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La identidad la israelí y paz

¿Qué le ocurrirá con la llegada de la paz a la identidad israelí, cuyas principales características eran la lucha por la supervivencia del país y la lucha contra los árabes, no sólo desde la creación del Estado en 1948, sino desde la llegada a Palestina del primer sionista en 1881? En mi opinión, no hay duda de que, tras la apertura de las fronteras y la desaparición del odio, comenzarán a diluirse poco a poco algunas estructuras básicas sobre las que fue construida la sociedad israelí y también su sensación de solidaridad. Valores nacionales y de identidad claros, como los relativos al Ejército y la lucha por la seguridad, o valores relacionados con el asentamiento y la colonización, o incluso la sacralización de la inmigración de los judíos a Israel -cuyo fin era hacer frente al problema demográfico ante la supremacía numérica de los árabes-, perderán poco a poco su urgencia e incluso su relevancia en una sociedad israelí que vive en paz y seguridad. Por consiguiente, ya no será posible emplearlos como palanca de presión en una sociedad en la que existen muchos contrastes y contradicciones, muchos de los cuales fueron eliminados, suavizados y ocultados ante la necesidad de solidaridad en situaciones de emergencia. -En el nuevo vacío de identidad que surgirá resucitarán algunos focos de conflicto antiguos y fundamentales de la sociedad israelí. Y si ésta no consigue llenar este vacío con creatividad y valores nuevos, o modificando antiguos valores, en los próximos diez o veinte años puede encontrarse echando de menos los buenos tiempos de las guerras del pasado, del mismo modo que ciertos británicos echan de menos los días del Gran Imperio.

En el marco de este artículo no puedo señalar todas las áreas problemáticas que se descubrirán con la llegada de la paz y, por tanto, me concentraré en indicar sólo tres. No sólo señalaré los problemas y los posibles peligros, sino que también me atreveré a proponer soluciones. La primera área es la clásica cuestión de las relaciones de odio entre laicos y religiosos, la segunda se refiere a la lucha social entre orientales y occidentales y la tercera alude al desarraigo entre Israel y los judíos de la Diáspora.

El conflicto entre religión y Estado, o religión y nación, es un conflicto antiguo y primario en la historia judía y, por supuesto, no concierne exclusivamente a una situación política determinada. En los últimos años, este conflicto ha quedado sepultado bajo la tapadera cerrada de las guerras por la supervivencia del Estado y, por tanto, pese a ciertos brotes aquí y allá, ha permanecido delimitado y restringido. La llegada de la paz, que aumentará la necesidad tanto de la derecha como de la izquierda de contar con el apoyo del bloque religioso en la lucha estatal en tomo al futuro de los territorios ocupados, y debido a la profunda crisis que sufrirán los religiosos nacionalistas, que en los últimos 30 años invirtieron toda su alma y su identidad en la idea del Gran Israel, podría provocar una profunda desilusión en los círculos religiosos, que les llevará a la negación general del Estado y a un retraimiento en guetos cada vez mayor. Y si, como es de suponer, los laicos aumentan el laicismo hedonista y desenfrenado de su forma de vida, no cabe duda de que el abismo entre laicos y religiosos se irá haciendo cada vez mayor, hasta desencadenar una polémica no sólo en tomo a la definición del judaísmo y de la especificidad judía, sino también en torno a la definición misma de judío. Si, por ejemplo, en nombre del principio de los derechos del ciudadano, los laicos consiguen que la ley de matrimonio civil sea aprobada y abrieran así una puerta a la legitimación del enturbiamiento de la identidad del judío como semilla básica del israelí, los religiosos levantarían mayores muros a su alrededor, creando al mismo tiempo una resistencia fundamental en las clases bajas, entre las que aumentarán el odio y la negación del Estado.

La solución, en mi opinión, no es sólo tener la sabia iniciativa de frenar la libertad y el hedonismo de los laicos -precisamente debido a su fortalecimiento- y tomar más en consideración a los religiosos ante la disminución de su fuerza política, sino también intentar fortalecer el diálogo moral con ellos a fin de encontrar elementos comunes dentro de los textos y de la participación religiosa en- la historia judía, y transformarlos en vitaminas culturales dentro de la nueva creatividad de la identidad israelí.

