuentan los autores cosas que vieron personalmente o que, según mandan los cánones del oficio periodístico, les contaron al menos' dos testigos diferentes; tampoco verifican la veracidad de esas escenas con los personajes que supuestamente las protagonizaron; no, todo eso les parece tiempo perdido. Su lema es: "No dejes que la realidad te estropee una buena exclusiva".
En paralelo, nuestros autores han descubierto una nueva teoría de la historia. Como ya sabemos que el acontecer humano no está escrito en los libros sagrados, ni en los astros ni en las leyes inmutables de la historia, los nuevos. genios del pensamiento: celtibérico han lanzado la explicación conspirativa. Todo lo que ocurre es fruto de conjuras protagonizadas por el Sistema, ominosa entidad que ha sustituido a los jesuitas, los masones y los comunistas en la responsabilidad de todos los males nacionales. Aquí, si un banco va mal, cierra un periódico o un partido pierde las elecciones, la culpa es del Sistema. Y, sin embargo, uno prefiere [a buena y vieja sabiduría de Sancho Panza, ese sentido común que te lleva a decir: "No son gigantes, señor; son molinos".
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