La lucha cultural entre orientales y occidentales también se ha mantenido relativamente tranquila durante los últimos 45 años debido a la asociación conjunta en la trinchera de la protección frente al enemigo externo que quiso herir a todos sin distinción. Pero en el caso de que este enemigo no sólo se convierta en un amable vecino, sino que también pida a los judíos una asociación en la orientalización de su identidad en la zona, será necesario un nuevo examen del carácter cultural del Estado de Israel. Los orientales (procedentes de los países árabes), que se sintieron debilitados debido al fuerte carácter occidental de la sociedad israelí, y a veces hasta ilegitimados dado el parecido entre su cultura y la del odiado enemigo oriental, se revelarán ahora como una vía de contacto turístico, comercial y cultural intensivo con palestinos, jordanos y demás vecinos, con la voluntad de volver y dar expresión a su cultura marginada. Exigirán aumentar su presencia en la realidad israelí. Por el contrario, puede que los occidentales se sientan, decepcionados porque la paz no haga sino aumentar la orientalización de su país, y los árabes que no consiguieron materializar el derecho de retorno a su país de origen por la fuerza de las armas volverán a él por la fuerza de las relaciones de paz, de turismo, de comercio y de los proyectos culturales conjuntos, con la ayuda de los primos orientales.

También en este punto la solución que se abre ante nosotros puede ser la nueva y atrevida creación de relaciones con Oriente y de profundos intereses en la zona. El comienzo del sionismo nació precisamente de la decepción con Europa y los sueños (aunque románticos) de una vuelta a Oriente. No debemos dejar el contacto cultural con Oriente exclusivamente en manos de los israelíes orientales, sino intentar crear un interés general de los israelíes, y quizás también de todos los judíos, en un diálogo cultural y psicológico con Oriente, que será más duro y complicado que el diálogo político. Le toca a la sociedad israelí preocuparse de que los orientales (gran parte de los cuales pertenecen a las clases más bajas) no caigan en una peligrosa regresión a sus orígenes, sobre todo porque los occidentales desarrollarán un rechazo hacia todo lo que se haga a su alrededor.

La última área concierne a las relaciones entre Israel y la Diáspora. No es un secreto que entre los judíos de la Diáspora la alegría de la paz se ve diluida por la tristeza. Ya no tienen delante al pequeño Israel agredido y aislado, necesitado de ayuda y de apoyo, puesto que la esencia del sentimiento de solidaridad con él da contenido y significado a una identidad judía que está perdiéndolos, sino a un Israel fuerte que puede defender su tierra, cuyas fronteras se abren al mundo cercano y lejano, y que ya no necesita que los judíos de la Diáspora (y en especial los judíos de EE UU) le presten apoyo económico y político a cambio de orgullo por sus atrevidas hazañas militares.

De nuevo en este punto, al igual que en los demás, no se podrá avivar el fuego de las brasas extinguidas de las relaciones del pasado, sino que habrá que intentar crear sistemas nuevos de relaciones construidos, por ejemplo, sobre proyectos sociales e internacionales conjuntos, que ya no reflejen las relaciones del hermano rico que da con sentimiento de culpa al hermano pobre que se vislumbra en el horizonte, sino una acción en pie de igualdad, como, por ejemplo, nuevos envíos de ayuda conjuntos por parte de los judíos de la Diáspora y de Israel al mundo, y en especial al Tercer Mundo, o la creación de un sistema educativo israelo-judío que envíe gratuitamente profesores de todos los campos posibles -desde la informática o la electrónica hasta la música y los idiomas- a los centros de estudio de los países en vías de desarrollo con el fin de aumentar el nivel tecnológico y científico de sus habitantes. También ésta es una vieja idea del sionismo, que quiere convertir al Estado judío no sólo en un refugio para los judíos perseguidos, sino en un centro espiritual que aproveche la fuerza científica e intelectual del pueblo judío para convertirlo en una luz para otros pueblos.

es escritor israelí.

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